El pensamiento político, desde sus comienzos en la Grecia Clásica, centró buena parte de su estudio en la definición del buen gobierno y del buen gobernante. A veces, buscando el “ideal”, como Platón (en La República), otras de modo más realista, como el mismo Platón (desengañado) en Las Leyes o El Político, o Aristóteles en su Política. Otros autores clásicos lo trataron también (Tucídides, Jenofonte, Polibio, Cicerón, etc.). Una tradición que interrumpió Maquiavelo (1469-1527) en el Renacimiento, a comienzos del siglo XVI.
Al introducir la “Razón de Estado” en el pensamiento político, Maquiavelo representó todo lo que de ruptura significó el Renacimiento con respecto al pensamiento político precedente. El Príncipe (1513), obra cuyas tesis circulaban ya desde antes de 1513, presentaba un gobernante despótico con poderes absolutos y cuya voluntad era ley. Era una nueva visión, la primera teorización de un nuevo tipo de despotismo, la “monarquía absoluta” fraguada en la Edad Media, que emergía en el siglo XVI en casi toda Europa, y que se impondría en los países protestantes y en algunos católicos, como Francia.
San Agustín (354-430), en su De Civitate Dei (la Ciudad de Dios), introdujo en el cristianismo el debate sobre el “buen gobierno” y el “buen gobernante”, para el que dio buenas orientaciones. Lo desarrolló San Isidoro de Sevilla (560-636) en Las Etimologías, donde contrapuso el buen gobernante al tirano. Santo Tomás (1225-1274) lo definió más precisamente con esta formulación: es el rey para el reino y no el reino para el rey: los reyes no pueden hacer su capricho. En contra de una equivocada, aunque muy difundida opinión, la escolástica medieval condenó el absolutismo de derecho divino y la tiranía. Y Juan de Salisbury (1120-1180) propuso incluso el tiranicidio contra los malos gobernantes (tiranos).
Espejos de Príncipes
En ese entorno intelectual nació una literatura política denominada “Espejos de Príncipes”, que constituyó un género didáctico y moralizante típico de la Edad Media y del Renacimiento. Su propósito era instruir a los gobernantes en el arte del buen gobierno y la moralidad, la justicia y las virtudes que debían poseer. Dirigidos a los príncipes o a sus educadores, se proponían formar a los líderes de la sociedad y tuvieron gran influencia en la teoría política y en la formación de las élites europeas. Una literatura que languideció en el siglo XV. La aparición de El Príncipe, de Maquiavelo, produjo un renacer del género.
Así, tan pronto como en 1516, Erasmo de Rotterdam (1466-1536) publicó su Institutio principis christiani (institución del príncipe cristiano), obra dedicada al futuro emperador Carlos V (1500-1558), por encargo de su preceptor. Erasmo criticó al príncipe maquiavélico, quien, mediante una “Razón de Estado” abusiva, hace una política astuta, amoral y pesimista, es decir, cuestionaba la exclusión de la ética en las tesis de Maquiavelo. Su contraposición con Maquiavelo es de base. Erasmo destacó la importancia de la moral cristiana en la educación del gobernante, y reivindicó el orden contractual y jurídico del gobierno, que implica obligaciones del Príncipe para con sus súbditos, frente a Maquiavelo y su tesis histórico-política de la guerra civil permanente y a muerte por un poder omnímodo dentro de cada sociedad.
Para Erasmo, incluso podría aceptarse separar la política de la ética, pero no se la puede separar de la justicia. Y, además, si bien puede resultar realista centrar la atención de la política en el gobernante, no es muy realista olvidar la otra parte de la política, los gobernados. Y es que, como dijo San Agustín, un Estado sin Justicia es una banda de ladrones de la que hay que protegerse: en ausencia de justicia, la rebelión de los gobernados es siempre una posibilidad real. Maquiavelo no creó solo una “política” liberada de ética y justicia, sino que estableció la fundamentación para un nuevo tipo de despotismo, el absolutismo monárquico de Derecho Divino, que se impuso en la Europa del siglo XVI, especialmente entre los príncipes protestantes.
Uno de esos espejos de príncipes fue De Rege et de Regis Institutione (del Rey y de la Institución Real), de Juan de Mariana, publicada en 1599, y escrita también por encargo del preceptor de Felipe III, al que la dedicó. El género continuaría en el siglo XVII, en que Francisco Suárez escribió uno para un príncipe polaco. Pero este género murió en ese mismo siglo: cuando Luis XIV (1638-1715) ordenó elaborar sus famosas Instrucciones al Delfín, lo que se hizo fue un informe sobre el estado de situación y los problemas de Francia.
El maquiavelismo político
Aunque “naturalista” y “realista”, el pensamiento de Maquiavelo también se fundamentó en la historia, pero ¿en qué historia? Porque la historia, para él, es el saber que analiza las relaciones de poder y, registra relaciones y cálculos de fuerza para alcanzarlo, en una guerra civil permanente por el poder total, dentro de cada sociedad. La historia es el discurso del poder, de la lucha por él, una recopilación de modelos tácticos de su ejercicio, visto desde el lado del Príncipe. Planteamiento contrario al contractual-jurídico postulado por la escuela española, que estudió la historia como desarrollo de la soberanía para alcanzar la integración social y la paz civil. También influyó en Maquiavelo la realidad de Italia y de Europa, enfrascadas entonces en luchas por la supremacía en todas partes.
