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La teoría monetaria puede hacer peligrar tu libertad

Publicado en Libertad Digital

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Con frecuencia se escucha que el Padre Juan de Mariana sufrió un prolongado cautiverio debido a sus extremas ideas sobre el tiranicidio. Lo cierto es que el arresto y el juicio contra el jesuita de Talavera poco tuvieron que ver con la doctrina que defiende la legitimidad de matar al rey cuando este deviene en tirano. Mariana no inventó, ni mucho menos, la doctrina del tiranicidio y tampoco sería el último autor que la defendiera. Es posible que su defensa del tiranicidio se pueda contar entre las más extremas y consistentes y, sobre todo, en una de las únicas que se expone en un libro de encargo para la educación de un príncipe, Felipe III. Pero si bien esta posición radical le costó la quema pública de su obra De Rege en La Sorbona no fue la causa del juicio que se orquestó contra su persona.

El proceso contra Mariana fue motivado por su defensa de teorías mucho más peligrosas para el poder político que el derecho a matar a un tirano. De las trece acusaciones que el fiscal presentó contra Mariana el 27 de octubre de 1609, seis de ellas –las más importantes– están relacionadas con su idea sobre la inflación mientras que las otras siete se refieren a sus críticas de la mala gestión pública y sus denuncias de corrupción. De hecho, el tiranicidio sólo se nombra en la quinta acusación. En concreto se le imputa mantener que la inflación es un tributo y “fundado que S.M. no puede imponer tributos sin consentimiento del reino”, calificar al rey de tirano y considerarle excomulgado por lo dispuesto en la bula In Coena Domini. Es decir, que si bien el fiscal acepta que el jesuita tiene razón cuando dice que el rey no puede imponer nuevos tributos sin el consentimiento del reino, convirtiéndose en ese caso el rey en un tirano, mantiene que no es cierto que la inflación o los estancos puedan ser considerados como tributos.

En las otras doce acusaciones no hay más rastro del tiranicidio. Mariana, que diez años antes había hecho temblar a más de un rey con su famosa defensa del derecho de toda persona a matar al monarca que usurpa los derechos y libertades de los individuos, es perseguido por algo mucho más grave: Negar el derecho del rey a cambiar el valor de la moneda. De eso se le acusa en la primera de las inculpaciones cuando se dice que Mariana impugna en su obra el supuesto derecho real de “acuñar moneda y moderar y disponer el valor y ley de ella, así, atendiendo a lo que toca al bien público como a las necesidades instantes de la Corona”. Y conforme a esta primera acusación se estructura todo el proceso.

Mariana ataca el recurso a la inflación monetaria pocos años después de que el Duque que de Lerma convenciera a Felipe III, ya por aquel entonces rey, para financiar el gasto público mediante la rebaja paulatina del contenido de plata en la moneda de vellón. Su explicación de la esencia económica y jurídica de la inflación y su denuncia de las perversas consecuencias de este fenómeno monetario sobre toda la sociedad ponían en peligro los planes de expansión del gasto público. Como comentó Fernández de la Mora “ni que decir tiene que fueron el Duque de Lerma y el propio rey los instigadores del proceso contra el Padre Mariana”.

Así es como Juan de Mariana termina encerrado y enjuiciado a los 73 años por quince delitos entre los que se encontraba el de Lesa Majestatis. Pero aún en esta penosa y comprometida situación Mariana no se mordió la lengua en todo el proceso. Por un lado se reafirmó en que el rey no puede rebajar el valor de la moneda sin el consentimiento del reino y por otro afirmó que no tiene nada de malo recordárselo al rey dado que siempre hay gente dispuesta a engañarle en estos asuntos. De modo que “el que avisa antes les hace servicio”. Ni siquiera se desdijo de su calificación de tirano al rey que comete el “latrocinio” de mudar el valor de la moneda. Ante acciones como esta nada tiene de extraño que Jaime Balmes afirmase que el jesuita de Talavera no tenía consideraciones con los grandes, que no temblaba cuando se dirigía a los reyes y que su corazón latía vivamente al solo nombre de libertad.

En efecto, el caso de su juicio no sólo nos enseña que hablar de teoría monetaria puede hacer peligrar seriamente la libertad, sino también que su involuntario protagonista, Juan de Mariana, fue un hombre siempre receloso de poder político, de una extraordinaria firmeza en sus principios y de una enorme honradez intelectual al servicio de la libertad individual.

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