La comunidad judía del mundo está destrozada: los terroristas de Hamás han entregado en una ceremonia bárbara cuatro cadáveres; entre ellos los cuerpos sin vida de Ariel y Kfir, un niño de cuatro años y un bebé de nueve meses que fueron secuestrados junto a sus padres por terroristas palestinos en los atentados del 7 de octubre de 2023. El Ejército de Israel confirma que estas dos criaturas fueron brutalmente asesinadas a sangre fría por estos inhumanos “con sus propias manos”.
En la ceremonia de entrega de cadáveres, el júbilo imperaba en la muchedumbre palestina. Los padres con sus bebés en brazos celebraban, los niños palestinos celebraban la muerte de sus enemigos.
Los libertarios tenemos como regla fundamental el principio de no agresión. Naturalmente, consideramos al monopolista del uso de la coacción: el Estado, como la principal amenaza para la libertad individual. Quizá de modo ingenuo muchos en nuestras filas, empezando por Murray N. Rothbard, han abordado la problemática del terrorismo y de la invasión cultural del fundamentalismo islamista a Occidente desde una óptica racionalista, donde el culpable principal es el Imperio que ha buscado despojar a los nativos de su propiedad e imponer sobre ellos su cultura; y como respuesta, estos pueblos salvajes han reaccionado utilizando el terrorismo como medio para su defensa. Se ha llegado a la conclusión de que casi bastaría con la extinción de los estados para que imperara en el ámbito global una convivencia pacífica basada en el respeto de la vida, la libertad y la propiedad privada.
El problema del marco de la filosofía moral de Rothbard para comprender esta problemática compleja es que su uso parte de supuestos de racionalidad alineados con los valores morales de una civilización en particular: la Civilización Judeocristiana. Una civilización donde se presupone que la vida es deseable y que la muerte debe ser evitada, que la libertad de pensamiento es un derecho, que los individuos deben gozar de igualdad ante la ley, que el derecho natural debe ser defendido; en fin, una serie de supuestos que han sido la causa del florecimiento de esta civilización, que a su vez pueden ser comprendidos desde una óptica racionalista, y que, sin embargo, no se encuentran contenidos en la totalidad de las culturas, a pesar de los procesos de globalización que caracterizan a nuestros tiempos.
Es ingenuo alegar que el terrorismo es un problema de índole racional que pueda ser resuelto por la vía de la negociación, del diálogo o de la renuncia material. El fundamentalismo islamista es la ideología que enfrenta a la Civilización Occidental con los apologistas de la barbarie, al valor de la vida con las ansias de la muerte, a la tolerancia con la intolerancia y a lo moral con lo inmoral.
Gaza, así como algunas teocracias fundamentalistas y organizaciones islamistas paraestatales, ha demostrado ser un nido de terrorismo sin intención de integrarse al progreso de la civilización. Siendo esta una sociedad que demuestra incapacidad para contener las agresiones hacia otra sociedad, esta otra, valiéndose de su derecho a la autodefensa, debe tener permitido invadir a la agresora e imponer sus valores: destruir una ideología agresora antes que esta la destruya.
Por más que esto parezca dinamitar los cimientos ideológicos del libertarismo, hoy más que nunca los libertarios debemos preguntarnos si llegó la hora de dejar de tolerar cualquier ideología cuya prevalencia suponga la desaparición de nuestros valores. Cualquier ideología que venere la muerte, la esclavitud, la socialización de los medios de producción, es para nosotros inherentemente inmoral, y el actuar moral debe ser destruirla.
Las victimizaciones de los salvajes y la culpabilización indefectible del Tío Sam deben quedar para el análisis histórico de otros episodios. Quizá llegó el momento de que nuestros intelectuales discutan opciones afines a nuestros ideales para imponer mediante la fuerza nuestros valores a quienes nos intentan destruir, tanto desde otras latitudes como dentro de nuestras fronteras. No podemos combatir explosivos con libros y pancartas. Debemos reprimir ideologías que enseñan a reprimir, debemos ser intolerantes con quienes no toleran nuestra libertad. Debemos matar una ideología, si es que no queremos regresar a la barbarie.