Por la prohibición del taxi
Los madrileños hemos demostrado que podemos vivir sin taxis y que, de hecho, vivimos mejor sin ellos.
Los madrileños hemos demostrado que podemos vivir sin taxis y que, de hecho, vivimos mejor sin ellos.
La solución no es impedir la competencia, sino mejor servicio y más calidad.
El caso del taxi es una muestra más de lo que sucede cuando el Estado interfiere en un servicio.
Es una lástima que el chusco episodio de Echenique no sirva para desmontar el disparatado ordenancismo laboral y tributario.
Parece que izquierda y ultraizquierda podrían confluir en subir los impuestos a los propietarios para controlar los precios de los alquileres.
El poder político no garantiza ningún resultado, pero sí distrae recursos y, sobre todo, distorsiona el sistema de precios.
España no puede conformarse con hacerlo tan mal como otros. Tenemos que compararnos con los mejores.
Para que una política pública tenga justificación, se necesita una opinión pública favorable.
Los reguladores no suelen legislar atendiendo a las necesidades del conjunto de la población.
El riesgo de España siempre se crea cuando, desde las instancias políticas, se nos dice que no pasa nada y que “hay margen».