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Pedro, CETA y la deriva populista

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Europa no va a sobrevivir si no es una potencia mundial de atracción de capital, innovación, empleo y crecimiento.

Waiting for the light that might light our way, waiting for the right place to fade”, Lindsey Buckingham

La aprobación del tratado de libre comercio entre la Unión Europea es un hecho, aunque hayan votado en contra la ultraderecha y la ultraizquierda. Lo que es muy triste es que el PSOE, en su carrera suicida hacia el Podemismo, haya decidido rechazarlo. Un partido que ha gobernado España durante dos décadas, que ha cerrado acuerdos bilaterales de enorme calado que han permitido que nuestro país se desarrollara, se junta con el Frente Nacional y la ultraizquierda, con los más totalitarios, para rechazar el acuerdo con… Canadá.

Ya saben ustedes, Canadá, ese país sin derechos ni estado de bienestar ni salarios altos ni protección social… nada. Vamos, ese país donde comen alimentos tóxicos según los populistas. ¡Canadá! Uno de los países más avanzados del mundo, con unos requisitos más estrictos en términos de sanidad y con un nivel de vida y de derechos de los trabajadores que ya querrían para sí muchos millones de europeos. Ah, pero es que los garantes de los “derechos” y los verdaderos controles de calidad y medioambientales son los que defienden el carbón subvencionado aquí y gobiernan desde hace décadas en regiones campeonas mundiales de paro y precariedad. 

Es, por lo tanto, normal que “teman” los requisitos comerciales y derechos laborales. Total, el salario mediano en Canadá es casi un 50% superior al de la España que gobernaron durante más de 20 años. Decir que el tratado no habla de derechos no solo no es cierto, es que es una ridiculez cuando los países que lo firman… comparten la totalidad de esos derechos.

Y es que el CETA es un acuerdo bilateral que tiene de todo menos liberal, está completamente alineado con una vertebración de la economía dirigista, más cercano a Francia que a cualquier otro país. Pero sus ventajas, sin quitar sus errores, son incuestionables, y merece la pena apoyarlo como lo que es, un marco de apertura muy necesario para Europa.

La miopía de unirse a los extremistas se une a la pérdida de participar en la mayor oportunidad de la Unión Europea de mostrar su influencia.

Porque el acuerdo CETA es uno de los mayores éxitos de la Unión Europea, un tratado de libre comercio donde se defienden claramente unos valores y principios que están totalmente compartidos por Canadá, y que servirá de ejemplo y guía para otros. En realidad, las críticas al CETA están basadas en la crítica a cualquier tratado de libre comercio. Es el odio al comercio, y esconde el proteccionismo más rancio y destructor. El que no protege nada.

Es ese proteccionismo que glorifica el intervencionismo y que antepone la burocracia al progreso. En realidad, es el ejemplo más evidente de atacar un acuerdo de progreso. Los propios laboristas británicos lo explican; El CETA no solo supondría un aumento de exportaciones de más de 12.000 millones de euros, sino que, desde el punto de vista de los derechos, protege los servicios públicos y no elimina las leyes de los países en ningún caso, se protegen las leyes laborales y se mantiene el derecho de los gobiernos de regular de acuerdo al interés público, se garantiza que ningún inversor extranjero tendrá mayores facilidades que uno nacional, y las regulaciones en temas de salud, seguridad y regulación medioambiental se mantienen, y no obliga a ningún estado a aceptar regulaciones, la cooperación regulatoria es voluntaria.

Decir que los tribunales de arbitraje benefician a las multinacionales y las sitúa por encima de los tribunales nacionales es una broma de tal calibre que no debería ser discutida. Cualquiera que conozca el sistema de arbitrajes internacionales –y yo he participado en muchos- sabe que lo que hace es proteger los derechos de todos en igualdad de condiciones sin atacar a las leyes de un país.

Ninguna multinacional se beneficia de esas normas comunes. Las multinacionales se pueden gastar millones de dólares sin pestañear en abogados y consultores para navegar y adaptarse a las legislaciones de cualquier país. Ninguna multinacional lidera un tribunal de arbitraje. El ejemplo más claro es todas esas que han perdido contra el Reino de España u otros estados soberanos en casos recientes.

Son las pymes las que se benefician de normas comunes para poder exportar, porque son las que no tienen acceso a enormes capitales para pagar abogados y asesores.El propio PSOE escribía el 15 de febrero de 2017 a las 15:35 de la tarde un tuit que decía “no queremos el proteccionismo de Trump y LePen, queremos globalización regulada y progresista” defendiendo el CETA. Curioso, porque han pasado a unirse a Le Pen y Podemos, y poner en cuestión el acuerdo más importante que pone los requisitos y principios de la Unión Europea en valor con un socio que los comparte totalmente.

Y ustedes dirán que no importa, que al final, primero apoyando, después rechazando y ahora absteniéndose, el acuerdo va a salir adelante. Pero es un síntoma grave.

Es un síntoma de un partido que ha abrazado el proteccionismo más rancio y que, a cambio de hacer un guiño a los 1,5 millones de votantes que se fueron a Podemos, según Sigma Dos, desprecia a los casi 11 millones que le llevaron al poder en su momento.

Es un síntoma de una enfermedad muy grave. Los mismos que se autodenominan defensores de lo público son los que lo destruyen haciéndolo insostenible, poniendo trabas al crecimiento, el empleo y la inversión. 

Europa necesita recuperar liderazgo mundial y el CETA es una excelente opción que, sin ser perfecto –es un tratado claramente socialdemócrata y con mucho intervencionismo-, podría servir de guía para que la Unión Europea se convierta en una potencia mundial, no en un experimento que se pone en cuestión constantemente.

Las empresas españolas, que han conseguido niveles de exportaciones récord, no merecen que el tacticismo político ponga en peligro la recuperación y el empleo bajo el engaño de defender unos “derechos” que ellos ponen en peligro cuando destruyen millones de empleos.

Europa no va a sobrevivir si no es una potencia mundial de atracción de capital, innovación, empleo y crecimiento. Dinamitar tratados comerciales hunde la posición de Europa en el mundo. Estados Unidos puede permitirse pegarse un tiro en el pie con medidas proteccionistas porque es moneda de reserva global y potencia económica, militar y tecnológica mundial, y hacerlo no deja de ser un error y un enorme destrozo a sus ciudadanos. Pero la Unión Europea no puede permitírselo. Por eso rechazan hasta acuerdos tan “light” como el CETA los enemigos del progreso. Porque prefieren controlar el 100% del erial que dejan sus políticas antes de perder la opción de intervenirlo todo.

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