En busca de un titular

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La descripción periodística objetiva de un hecho es imposible. Incluso cuando quien la realiza cree actuar desinteresada ydesapasionadamente (segunda la segunda acepción que de “objetivo, objetiva” da la RAE), esa descripción nunca es “independiente de la propia manera de pensar o de sentir” (primera acepción de la RAE), y está siempre condicionada, lo queramos o no, por la forma de ser, de pensar, de vivir y de entender el mundo de quien la realiza. Si ni siquiera es del todo objetiva una fotografía, que siempre recoge una muestra, por definición parcial, y dependiente del fotógrafo, de la realidad que pretende captar, qué no ocurrirá cuando para elaborar una crónica el periodista tiene primero que captar todo lo que pueda de esa realidad dinámica y, por definición, inasible en su totalidad (primer filtro), comprenderla y asimilarla a través de los conceptos y forma pensar propios (segundo gran filtro), y transmitirla a través de palabras, polisémicas y nunca biunívocas (tercer gran filtro). Así, cuanto más escueta esla crónica, más se simplifica esa realidad, y más patente quedan los prejuicios de su autor. En el titular de la noticia se llega al extremo.

En los últimos días estamos asistiendo a lo que parece una forma casi unánime de describir lo que está ocurriendo en Israel. Las crónicas -no digamos ya los titulares- de la práctica totalidad de los periódicos de nuestro país tienen el mismo enfoque: todos destacan el poder y la fuerza, aparentemente incontrolados e incontrolables, de Israel, el dolor y la muerte que está ocasionando en los palestinos, la debilidad e indefensión de éstos últimos, las decenas de niños y de mujeres palestinas fallecidas… en definitiva, la injusticia y la inmoralidad de la respuestajudía frente a los ataques.

No deja de llamar la atención esa forma coincidente, uniforme y sencilla de entender y describir unos hechos tremendamente complejos, que hunden sus raíces en circunstancias históricas, religiosas, políticas,ideológicas e incluso económicas profundos y difíciles de entender que deberían dar lugar a una gran diversidad de opiniones que no existen; asombra una crítica tan unánime y radical a la forma de actuar de un país democrático en el que rige el estado de derecho y en el que se respetan los derechos individuales y la libertad religiosa y de culto; un país que creció sobre los despojos del Imperio Otomano -no es el único-, tras una decisión de la ONU y apoyándose, al menos en parte, en los kibutz, el ensayo real más parecido que conozco al Walden Dos de Skinner, que tan caro debería ser para la izquierda; en el que, frente al lanzamiento indiscriminado de cohetes desde Gaza, se responde con intervenciones quirúrgicas que tratan de atacar exclusivamente a la infraestructura terrorista y a sus impulsores, aunque pueda ser más lento, menos efectivo y más arriesgado. Nadie parece necesitar explicar -quizás porque todos consideran igual de “irrelevante”- cuál es el origen del dinero con el que los palestinos han comprado todas esas armas a pesar de la situación en la que se encuentra su población; ni el porqué del ataque palestino; ni la forma en la que los terroristas palestinos esconden su infraestructura tras hospitales, colegios o edificios civiles; ni el uso que otros países hacen de la “reivindicación palestina”, y mucho menos de sus fines; ni la forma en que esa reivindicación ha evolucionado desde 1948, y especialmente desde 1964, y quiénes han sido sus impulsores y sostenedores y por qué…

Tiendo a pensar que hay una razón poderosa que explica esa casi unanimidad al enfocar la cuestión palestina. Pero de las ocho o diez que se me ocurren, ninguna me parece suficiente por sí sola, ni siquiera destacable sin todas las demás; quizás por eso me veoincapaz de resumirlas en un par de páginas, y mucho menos de ponerle título al comentario.Aún así, mis prejuicios me impiden pasar página y me obligan a seguir buscando esa causa principal y con mayúsculas, que condiciona la forma de pensar de tanta gente,a izquierdas y derechas, en idéntica dirección… seguramente para nada. Eso sí, que no me digan que esa unanimidad es prueba de objetividad, ni en este ni en ningún otro asunto: la objetividad es metafísicamente imposible en el ser humano, lo queramos o no.