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‘Podemos’ y la batalla de las ideas

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Los resultados de las pasadas elecciones europeas dejaron, para sorpresa de propios y extraños, a un claro ganador: Podemos. Un partido político -aunque ellos prefieren denominarse plataforma de ciudadanos- de apenas cuatro meses de vida ha logrado ser la cuarta fuerza política con más de 1.200.000 votos y contando con apenas 110.000 euros de presupuesto para la campaña electoral. Podemos ha sabido capitalizar el malestar de una buena parte de la población, especialmente del movimiento ciudadano 15-M y sobre todo, ha sabido aprovechar el gran tirón mediático de su líder, el politólogo y tertuliano Pablo Iglesias.

Pocos días después de dichos comicios, los medios de comunicación comenzaron a desgranar el programa de Podemos y muchos fueron los que se llevaron las manos a la cabeza. No es para menos: sus propuestas, especialmente en materia económica, son liberticidas y empobrecedoras a partes iguales. Fuerte aumento del salario mínimo interprofesional y establecimiento de un salario máximo, renta básica universal, reducción de jornada laboral a 35 horas semanas y de la edad de jubilación a los 60 años, nacionalización de las telecomunicaciones, la energía, la alimentación, el transporte, la sanidad, la farmacia y la educación, prohibición de las empresas de trabajo temporal y del despido en empresas con beneficios o monetización de deuda por parte del Banco Central Europeo son sólo algunas de las perlas económicas que Podemos defiende a capa y espada. Socialismo del Siglo XXI puro y duro, al estilo de Venezuela. Por algo los ideólogos de Podemos (Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero e Íñigo Errejón) llevan años asesorando (y cobrando) del Gobierno de Venezuela. El modelo de Venezuela, esto es, un Estado onmipotente y fuertemente opresor, es el ideal (al menos en cuanto a dirección se refiere) para los dirigentes de Podemos.

Pero lejos de de ser una pésima noticia que en España un partido político como Podemos coseche semejante éxito, hay una nota positiva que no debemos infravalorar: el retorno de la batalla de las ideas a la esfera política. Algo que no se puede criticar a Podemos es de ser un partido político que tenga un programa oculto o que no tenga un ideario político claramente definido y con el que se sienta comprometido. La mayoría de partidos adolecen de esa transparencia ideológica, ya que intentan confundir al electorado sin definirse en multitud de cuestiones con la esperanza de no ahuyentar votos potenciales. Con el auge de Podemos, por primera vez en mucho tiempo no se debaten banalidades como quién miente más o quién es menos corrupto sino que se debaten ideas, la viabilidad de implantar un proyecto político y las consecuencias que esto tendría para el ciudadano. Y este hecho es motivo de alegría por dos motivos. El primero de ellos es que hasta ahora la batalla en la esfera política era básicamente populista, demagógica y vacía de contenido en cuanto a ideas se refiere. Como es evidente, esa batalla ha estado siempre perdida por parte de los liberales y los defensores de la libertad. El segundo motivo es que, en mi humilde opinión, tenemos muchas posibilidades de ganar dicha batalla ideológica ahora que hemos retornado a este escenario.

Los liberales tenemos un arma poderosísma cuando a la batalla de las ideas se refiere: argumentos. La ciencia económica ha demostrado a lo largo de la Historia en infinidad de ocasiones las consecuencias que determinadas políticas como las que defiende Podemos pueden provocar. Ahí está Venezuela, Cuba, Corea del Norte, la República Democrática Alemana o la difunta Unión Soviética. El socialismo es un sistema económico que es terriblemente dañino para el ser humano. A la hora de refutar malas ideas económicas, creo que los liberales tenemos las de ganar. Sin ir más lejos, Juan Ramón Rallo, el director del Instituto Juan de Mariana, lleva años escribiendo artículos que refutan prácticamente punto por punto todas y cada una de las principales propuestas en materia económica (aquí podéis leer una recopilación).

Alegrémonos entonces de este viraje hacia las ideas de la escena política en España y, ahora más que nunca, no nos relajemos y cojamos fuerzas para librar como nunca se ha hecho antes en España nuestra batalla, la de las ideas.

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