La profesora Victoria Camps, darling del pensamiento único, no está en contra del capitalismo, menos mal, pero comparte la ficción de que no puede ser libre porque las personas somos indiferentes al interés general:
Una economía que fomenta el egoísmo, la competitividad y los beneficios materiales hace personas muy individualistas. Hay que ir a un capitalismo que priorice el bien común.
Esta extendida muestra de corrección política da por supuesto que el "bien común" es una cosa que no cabe alcanzar dejando a la gente en paz. Es evidente que, cuando la doctora Camps dice "hay que ir", no está formulando una recomendación a las personas libres, que éstas puedan seguir o no, sino a que los políticos la impongan sobre las personas libres. Es decir, está suponiendo que el bien común es algo que resulta propiciado si las personas son menos libres, lo que resulta muy difícil de demostrar, y de hecho doña Victoria no se atreve ni a confesarlo abiertamente.
En vez de ello, elípticamente proporciona unas supuestas informaciones que avalarían el diagnóstico implícito: no se nos puede dejar en paz. Por ejemplo, un disparate clásico: "Los más ricos cada vez son menos y acumulan más riqueza y el resto cada vez se empobrece más", lo que es doblemente cuestionable, porque no es malo que los ricos se enriquezcan, por un lado, y por otro no es cierto que en el mundo los pobres sean cada vez más y cada vez más pobres.
Otro bulo del pensamiento convencional es la suma cero, y la profesora se apunta con alacridad. Por ejemplo: "No hay trabajo para todos", como si el trabajo fuera una tarta y no una creación de riqueza por parte de los ciudadanos, que sólo obstaculizan los políticos, precisamente con las medidas intervencionistas que propugnan los bleeding hearts como doña Victoria.
Y el clásico "unos ganan mucho más y los demás perdemos", como si no hubiera forma de prosperar sin dañar al prójimo.