Cuando se tiene algún deseo o se está incómodo, se monta un escándalo y otros vienen a satisfacer nuestros deseos.
En cada infante se esconde un pequeño tirano. De niños, creemos que los demás están ahí para servirnos, tenemos un sentido muy acusado de lo que es nuestro y muy debilitado de lo que es de los demás. Los límites a los antojos forman parte del proceso civilizador y la capacidad de aplazar la gratificación y tolerar la frustración es algo que tiene que ser aprendido.
En esas edades, quien no llora no mama. Cuando se tiene algún deseo o se está incómodo, se monta un escándalo y los padres vienen a satisfacer nuestros deseos. Madurar cuesta y más si no se imponen límites… Muchos continúan con la práctica durante toda su vida.
¿Cuáles son las ideas sobre la escasez y la economía de un niño? Sencillo. Hay tantos juguetes en la habitación: tantos coges tú, tantos menos me quedan a mí, y viceveresa. ¡Que venga papá a hacer una distribución más equitativa! Descubrir que se pueden fabricar nuevos chismes, multiplicar los juegos o complementarse (cooperar) con el otro para obtener más los dos –pasar de un paradigma de escasez a otro de expansión- es algo que no sólo los niños, sino muchos adultos, jamás llegan a comprender.
El dinero y el comercio también son “fáciles” de entender por la mentalidad pueril de niños… y adultos. Cada vez que entro en una tienda, los productos están ahí. No me planteo que alguna vez puedan no ser repuestos o no estén. Lo que me separa de mis deseos siempre es la falta de billetes en mi cartera o que papá no me suba la asignación. ¿No sería una gran solución hacer más billetes o subir las asignaciones para que así todos pudiéramos comprar todo lo que queremos? Hasta el vendedor se pondría contento al vender más…
¿Planificación de la actividad, gastos corrientes, iniciativa y producción? En el colegio, en la universidad, toda mi actividad está regulada: los libros y los programas que tengo que estudiar, las horas de cada clase, los deberes. El estado corre con la planificación y cubre los gastos. A mí sólo me corresponde seguir en el rebaño. Pasada la veintena, entro en pánico: pretenden que empiece a pagar yo las facturas, a tomar decisiones y a atender las necesidades de los demás con producción valorada si quiero ser remunerado. ¿No podría seguir como antes -en una perpetua adolescencia- hasta la tumba? Desgraciadamente muchos no maduran nunca.