Como acertadamente ha aclarado la presidenta de la comunidad de Madrid, que desde hace meses es la única política del PP que hace oposición, es el distintivo de quienes acabaron con la libertad de medio planeta y la vida de más de cien millones de seres humanos inocentes, por cierto Rubalcaba, la inmensa mayoría de ellos obreros. Conviene aclarar esta cuestión y ponerle cierto freno a la verborrea progresista, porque en caso contrario van a acabar convenciendo a las víctimas de la LOGSE de que el Gulag era un circuito de balnearios con spa en la costa siberiana para descanso y solaz de los trabajadores soviéticos.
El hecho de que los socialistas de pesebre sigan levantando el puñito al acabar sus performances proletarias, por tanto, no sólo es una patochada sarcástica, sino una ofensa a todos los seres humanos que han muerto asesinados por la ideología más nefasta que la Historia ha conocido, cuyo legado exaltan estos revolucionarios de Armani y visa oro.
Podemos entender que quieran rentabilizar las horas que han dedicado a aprenderse la letra de la internacional en el karaoke de la agrupación, pero eso no implica que los demás debamos aceptar sus gestos como una ofrenda a la libertad del género humano, sencillamente porque el socialismo es su antítesis más conseguida.
Y como la verdad es lo que más puede molestar a un progresista, los políticos del PSOE han reaccionado como doncellas ultrajadas cuando en el PP han comparado el gesto del puño en alto con el saludo fascista. En efecto, no hay apenas equivalencia, porque el socialismo internacionalista asesinó con mucha mayor eficacia y en mayor volumen que su hermano nacionalista; aproximadamente unas veinte veces más. Por tanto, equiparar a uno y otro no es una "indignidad", como sugiere Elena Valenciano. Es simplemente un error matemático.