En El Príncipe, Maquiavelo aconsejaba al gobernante sobre cómo ganar y conservar el poder en momentos difíciles. Maquiavelo orienta al Príncipe, le enseña los arcanos del poder y del Estado, y le muestra cómo usarlos en su provecho. Se le atribuye la autonomía de la política, “ciencia política” realista y de inspiración naturalista, separada de la moral y de la ética. Y, ciertamente, la política y la moral se excluyen: para el “príncipe” de Maquiavelo, el fin justifica los medios, y la Guerra Justa es la que conviene o interesa al gobernante. Gran parte del éxito del maquiavelismo se debió a su aceptación y desarrollo por Hobbes (1588-1679) y quienes le siguieron.
Sin embargo, Mariana, al igual que toda la Escuela de Salamanca, fue contrario a Maquiavelo. La gran influencia de Erasmo en España -consejero de Carlos I de España y V de Alemania, amigo y maestro de Juan Luis Vives y amigo de Cisneros, de Francisco de Vitoria y de Adriano de Utrecht (luego Papa Adriano VI, etc.)- ayuda a entender el anti-maquiavelismo que caracterizó el pensamiento de los maestros españoles del Siglo de Oro. Una oposición que centró sus críticas al pensador florentino en esos dos aspectos: el olvido de los gobernados y la separación de la política de la justicia.
De Rege et de Regis Institutione, de Juan de Mariana
Muchas veces se ha tratado de esta obra, de sus fundamentos y de sus consecuencias. Obra en la que estableció su teoría del tiranicidio, y que ganó su fama por las veces que fue quemada. Primero la quemaron en París, en 1610, luego en Londres, en 1614, acompañada en aquella quema por la obra de Suárez (1548-1617) Defensio Fidei. Y también fue quemada en múltiples universidades y principados protestantes. Una obra tan perseguida no puede dejar de llamar la atención de todos los espíritus inquietos y, de ahí, la fama de la obra y del autor.
Para Mariana -con esto comienza su De Rege-, la sociedad nace del bien, de la sociabilidad natural de los hombres, un don concedido por Dios, en un inicial estado de naturaleza primitivo, caracterizado por la precariedad, sobre todo tras el pecado original. Pero el poder político procede del mal: fue por la debilidad humana y por la falta de protección en los conflictos de la vida social, por lo que establecieron un poder que asegurase la paz y la justicia en la sociedad.
La legitimidad del poder se fundamenta, pues, en el consentimiento de los gobernados, pues Dios, origen de todo poder, no lo entrega al Príncipe, sino que se lo da al pueblo, que lo atribuye al gobernante. Un planteamiento “contractual” (pactum subjectionis): es el pueblo, no Dios, quien designa y acepta al gobernante, y lo hace a fin de establecer leyes iguales para todos y asegurar su cumplimiento. Para Maquiavelo, la voluntad del gobernante es ley, mientras que Mariana defendió el derecho histórico como limitación del poder de los príncipes.
Mariana fundamentó su tesis de la resistencia a la tiranía, hasta el tiranicidio, en esa concepción popular y democrática de la titularidad del poder, de origen medieval, pero formulada bajo presupuestos modernos por él, como lo acredita su adopción por los pensadores del primer liberalismo -el británico Locke (1632-1704), o los norteamericanos Paine (1737-1809) y Jefferson (1743-1826)-: la tiranía era el peor sistema de gobierno y la fuente de toda corrupción. Mariana también fue historiador y ofrece paralelismos con Maquiavelo en cuanto a la fundamentación histórica, pero con un planteamiento opuesto: Mariana estudia los hechos fundantes del derecho público y constitucional, con deberes del Príncipe para con el pueblo, y también se apoya en ejemplos de la historia. Mariana fue uno de los pocos clásicos españoles que llegó a la teoría política a través de la historia y no sólo desde la teología.
La monarquía hispánica, una “monarquía limitada”
Mariana escribió su obra desde su propia experiencia de gobierno limitado de los monarcas españoles, que él vivió. Por eso valoró mucho las instituciones representativas medievales limitativas del poder de los reyes, como las Cortes, los Parlamentos, los Estados Generales, Dietas, etc., casi todas ellas desaparecidas o en estado de latencia en el siglo XVI, ante la irrupción del absolutismo monárquico, que se impuso en todo el mundo protestante y en algunos países católicos, como Francia. Incluso en Inglaterra, la dinastía Tudor fue absolutista, igual que la dinastía Estuardo que le sucedió y que mantuvo sus pretensiones al poder absoluto hasta su derrota por la Revolución Inglesa, en 1648.
Pero no fue ese el caso de España, de la España en la que vivió Mariana bajo los reinados de Carlos I, Felipe II y Felipe III. Y, aunque también padeció la monarquía hispánica tendencias absolutistas, las Cortes mantuvieron sus poderes y control sobre todos los soberanos hispanos: sobre Fernando el Católico y sus sucesores, fuesen Trastamara-Habsburgo o de la dinastía Borbón. Una situación que se mantendría hasta finales del siglo XVIII, mientras el absolutismo monárquico se imponía, de iure o de facto, en casi toda Europa.
Mariana, como Suárez y toda la Escuela Española, y no Maquiavelo o Hobbes, fueron los autores de las tesis sobre el poder realmente modernas que, con el tiempo, serían asumidas por el primer liberalismo: la teoría del consentimiento de los ciudadanos como fundamento de todo poder legítimo, construida por los maestros españoles. Unas tesis que también inspiraron la primera revolución verdaderamente liberal, la Revolución Americana (1776), cuyo 250 aniversario se cumplirá en 2026.