Aunque el eslogan que encabeza este artículo pueda parecer una contradicción sin sentido, es metafóricamente válido para comprender si las políticas económicas de los gobiernos populistas a nivel mundial, especialmente en América Latina, han sido viables y sostenibles. Esto se analiza desde la óptica del liberalismo económico, en términos de productividad, competitividad, libre competencia y comercio, y equilibrio fiscal.
Si bien este ensayo se centra principalmente en las políticas económicas populistas, es importante destacar cuáles han sido los fundamentos más relevantes, tanto económicos como políticos, de estos movimientos. En este sentido, Pierre Rosanvallon sostiene que el populismo se ha constituido sobre cinco elementos: “una concepción del pueblo, una teoría de la democracia, una modalidad de la representación, una política y una filosofía de la economía y un régimen de pasiones y emociones” (Pierre Rosanvallon, El Siglo del Populismo, 2020).
Historia del populismo
Contrariamente a la creencia tradicional de que el populismo es un movimiento político originario de Hispanoamérica, su historia y orígenes tienen antecedentes sorprendentes. Según Pierre Rosanvallon, estos se encuentran en tres contextos históricos distintos y escasamente vinculados.
El primero se dio en la Rusia de los años 1870-1880. Un movimiento de intelectuales y jóvenes de clases adineradas e incluso aristocráticas, críticos de los proyectos de modernización de tipo occidental, se opuso a estos y propuso, en cambio, mantener las tradiciones de la comunidad agraria y la asamblea local como punto de partida para la edificación de una nueva sociedad.
El segundo surgió una década después en Estados Unidos. Fue conocido como el People’s Party, cuyos seguidores eran calificados generalmente de populistas. A principios de la década de 1890, este movimiento alcanzó cierto éxito, reclutando a una multitud de pequeños agricultores de las grandes llanuras en conflicto con las empresas ferroviarias y los bancos con los que se habían endeudado. Sin embargo, el People’s Party no logró atraer a una audiencia nacional, a pesar del eco que encontró su denuncia de la corrupción política y su llamado a una democracia más directa.
Para Pierre Rosanvallon, el People’s Party fue un genuino movimiento popular, pero permaneció limitado a un mundo agrícola geográficamente circunscrito, sin captar afectos en el electorado obrero. Dentro de este contexto, es importante resaltar, como señala Rosanvallon en su obra citada, que ninguno de los populistas estadounidenses conocía la utilización precedente del término “populista” en Rusia.
El tercer referente histórico del populismo, según el mencionado autor, se encuentra en Francia, país en el cual el término “populismo” hace su aparición en 1929, en un contexto completamente distinto y sin ningún lazo con las dos historias precedentes.
La peculiaridad del populismo francés radicó en que fue un pronunciamiento únicamente literario, que invitaba a los novelistas franceses a tomar más como objeto a los sectores populares. Dentro de este movimiento, destacaron novelistas franceses como Zola, así como los contemporáneos Marcel Pagnol y Eugène Dabit, como exponentes de esta modalidad de populismo literario. Estas tres historias paralelas no interactuaron entre sí y no constituyeron una prefiguración de los fenómenos populistas contemporáneos, según el citado autor.
Ante el reciente surgimiento de lo que se ha etiquetado como populismo de derecha, es importante mencionar algunos de los elementos más característicos de ambos movimientos, que implican ciertos elementos diferenciadores y comunes. Estos obedecen más a sus lineamientos políticos que a un conjunto de principios económicos científicamente validados y que han sido altamente cuestionados por la literatura académica liberal.
Elementos característicos del populismo económico de derecha
El populismo de lo que hoy en día ha sido denominado como “de derecha”, a pesar de sus imprecisiones conceptuales, se ha caracterizado en su praxis económica por defender una serie de principios como el nacionalismo económico y el conservadurismo fiscal, posturas antiambientalistas, antiglobalización y proteccionistas en el marco de una política comercial mercantilista. Este conjunto de políticas tiene un impacto negativo en la economía mundial al limitar el comercio, la libertad de los mercados internacionales y su eficiente funcionamiento en términos de productividad y asignación de recursos.
El populismo de derecha ha encontrado un terreno fértil en los choques geopolíticos y geoeconómicos, principalmente entre Estados Unidos y China. Dentro de estos juegos de reacomodo de cuotas de poder a escala global, las fuerzas políticas que defienden políticas como las antes descritas en las democracias occidentales han encontrado la perfecta y hasta cierto punto legitimidad política y económica para implementar las medidas mencionadas.
Elementos característicos del populismo de izquierda
El populismo de izquierda ha marcado la pauta histórica de estos movimientos sociopolíticos en el mundo, en especial en América Latina, donde han sido un referente global por sus orígenes y referentes históricos contemporáneos, tanto políticos como económicos.
