La elección de un nuevo sumo pontífice, como dicta la tradición, está llena de incógnitas, especulaciones y expectación. Gracias al Espíritu Santo, el heredero de Pedro fue escogido con brevedad, pues más tiempo, en este mundo donde todo debe ser inmediato por un consumismo desmedido (incluido en este caso) que invade también el ámbito mediático, considero que hubiera sido desastroso. Y no digo que esto sea bueno, en absoluto, pero sí que nos ha librado a los católicos, del tormento de unos medios carroñeros que empezarían a hablar de cisma, ruptura o de una Iglesia dividida y polarizada.
No pretendo hablar del antiguo cardenal Prevost en exceso, pues no he investigado a fondo de él. Sí pretendo hacerlo de aquellos que lo han hecho desde el momento en el que, Dominique Mamberti, cardenal protodiácono, ha dicho el nombre del elegido. Con hablar del papa, no me refiero a mencionar su nombre, opinar de cuál puede ser su futura labor, o posicionarle, de manera respetuosa, en una continuidad bergogliana o una postura más alejada del fallecido pontífice jesuíta; me refiero a aquellos que han saltado a la palestra, acorde a sus típicas formas, con recurrentes tópicos. Desde aquellos que ya le tachan de ‘masón’ (que los hay) o ‘progre’, hasta los que critican la supuesta ‘opulencia con la que se ha presentado’ o le señalan como ‘encubridor’.
Creo que es importante señalar las primeras palabras que ha dicho León XIV: “¡La paz esté con todos ustedes! Queridísimos hermanos y hermanas…”. Esta sencilla frase, aparentemente inofensiva (para cualquier católico), es casi un ataque desde la percepción de todos los mencionados anteriormente. Parecerá una exageración, pero no lo veo así, pues todos ellos llevan el enfrentamiento en sus venas. Estas mismas personas son las que con el papa anterior, también le pusieron las etiquetas del ‘papa progre’, ‘representante del maligno en la Tierra’, ‘masón’ o ensalzaban su figura por supuestamente tener una ruptura con los anteriores y, según ellos, adaptar la iglesia católica a la sociedad y que era una tortura para los fachas y neoliberales (curioso que la mayoría de estos, al 95% de seguridad, son de los que en las comuniones y bautizos, están en el bar hasta que termina la ceremonia y luego van directos al banquete).
Ahora, con León XIV, en plataformas como X o medios de comunicación, desde un primer momento le quieren posicionar como ‘progre’ o ‘conservador’, buscando absolutamente cualquier consuelo de sus vacíos corazones y cerebros, que solo se ven saciados cuando se genera ese conflicto entre bandos que tanto ansían que también llegue al papado. Todo esto es una clara demostración de la sociedad, pues este cónclave y este último papado, han vivido una sociedad polarizada, donde la dialéctica marxista de bandos, de oprimidos y opresores ha llenado todo el mundo, incluso en los sectores más supuestamente antimarxistas. Por parte de los católicos, y de cualquier persona sensata y que confíe en la paz, no se debe caer en este conflicto.
Por ahora, a este nuevo papa solo se le podría juzgar, basándose en determinadas declaraciones anteriores, o su primer discurso desde el balcón de la Basílica de San Pedro. Desde luego que no valoraré ahora si es continuista o no, pero por lo dicho en su discurso, no ha dicho nada que no sea el Evangelio y el espíritu de la iglesia. Pero ya tenemos: a personas tachándole de woke porque no ha dicho nunca que haya que hundir pateras a cañonazos y degollar islamistas y apedrear homosexuales; y personas tachándole de encubridor de pederastas, por casos aún no esclarecidos y por los cuáles se tomaron medidas preventivas o de absoluto machista y retrógrado por no haber bailado el agua a todos aquellos que quieren sacerdotas y matrimonios homosexuales.
A todo aquel que conserve algo de sensatez, y quiera mantenerse en la paz, que no señale a este papa, mucho menos antes de ver sus actos. Y a aquellos que se santiguan temiéndose lo peor o celebran porque supuestamente sea un ‘revolucionario’ como Francisco, solo informar de algunos asuntos del anterior pontífice:
- Era profundamente antiabortista y clasificó a los médicos que facilitaban esta cruel práctica como sicarios.
- Hablaba de acoger y no odiar al inmigrante, un mensaje profundamente cristiano, pero no defendía la pérdida del catolicismo ante ellos, sino su acogida para su posterior conversión. Lo que viene siendo, evangelización.
- No ha tocado prácticamente nada de la doctrina de la iglesia, la iglesia, por mucho que quieran vender los progres, no ha cambiado para el mundo. El mensaje se ha adaptado al tiempo, pero el contenido no. Es el mundo quien debe adaptarse a la iglesia, no a la inversa.
- Se oponía al matrimonio homosexual, a la ordenación sacerdotal de las mujeres y a la eutanasia. En cuanto a lo primero, dijo una cosa muy acertada, y es que él no podía juzgar a un gay por ser gay, pues es él mismo quien sabrá cómo manejar su vida y posteriormente ser juzgado antes de la vida eterna.
- Ha hecho una labor acorde a su orden y pensamiento, pero esa labor fue comenzada por sus antecesores, también, una labor pastoral. A alguno le parecerá errónea o no, pero no sabemos qué es lo que quiere León XIV, seguramente ni él lo sepa del todo y para ello está Dios para guiarle.
Y después de esta pequeña lista, diré claramente que ninguno de los dos bandos podréis otorgaros la medalla, da igual que os guste o no, no sois nadie más que personas vacías que tratáis de buscar un aliado en vuestras tristes luchas. Véis en una estola bordada un motivo de desprestigio o de ensalzamiento porque intentáis interpretarlo a vuestro antojo. Tratáis de pensar que el plan de Dios, es el vuestro y os da rabia ver que solo lo conoce Él, tratando de pasarlo a vuestras luchas absurdas con lenguajes políticos, cuando aquí no solo hay política, sino divinidad.
Vivamos en paz este nuevo papado, e incluso, ignoremos a estos guerrilleros que tratan de dividirnos a los propios católicos y recemos por ellos. Pues la paz hoy en día, no solo es no pelearse de forma física, sino también es evitar la confrontación dialéctica de bandos. Confiemos en que León XIV lleve a la iglesia en buen camino, pues es un pilar fundamental para occidente y su labor es la evolución de la civilización que hoy en día somos, por mucho que los Estados a través de su propio endiosamiento quieran hacernos creer que no es así.