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Reino Unido: recuperación o burbuja inmobiliaria

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La estampida que protagonizaron los diputados el pasado jueves para aprovechar el puente de Todos los Santos ha levantado una nueva oleada de críticas entre la opinión pública, en un momento en el que la clase política sufre, además, un inédito desprestigio. La imagen de sus señorías saliendo a la carrera del Congreso e incluso votando de pie en la última sesión para disfrutar al máximo del largo fin de semana ha generado indignación y airadas burlas en las redes sociales.

Ante tal revuelo, no han faltado diputados que han tratado de justificarse en Twitter. Así, por ejemplo, Joan Coscubiela (IU) se defendía afirmando que "tengo derecho a dormir con mi familia […] Estoy en el Congreso desde las 9 […] no he salido a comer". No fue el único. "¿Qué hay de malo en querer volver a casa después del trabajo? Llevamos días sin ver a nuestros hijos y familia", señalaba Susana Camarero (PP). "Creo que el trabajo se mide no por lo que corres al salir sino por el trabajo que se hace o no se hace", espetaba Patricia Hernández (PSOE). "¿Dónde está la noticia? Sí, cuando acabamos nuestro trabajo tenemos la mala costumbre de querer irnos a casa", añadía Germán Rodríguez (PSOE), para luego insistir: "Desconocía que el trabajo de los diputados/as se medía por la rapidez o lentitud con que abandonamos el hemiciclo".

Así pues, poca o nula autocrítica entre sus señorías. Los que no defendieron su actitud, simplemente, dieron la callada por respuesta. Sin embargo, lo más llamativo de tal suceso radica en el hecho de que los diputados españoles no se caracterizan, precisamente, por sufrir maratonianas jornadas de trabajo ni intensos calendarios laborales en donde los festivos brillan por su ausencia, ni mucho menos. Más bien todo lo contrario. Los políticos nacionales son también unos privilegiados en este ámbito.

Su principal tarea como diputados, al margen de su actividad privada como políticos en sus respectivas formaciones, es acudir a los plenos para ejercer su derecho a voto en representación de los ciudadanos. Según el calendario de sesiones del Congreso correspondiente a 2013 (aquí y aquí), sus señorías tan sólo dedican 78 días al año a acudir al Parlamento. Es decir, su trabajo como diputados -estrictamente hablando- equivale tan sólo a un tercio del calendario laboral del resto de españoles. En el caso de los senadores, su calendario apenas asciende a 49 jornadas al año -casi cinco veces menos que el empleado medio-.

Fuente: Boletines oficiales y blog Un espía en el Congreso

En una semana normal de sesiones, los diputados sólo tienen que acudir al Congreso de martes a jueves, librando, por tanto, lunes y viernes, más el correspondiente fin de semana. Pero es que, además, disfrutan de largos puentes y vacaciones mucho más amplias que el resto de españoles. Así, por ejemplo, el Congreso de los Diputados cerró sus puertas el pasado 24 de abril y no regresó a la actividad hasta el 7 de mayo, otorgando así 12 días de asueto, aprovechando que el 1 de mayo era fiesta (Día del Trabajo). Y algo similar sucedió poco después, ya que tuvieron otros 11 días de vacaciones, desde el 9 al 21 de mayo, con la excusa de la celebración de San Isidro (15 de mayo), pese a que sólo es festivo en Madrid capital.

Y ello sin contar las particulares semanas blancas que suelen disfrutar sus señorías los primeros días de cada mes o las extraordinarias vacaciones parlamentarias de verano y Navidad. Frente al tradicional mes de vacaciones estivales que tienen los españoles, los diputados gozan de dos meses (julio y agosto) y de otro largo mes y medio en invierno (finales de diciembre y todo enero) a cuenta de las Navidades, frente a la corta semana del resto de trabajadores. Y a cambio de estas intensas jornadas parlamentarias, los diputados cobran más de 6.000 euros limpios al mes y tributan como si fueran mileuristas.

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