El Frente Nacional es el partido preferido de los franceses. O, por ser más precisos, es el que concita más apoyos, frente a los demás. Según una última encuesta, conducida por TNS Sofres, el 34 por ciento de los franceses, uno de cada tres, señala al partido de Marine Le Pen como su opción favorita. O, por utilizar el titular del diario Le Monde: el 34 por ciento de los franceses “se adhieren a las ideas del Frente Nacional”. Pues en realidad eso es lo que dice la encuesta.
Se ha realizado con 1.021 encuestas personales, con una metodología de cuotas. Si ese es el resultado, con preguntas cara a cara, y teniendo en cuenta que es un partido demonizado por la prensa, no son malos resultados para Le Pen. Aunque la “demonización”, dice Le Monde, beneficia al Frente Nacional. Lo dice también el vespertino. Eso es muy interesante. La prensa ha perdido eficacia. Ha perdido credibilidad. Una porción creciente de los votantes cree que los mensajes que se señalan desde los medios como verdaderos e importantes, son falsos.
De ahí las respuestas: ¿Se siente en Francia como en casa? La “correcta” es “sí”, pero muchos responden “no”. ¿Se identifica con los valores tradicionales? Un país que se identificado con una revolución, la revolución, que fue una hoguera de las tradiciones; de un catolicismo que pactaba con los turcos contra otros católicos, responde“sí”. ¿Cree que hay que controlar la inmigración? Respuesta con características suizas. Si vienen, que sea a trabajar y aportar. Y así todo.
A mí no me miren, que yo disolvería el Estado como un azucarillo, entiendo que la libertad de migrar es la de comprar un billete de tren o de avión, y me siento cómodo en una vecindad cosmopolita, si la diferencia de origen no implica diferencias en el cumplimiento de las leyes. No se trata de mi, sino de un francés de cada tres.
¿Cómo es posible? Lo es, porque hay una pulsión natural en todos nosotros, que es la de formar parte de una comunidad, identificable y amable. Lo es, porque aunque la democracia es muy poco democrática, todavía premia señalar la realidad con el dedo, aunque esa realidad no encaje en según qué bosquejos ideológicos. Quienes se quejan del auge de la llamada ultra derecha no deberían haberle dado el privilegio de decir lo que la gente ve y la intelligentsia no se atreve a pronunciar.