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Vagos y juerguistas

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Si añado que es vicepresidente de Grecia, se esfuma, con el misterio, el interés que pudiera suscitar el nombre de este caballero. Pero, ¿y si le digo que es un faltón, un filósofo y un político de raza?

Grecia está mendigando los euros sellados en Alemania y no sabe a qué recurrir. Unos han mencionado la deuda que adquirió Alemania con Grecia en la II Guerra Mundial, olvidando que Alemania la satisfizo en 1960. Ahora Pangalos se duele de que Alemania no afloje el bolsillo. Y lo explica porque, en lugar de actuar por solidaridad, Alemania “ha adoptado una visión moral de nuestro problema”, pues se señala que los males griegos provienen de que éstos “no trabajan lo suficiente. ¿Y por qué? Por que tienen buen clima, buena música, beben, y no son tan serios como los alemanes”. Conclusión de nuestro héroe: después de ellos vamos los portugueses y los españoles. ¿Será que él mismo nos considera vagos y juerguistas? Valga ello por lo de faltón.

Lo de filósofo va por la oposición entre la solidaridad y la moral. ¡Por supuesto! No hay nada más inmoral que la solidaridad. Al menos, tal como la entienden los políticos, es decir, vía impuestos. El reparto del coste del expolio es lo que conocemos habitualmente como solidaridad. Y en el caso que nos ocupa, el dinero va desde los Estados que han manejado bien sus cuentas públicas hacia los que han despilfarrado a espuertas. ¿Puede haber algo más contrario a la moral? Un filósofo, este Pangalos. Y un político de raza porque encuentra el argumento del momento para reclamar el dinero ajeno.

Pero, así como la solidaridad y la moral no se pueden ni ver, moral y economía son dos caras de la misma… sí, de la misma moneda. Porque la moral, es decir, el refrendo de las buenas costumbres, sanciona aquellos comportamientos que son más exitosos a largo plazo, como son el trabajo, el ahorro, cumplir con los compromisos adquiridos y demás. De modo que si Pangalos tuviera razón y Alemania se guardase sus euros por motivos morales, Alemania probablemente también tendría razón, pero no por vagos, como bien puntaliza Pangalos, sino por manirrotos.

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