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Necesidades de Hacienda

Publicado en La Razón

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Nunca falta el profesor que dictamina que la culpa no es del gasto excesivo sino de los ingresos insuficientes.

Los titulares de los medios de comunicación se llenan estos días de una misma idea: Hacienda tiene muchas necesidades. La razón es evidente: hay que financiar el gasto público en numerosos capítulos que benefician a los ciudadanos, desde las pensiones hasta toda clase de servicios públicos. Y el gasto público, al menos desde el maná en adelante, no es gratis.

Los socialistas, siempre atentos a fortalecer el Estado, no van a acordar la financiación autonómica así como así: “el PSOE exige más dinero”, leí ayer en la prensa. Lo exige, porque se trata de una cosa muy seria. Llamativamente, nadie se preocupa por el ciudadano, púdicamente llamado “contribuyente”, cuando le arrancan el dinero a la fuerza.

Dirá usted: el Gobierno sí. Pues no sé yo, porque el Gobierno acaba de actuar con una lógica recaudatoria de manual: lanzó el globo sonda de que iba a subir los impuestos sobre los combustibles. Ya se sabe, Hacienda tienen muchas necesidades, y (un clásico) lo pide Europa, donde los infelices conductores pagan todavía más que aquí. Además (otro clásico) hay que cuidar el medio ambiente. Si la población no resiste, como hizo con el Impuesto de Sucesiones, habrá subida dentro de poco: Hacienda lo necesita.

Leí a un doctor en Economía afirmar que España no necesita una reducción de impuestos. Esto es habitual en el mundo político y académico: mirar lo que necesita la economía española, pero no la economía de los españoles. Doctores dignos de mejores tesis aseguran que lo que necesita la economía española no es que los españoles paguen menos impuestos sino que paguen más.

Para llegar a esta notable conclusión es imprescindible no bajar la vista hacia la gente que paga, y mantenerse en las alturas de los equilibrios macroeconómicos. Es el keynesianismo cañí, que proclama que todo se arregla con más demanda, y aquí entra la consabida inversión pública, sobre todo en los capítulos que más manosean los intervencionistas: educación, medio ambiente, innovación, etc.

¿Qué pasa si aumenta el déficit? No pasa nada, no se preocupe usted, pues nunca falta el profesor que dictamina que la culpa no es del gasto excesivo sino de los ingresos insuficientes. Y ya está. Si usted se queja, enseguida le dirán que “el gasto social que deseamos” hay que pagarlo. Es raro encontrar en el mundo académico a economistas que hayan perdido la inocencia con respecto al Estado, digamos, que piensen como James Buchanan. Son los que alegremente declaman sobre el gasto social como si fuera la expresión sencilla y lineal de las preferencias sociales. Como si los ciudadanos realmente deseáramos pagarlo. Toda la realidad indica que esto no es cierto.

Pero no muchos profesores lo reconocen. Y ningún político. Al contrario, abundan los que simplifican el problema, y lo reducen a buscar cómo saquearnos. Eso sí, ellos conocen perfectamente nuestra necesidades y saben que quienes piden que los españoles paguen menos impuestos ignoran lo que España necesita, y sólo padecen un “prejuicio ideológico”. Decir que es indispensable crujir a los ciudadanos con más impuestos, evidentemente, es pura ciencia.

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