Los griegos han aupado al poder a uno de los muchos candidatos de la Troika que concurrían en estas elecciones; un candidato que les mintió, los utilizó y los desechó como fusibles, los arruinó y les secuestró los ahorros.
«El propósito de estas elecciones es legalizar la capitulación que siguió a la aceptación del humillante, irracional e insostenible tercer rescate». No lo digo yo, lo dice el ex ministro de Finanzas griego Yanis Varoufakis. La victoria de los restos de Syriza en estos comicios y, por tanto, la consolidación del liderazgo interno de Alexis Tsipras ha supuesto todo un espaldarazo del electorado de izquierdas a la estrategia seguida hasta la fecha por su primer ministro: negociación a cara de perro con la Troika seguida de una rendición absoluta ante los acreedores.
Es decir, estas elecciones han supuesto un completo espaldarazo al programa de la Troika para Grecia: ahora todos los partidos mayoritarios, salvo Amanecer Dorado, están de acuerdo en que la mejor opción para Grecia de entre todas las posibles consiste en aplicar los memorándum de entendimiento procedentes de Bruselas. Syriza ha terminado por fagocitar el espacio electoral que ocupaba el Pasok mimetizando su política servil hacia los acreedores. El PPSOE griego ha dejado de ser Nueva Democracia y el Pasok: ahora son Nueva Democracia y la Nueva Syriza del reconvertido Alexis Tsipras.
Claro que, para completar este giro estratégico e ideológico, Tsipras necesitaba cargarse a la disidencia interna de su partido y lograr una nueva legitimidad ante la sociedad. No en vano, el primer ministro estaba gobernando Grecia con el pecado original de haber concurrido a las elecciones de enero bajo un marcado programa antirrescates y antiTroika —posteriormente ratificado por esa «fiesta de la democracia que fue el referéndum» de julio—, el cual violó radicalmente al suscribir un tercer rescate con una condicionalidad mucho más duro que el negociado por el Pasok y aplicado por Nueva Democracia (subida del IVA, reducción de las pensiones, alargamiento de la edad de jubilación o mantenimiento de todos los recortes anteriores).
Al final, pues, los griegos han aupado al poder a uno de los muchos candidatos de la Troika que concurrían en estas elecciones; un candidato que les mintió, los utilizó y los desechó como fusibles, los arruinó y les secuestró los ahorros, pero un candidato que, pese a todo ello, siguen percibiendo como algo mejor que el resto. La casta política griega ha sido una plaga para el país; la neocasta está ocupando su lugar con idénticas prácticas pauperizadoras, a saber, hipertrofia del Estado y atrofia de la sociedad. Todo ello, eso sí, financiado en gran medida con los ahorros del resto de europeos. El cambio era esto.