El pasado 17 de octubre el Instituto Juan de Mariana presentó el primer estudio del Observatorio de Medios. Nuestra finalidad es que en un breve período de tiempo el Observatorio se convierta en un verdadero fiscal contra el sesgo antiliberal que impera en los medios de comunicación españoles y en la mayoría de los profesionales del periodismo. Pero el OM pretende ser mucho más que esto. La idea es que las palabras de nuestros venerados políticos no caigan en el saco del olvido; que una institución ajena a los medios de comunicación recopile todas las promesas en defensa de la libertad y las vuelva a sacar a la luz cuando sean incumplidas, así como recordar sus desvaríos y disparates liberticidas a los que tan acostumbrados nos tienen cuando sus consecuencias sean obvias para la población.
En el primer estudio del OM se ha realizado un seguimiento del Ministerio de Medio Ambiente y las noticias medioambientales en los medios de comunicación. Las principales conclusiones son que la mayoría de las informaciones en este campo son creadas por las propias administraciones públicas (46,24%) seguidas por los grupos ecologistas (18,04%). En general las noticias están concebidas para ayudar a las primeras a poner en marcha medidas administrativas y organismos de difícil justificación sin la aparición de estas noticias y, presumiblemente, para justificar mayores niveles de gasto en las administraciones y mayor afluencia de fondos hacia las organizaciones ecologistas.
Además, el carácter de urgencia de la mayor parte de las noticias juega a favor del objetivo común a estos dos tipos de organizaciones: reducir el ámbito de las libertades individuales en este campo logrando poderes de gestión propios de una sociedad donde la idea de libertad ha sido devorada por la de democracia y el ejercicio de los derechos individuales queda circunscrito al movimiento de muñeca con el que participamos en la elección de nuestros amos y señores. Para conseguirlo se sirven del alarmismo más descarado y cuentan con la colaboración pasiva –y en ocasiones incluso activa– de la mayoría de los medios de comunicación, que raramente analizan de forma crítica la veracidad o el grado de soporte científico de estas informaciones.
De hecho, el momento del lanzamiento de este primer informe sobre medio ambiente no podía ser más oportuno. Pocos días después, WWF/Adena reavivó el catastrofismo más rancio de los años 70 y anunció en la presentación de su informe Living Planet 2006, como ocurriera en Los Límites del Crecimiento del Club de Roma, que en menos de 45 años habremos acabado con el planeta Tierra. El anuncio fue recogido por todos los medios de comunicación generalistas sin el más mínimo comentario crítico. La organización ecologista aprovechó para pedir un urgente cambio de estilo de vida y, cómo no, de modelo de sociedad. No hay duda de cuál es el patrón que todos deberíamos de seguir en opinión de estos enemigos acérrimos del capitalismo porque, según el propio informe, sólo hay un país en el mundo en el que se cumplen los criterios de desarrollo sostenible. Ese paraíso no es otro que Cuba, la isla cárcel de Fidel Castro en la que lo único sostenible es el régimen de terror.
Así mismo, dos semanas después de presentar nuestro informe, la ministra de Medio Ambiente propuso limitar el consumo de agua para uso doméstico bajo el pretexto de que se trata de un bien muy escaso de primera necesidad que se nos agota. Esta señora es una absoluta demagoga que oculta que el 80% del agua se emplea en un sistema agrícola de planificación central en el que el agua está subvencionada. Pero eso ya lo sabíamos. Quizá es más importante recordar que si contásemos con un mercado y un precio libre para el agua, no tendríamos los problemas de carestía que tenemos.
Sería interesante ver qué hubiese sido de ciudades como Phoenix (Arizona) si hubiesen tenido una Narbona a principios de siglo XX. Lo que es seguro es que hoy no habría pasado de ser un pequeño pueblo en medio del desierto. La libertad de mercado y el precio libre del agua es lo que permitieron que los empresarios llevaran el agua al desierto para crear una de las ciudades más prósperas de EE.UU. Narbona merece que alguien le recuerde esta propuesta el día que la prensa no se acuerde de sus estupideces. En sólo un año los medios olvidaron que prometió que el coste de Kyoto nunca superaría los 85 millones de euros anuales así que cabe esperar que su nueva criatura intelectual sea olvidada antes de la próxima Navidad. Trataremos de que el Observatorio de Medios esté aquí mucho más tiempo para recordarle a ella y a toda la clase política sus promesas y sus desvaríos.
Queda mucho trabajo por delante en esta y en otras áreas, pero el hecho de que un instituto independiente que defiende las libertades individuales haya emprendido una empresa como esta es en sí mismo un motivo para mirar el futuro con más optimismo.
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