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Paradojas sobre el Estado mínimo

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Uno de los temas más apasionantes desde el punto de vista liberal (y, me atrevería a decir, general) es si es o no necesaria la existencia de un Estado y, si es el caso, cuál es el tamaño mínimo que este debería tener, tamaño medido, se supone, en competencias.

Sin entrar en disquisiciones filosóficas para las que no creo estar preparado, sí es necesario que, de alguna forma, defina lo que entiendo por Estado, a efectos de dar claridad a las siguientes reflexiones. Para mí el Estado es el ente que es capaz de imponernos el cobro de impuestos, supuestamente a cambio de una serie de servicios, entendidos en sentido amplio. Contrariamente a los otros agentes presentes en el mercado, el Estado puede imponer, y de hecho lo hace, la "adquisición" de sus servicios a todos los ciudadanos. Coherentemente, el Estado se suele considerar como el único monopolista de la violencia, el único que puede ejercerla sin verse sometido a sanción.

La teoría económica neoclásica ha mostrado también su interés por identificar cuáles son aquellos servicios que no se pueden dejar al arbitrio del mercado, por ser productos de determinadas características, los llamados bienes públicos. El conjunto de estos bienes públicos constituiría el contenido del Estado mínimo. Como es sabido, dicha teoría económica descansa sobre unos supuestos y metodologías que le permiten "demostrar" económicamente cualquier cosa que les pueda parecer interesante en un momento dado, por lo que sus resultados no parecen especialmente fiables ni relevantes.

Sí se puede decir que tradicionalmente se han considerado servicios públicos la justicia, la defensa, la seguridad, la sanidad, la educación y otros más. Se puede observar, por tanto, que el contenido del Estado mínimo y la consideración de servicio público son bastante dinámicos.

Desde mi punto de vista, la discusión sobre el Estado mínimo se puede resolver por analogía con la discusión sobre el precio justo. ¿Cuál es el justiprecio de las cosas? La respuesta la sabemos, al menos desde el punto de vista de teoría económica (aunque creo que ya hay referencias a Santo Tomás de Aquino con este tema). El precio justo es aquel que fija el libre mercado: al que voluntariamente el vendedor accede a vender, y el comprador a comprar. Cualquier otro precio es arbitrario, por muy sofisticado que sea el método de cálculo.

Pues bien, la misma solución aplica, a mi modo de entender, al Estado. ¿Cuál es el justi-tamaño del Estado? Pues ni más, ni menos, que el que fija el mercado en cada momento. Cualquier otro tamaño es arbitrario. En definitiva, el tamaño del Estado mínimo quedaría determinado, paradójicamente, por el mercado.

Lo que nos lleva a la segunda paradoja. Entendamos ahora el Estado como monopolio de la fuerza. El Estado es la única entidad aceptada con capacidad para imponer un comportamiento a los individuos. ¿De qué forma puede el mercado disciplinar al Estado, para que éste tenga el tamaño que en cada momento aquel demanda? Es imposible, no lo puede hacer, precisamente porque el monopolio de la fuerza reside en el ente al que se trata de disciplinar.

De esto sigue, de forma inmediata, que el Estado no tiene límites, pues puede hacerse con el control de la sociedad mediante el uso del recurso cuyo monopolio detenta: la fuerza. Parece, por tanto, que lo queramos o no, es incompatible el Estado con el mercado; al menos, es una situación inestable que ha de moverse hacia algún sitio: más intervencionismo, o desaparición del Estado. Aspectos que tanto Hayek como Mises, y Rothbard de forma más radical, tienen claro.

¿Cuál es la solución? Hay que romper el monopolio de la fuerza del Estado. Hay que permitir que aparezcan "competidores" al Estado. Y que el Estado deba competir con estas entidades por satisfacer al ciudadano en los servicios públicos. Si lo hace bien, consigue ingresos (ya no impuestos) y sobrevive; y, si no, tendrá que desmontarse.

En otras palabras, la solución es que el mercado preste los servicios considerados como públicos. Solo así se conseguiría que el "Estado" tenga en cada momento el tamaño que demanda el mercado. Pero, claro, este Estado no es ya tal, es una empresa más en el mercado.

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