Y quien parece dominar el sector es Facebook. Sin embargo, esta última puede terminar muriendo de éxito. Muchos de sus miembros tienen un comportamiento compulsivo que termina agotando a otros y no se debe descartar que muchas personas opten por darse de baja.
Las malas prácticas que existen en Facebook son sólo las generales de internet y el correo electrónico, pero multiplicadas de forma pasmosa. Y conforme aumenta el número de usuarios de esta red social, también lo hace "ruido" al que son sometidos sus integrantes. Esto hace que lo que era una experiencia interesante y divertida se termine convirtiendo en ocasiones en una auténtica pesadilla para poder acceder a lo que realmente te interesa.
Hace unos meses, lo habitual era que quien te enviaba una petición de amistad tuviera algún tipo de relación contigo: ser amigo en el mundo off line, estar en alguna lista de correo en la que tú también participas o compartir la militancia en alguna organización concreta. De ahí se pasó a la solicitud de amistad de personas con las que se tenían amigos en común en Facebook. Al principio, esto no suponía un gran problema, puesto que bastaba con comprobar quiénes eran para saber si se tenían afinidades.
Lo malo es que, de esta manera, se incrementa el número de potenciales emisores de mensajes de correo, invitaciones a participar en causas o en todo tipo de aplicaciones que no te interesan en absoluto. Por no hablar de todos los cambios de fotos, estados de ánimo y similares. Y termina ocurriendo, la página de inicio del usuario se convierte en un tremendo galimatías en el que es difícil encontrar la información que a uno realmente le puede interesar. No importa que uno se defina en su perfil como "libertarian" y que viva en Madrid; contactos que, en realidad, son amigos de amigos te invitan a participar en grupos nacionalistas de distintos lugares, por el socialismo o a favor de las ayudas públicas a embarazadas.
En una misma sesión, uno puede ver que le han invitado a un grupo favorable a la presencia de símbolos religiosos en los colegios públicos y a otro que pide que todo lo que tenga que ver con la fe sea proscrito de la sociedad. Para que te manden cosas tan contradictorias sólo muestra que uno de los emisores –o ambos– no te conoce en absoluto o que no le importa lo que pienses. Actitudes así no hacen otra cosa que convertir en molesto lo que debería ser agradable y lo que debería ofrecer grandes posibilidades de comunicación.
La solución es simple: buena educación y pensar en el otro. Reflexionar sobre si a un contacto le puede interesar o no sumarse a una causa o grupo antes de enviarle una invitación. En definitiva, pensar si, como debería hacerse a la hora de mandar correos por el e-mail tradicional, a todos los contactos a los que se quiere remitir el mensaje les puede concernir su contenido. Este tipo de prácticas son las que podrían evitar que Facebook se transforme en un guirigay global en el que no merezca la pena estar.