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Anarquía para lo que conviene

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Resulta curioso que la misma anarquía que no vale para organizar la sociedad sí sirva para organizarse a quienes organizan la sociedad.

Pedro Sánchez se encontraba en la cresta de la ola cuando en julio de 2014 fue elegido Secretario General del PSOE, esto es, considerando la suprema importancia de la que gozan los partidos políticos en la sociedad española, pasó a convertirse en una de las personas más poderosas del país.

Pero poco más de dos años después ha sido dimitido, a pesar de su férrea voluntad de continuar al mando de la organización, por sus propios compañeros, que no estaban dispuestos, al menos una parte de ellos, a consentir que el partido siguiera por la senda que su líder estaba marcando.

Más allá de las razones de fondo que han conducido a esta guerra civil dentro del decano de los partidos socialistas españoles, que realmente están más relacionadas con una lucha por el poder que con cuestiones ideológicas, convendría colocar el foco en analizar cómo la anarquía opera dentro de la política.

Y es que en política no hay ningún planificador central que todo lo dirija, no hay regulaciones impuestas desde arriba que condicionen el comportamiento de los individuos, sino que los políticos se rigen a sí mismos, son ellos los que se autoorganizan sin necesidad de que el Estado intervenga en ningún caso.

Resulta curioso que la misma anarquía que no vale para organizar la sociedad sí sirva para organizarse a quienes organizan la sociedad.

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