Asegurar el régimen mientras se consolida una nueva casta política y económica van unidos sin remisión.
Cree el ladrón que todos son de su condición. Al gobierno de Venezuela le preocupan las “desigualdades”. Se le llena la boca de sapos contra las oligarquías: oligopolistas que crean escasez para subir precios, terratenientes que viven de la renta del recurso natural y saqueadores que se apropian de lo que otros producen.
El chavismo acentúa desigualdades, condena a la pobreza y consume la riqueza del país mientras la reparte entre sus amigos. De un lado, los nuevos oligarcas del régimen, los boliburgueses. Del otro, unas clases medias cada vez más menguadas y debilitadas y una masa de pobres en constante alza. A ellos les despoja de bienestar, paz e ilusión. Entre medias, las milicias y colectivos bolivarianos, de los que obtiene feroz protección, enconado activismo y devoto proselitismo.
El chavismo ha triunfado y sobrevivido gracias al saqueo de la empresa más importante de Latinoamérica, la petrolera PDVSA. Esquilmarla con tal de sostener ese costoso entramado político de terror ha significado el inmediato desvío de sus fondos para sus intereses y sus cuentas corrientes. Asegurar el régimen mientras se consolida una nueva casta política y económica van unidos sin remisión.
Hoy sólo queda PDVSA. Los 17 años de chavismo han dejado como legado una Venezuela devastada, sin un gramo que extraer al proscrito aparato productivo del país. Ya todo lo fían a la renta petrolera.
El barril de petróleo Brent bajaba de los 30 dólares hace unos días. Ahora sólo les queda revolverse en su poltrona mientras exigen con vehemencia a la OPEP restricciones de producción para generar escasez artificial y lograr cargar precios de monopolio. Ellos son el monopolio, los privilegios, la corrupción, la inmovilidad y estancamiento social, la confrontación entre estratos sociales y la injusticia. Por el bien de la libertad, sólo nos queda esperar, y esperar a que no haya acuerdo de la OPEP.