Los dos candidatos más abiertamente liberticidas, la ultranacionalista Marine Le Pen y el ultraizquierdista Jean-Luc Mélenchon, obtuvieron más del 40% de los votos.
A la espera de conocer los resultados de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, el panorama en Francia no puede ser más desalentador. Los dos candidatos más abiertamente liberticidas, la ultranacionalista Marine Le Pen y el ultraizquierdista Jean-Luc Mélenchon, obtuvieron más del 40% de los votos. No es poca cosa si tenemos en cuenta que ambos programas, dos gotas de agua salvo en la cuestión de la inmigración, propugnan algo muy similar a lo defendido en España por Podemos (brutal incremento del poder del Estado sobre la sociedad), con la gran diferencia de que la formación filochavista «únicamente» se sitúa en el 20% del escrutinio.
Estos datos merecen ser interpretados a la luz del Estado de bienestar. El logro de décadas y décadas de los mayores niveles de Europa (esto es, del mundo) en fiscalidad, gasto público-social, regulaciones industriales y laborales, laicismo militante y multiculturalismo top-down, son Le Pen y Mélenchon, dos personajes que podrían acabar de destrozar un país crónicamente enfermo… de estatismo.
Dos datos, para finalizar, muy significativos (aunque nada sorprendentes). Uno de los lugares donde Le Pen ha obtenido mejores resultados ha sido el histórico Rosellón, cuyos habitantes han demostrado ser tan social-nacionalistas como sus primos hermanos al otro lado de los Pirineos Orientales. Por su parte, el mayor éxito de Mélenchon se localiza en el extrarradio de París, en Sena-Saint Denis, el departamento que cuenta con más inmigrantes o descendientes de inmigrantes; el gueto francés por excelencia: altísimas tasas de paro, disturbios generalizados y foco-refugio de terroristas. ¡Enhorabuena!