En lo que respecta a los elementos económicos que han caracterizado este populismo, es importante mencionar a dos reconocidos economistas, Rudiger Dornbusch y Sebastián Edwards, quienes, a principios de la década de 1990, organizaron una conferencia en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) sobre los principales elementos característicos de las políticas económicas populistas implementadas en América Latina. La exposición de ambos se basó en un ensayo editado por ellos y titulado “La macroeconomía del populismo en América Latina” (Dornbusch y Edwards, 1991), en el cual realizaron las siguientes y lapidarias reflexiones:
“El populismo es un enfoque de la economía que enfatiza el crecimiento y la redistribución de los ingresos y pasa por alto los riesgos de la inflación y la financiación del déficit, las restricciones externas, y la reacción de los agentes económicos ante políticas agresivas que no son de mercado” (p. 9).
En lo que respecta a los problemas de desigualdad social, que han sido el trasfondo sobre el cual los líderes populistas latinoamericanos han sustentado su discurso político, los citados economistas sostuvieron lo siguiente:
“Los regímenes populistas han tratado históricamente de lidiar con los problemas de desigualdad de ingresos mediante el uso de políticas macroeconómicas demasiado expansivas. Estas políticas, que se han basado en el financiamiento del déficit, la generalización de los controles y el desprecio por los equilibrios económicos básicos, han resultado casi inevitablemente en grandes crisis macroeconómicas que han acabado perjudicando a los segmentos más pobres de la sociedad” (p.1).
Ambos economistas aseveran que el populismo debe considerarse como un enfoque macroeconómico irresponsable, el cual suele generar algunos resultados positivos a corto plazo, bajo ciertas circunstancias económicas favorables de tipo coyuntural. Esto dependerá del país en cuestión y de sus actividades económicas en cuanto a su entorno internacional principalmente, pero es insostenible a largo plazo y, por lo tanto, pavimenta el camino para el surgimiento de crisis estructurales devastadoras, que terminan minando sus niveles de competitividad y productividad. Al respecto, podemos citar como el ejemplo más palpable en la actualidad el caso venezolano.
Conclusiones
Es relevante destacar, en aras de la seriedad académica y científica, que han existido matices en la aplicación de algunas de las políticas económicas de corte populista, ya sean de derecha o izquierda. Estos matices han marcado ciertas diferencias en cuanto a la sostenibilidad y viabilidad de estas directrices económicas.
Entre estos matices, podemos mencionar como ejemplo el recetario de políticas económicas aplicadas en los últimos 25 años en Venezuela y en Bolivia, las cuales han diferido en ciertos aspectos. En términos de disciplina fiscal, las políticas económicas de Venezuela y Bolivia exhiben diferencias significativas: mientras que Bolivia ha priorizado la gestión responsable de sus reservas y el control de su gasto público, Venezuela ha optado por la impresión monetaria para financiar su déficit, experimentando hiperinflación.
El caso argentino, bajo las administraciones kirchneristas, a pesar de sus excesos fiscales y altos niveles de endeudamiento e inflación, jamás llegaron a los niveles de destrucción del aparato productivo experimentados en Venezuela con sus políticas intervencionistas y estatistas.
Estos matices no invalidan las tesis expuestas anteriormente sobre los efectos perniciosos que históricamente ha generado, principalmente el populismo de izquierda, y ahora el de derecha, en diferentes grados y medidas, sobre la libertad de los mercados y su eficiente funcionamiento. Todo lo contrario: el caso venezolano, donde el recetario de políticas económicas populistas de corte izquierdista ha tenido su máxima expresión e implementación (en cuanto a déficits fiscales, excesos de endeudamiento y destrucción no solo del aparato productivo privado, sino también el público), corrobora las tesis arriba mencionadas sobre los efectos perniciosos de estas políticas a mediano y largo plazo debido a su insostenibilidad.
A pesar de estas gradualidades, las políticas económicas de corte populista, sean de derecha o izquierda, comparten ciertos puntos comunes como:
- Una mayor intervención gubernamental en la dinámica de sus respectivos sistemas económicos, que distorsionan el libre y eficiente desempeño de los mercados de bienes y servicios, tanto nacionales como globales.
- Una creciente politización de los mercados, sujeta a intereses políticos que terminan generando altos niveles de incertidumbre e inseguridad jurídica para los sectores económicos.
- Y por último, y en especial en el populismo de izquierda, la soga económica de los gobiernos populistas llega a extenderse tanto, a través de su excesivo, ineficiente e insostenible gasto fiscal, que termina siendo su propia horca económica y política, al no poder sustentar su sistema económico a largo plazo.