Cuando mandan ellos, en cambio, la única legitimidad es la que emana de las urnas y las decisiones del parlamento han de ser acatada sin rechistar. En definitiva, la democracia sólo vale si mandan "los nuestros" o, como dice Peces Barba, cuando lo hacen "los buenos".
Es un buen síntoma que los líderes del PSOE, encabezados por Pepiño, se hayan cabreado de esa manera ante el encuentro de familias cristianas organizado por la archidiócesis de Madrid. Si hubieran emitido una nota de prensa agradeciendo a la Iglesia el detalle, como católico que soy me hubiera empezado a preocupar en serio.
El berrinche del secretario de organización del PSOE le ha llevado a plantearse seriamente la posibilidad de borrarse de la religión católica. El tío está dispuesto a buscar en su cartera el carné de católico (seguramente con cuota mensual) y romperlo públicamente en señal de desagravio a Z, su líder espiritual. En el cielo la noticia ha provocado un terremoto y no es descartable que Dios mismo se aparezca en mitad del telediario de Lorenzo Milá para pedirle disculpas al insigne gallego y suplicarle que no abandone el rebaño. Es lo mínimo que merece alguien cuya devoción cristiana le ha llevado a afirmar públicamente que las medidas sociales del Gobierno socialista están inspiradas en las Sagradas Escrituras. No he encontrado todavía el versículo en que Dios revela a su pueblo que asesinar a bebés no nacidos es una actividad recomendable de cara a la salvación, pero si lo dice el señor Blanco tiene que estar ahí por alguna parte. Sólo es cuestión de buscar con cuidado.
No obstante, si la política de los socialistas sigue el mandato divino, el hecho de que el Papa se dirigiera al millón de heresiarcas como muestra de apoyo tiene que tener alguna consecuencia. No es descartable que Bermejinsky solicite al Estado Vaticano la extradición de su jefe para procesarlo por antidemócrata, mera posibilidad ante la que nuestro juez estrella habrá experimentado una sublime erección intelectual.
El problema de los socialistas con la Iglesia católica es que el sector de la curia que les apoya tiene una capacidad de convocatoria perfectamente descriptible. Los curitas cañón de San Carlos Borromeo, por ejemplo, no pasan de concentrar a unas pocas docenas de ateos rodeando a Bono y Zerolo, para abrevar en un cesto de bizcochos y meterse un lingotazo de kalimocho a modo de comunión. Rouco, en cambio, pega un sotanazo y mete a un millón de personas en el centro de Madrid. Ahí les duele. O sea que bien.e