En épocas convulsas, siempre reaparecen las explicaciones fáciles y los sospechosos habituales: ricos y extranjeros siempre están ahí para cargar con las culpas.
No hay nada más fácil que buscar un chivo expiatorio al que culpar de nuestros males. La gente prefiere explicaciones complacientes a pensamientos rigurosos. En épocas convulsas, siempre reaparecen los argumentos fáciles y los sospechosos habituales: ricos y extranjeros están ahí para cargar con las culpas.
Si coinciden en un grupo ambas características, mejor que mejor: los judíos en la Centroeuropa de Hitler, los chinos en Indonesia o Malasia a finales de los 90, los indios en la Uganda de Idi Amin…
Si no coinciden, hay que decantarse. Los hay que optan por la exaltación nacionalista. Desde el populismo nacionalista de Le Pen al de Putin o Trump, las culpas recaen en los inmigrantes que «nos roban los trabajos», los productos extranjeros que se quedan con el mercado doméstico o los países extranjeros que deslocalizan nuestro capital.
Otros afilan la retórica en su cruzada contra los ricos. Si de deflación se trata, son los mercados financieros los enemigos. Lo encontramos en William Jennings Brian o Sanders pasando por Henry Ford y Varoufakis. Cuando la inflación es la que castiga, los canallas son los malvados especuladores y comerciantes: de Robespierre a las Chekas pasando por Chang Kai Check hasta llegar a Maduro…
En fin, nada nuevo bajo el sol. De pogromo en pogromo para satisfacer la sed de sangre de la democrática mayoría.