En primer lugar, Don Quijote acabará con el largo dominio en solitario de la entidad pública empresarial Aena. El mero hecho de que Aena se encuentre con un competidor vale su precio en oro de cara a los tan cacareados intereses de los consumidores. La entidad estatal no sólo se encontrará con un aeropuerto a 45 minutos de Madrid con tasas y tiempos de rotación sensiblemente inferiores a las suyas sino también con una enorme presión social para dinamizar sus servicios y bajar sus elevados precios. De hecho, parece que esto ya está ocurriendo. En vista de las ventajas que este tipo de aeropuertos tiene para la economía de las regiones donde se construyen y para el turismo en particular, algunos grupos de empresarios empiezan a plantearle a Aena que si no baja sensiblemente sus precios, construirán nuevos aeropuertos privados internacionales. Esto es lo que ha ocurrido, por ejemplo, en Gran Canaria, por iniciativa de un nutrido grupo de empresarios del sector turístico.
Pero además, compañías como Ryanair ya han mostrado su interés en utilizar el aeropuerto privado de Ciudad Real con todo lo que esto supone de cara al precio de los billetes de avión y las tasas aeroportuarias. Iberia y el resto de compañías tradicionales tendrán que diferenciar su producto de acuerdo con los gustos del consumidor y/o bajar sus precios. Pero esto no ocurrirá efectivamente hasta que el “Arrivederci Alitalia” pintado en el lomo de un 737 de la compañía irlandesa, que tanto revuelo causó el pasado año, se convierta ahora en un “Hasta la vista, Iberia”.
Por otro lado, en un contexto de deslocalización y desindustrialización como el que vive Europa, la creación de aeropuertos privados en España puede ser decisiva para que nuestro país salga exitoso de este trance convirtiéndose en la Florida europea, ese destino preferido de todo un continente para pasar sus vacaciones. Por eso, si las denuncias contra Don Quijote por el supuesto daño que el aeródromo causaría a las avutardas y a otras aves realizadas por Seo-Birdlife y el grupo radical Ecologistas en Acción -la organización que mintió al anunciar el hallazgo científico de un pez mutante en las cercanías de la central nuclear de Garoña- en combinación con los informes y el colosal proteccionismo medioambiental de la Comisión Europea no paralizan el proyecto, este primer aeropuerto privado español podría convertirse en ejemplo y pieza clave para la mejora del sector turístico y de toda la economía española.
Pero hay algo en este proyecto que es todavía más importante. Y es que ya es hora de que haya aeropuertos internacionales en este país cuya misión no esté “enmarcada en la política general de transportes del gobierno”, como fija el artículo 1 del Estatuto de Aena, sino en la política de empresarios que se juegan sus cuartos en satisfacer los deseos generales de transporte de los consumidores. Ya es hora, en definitiva, de que a este importante sector llegue de una vez la soberanía del consumidor que trae consigo el capitalismo.