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La sucesión de Mariano Rajoy necesita un debate de ideas

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La sociedad española reclama cada vez más democracia interna en el seno de los partidos políticos.

Los deseos del aparato del Partido Popular y los de las bases son divergentes. Mientras entre los altos cargos de la formación predomina la idea de que haya un único candidato “de consenso” para sustituir a Mariano Rajoy, entre el grueso de los militantes se espera algo muy distinto. Incluso en la estructura de la organización muchos son conscientes de que militantes y simpatizantes son partidarios de un proceso abierto en el que al menos se presenten tres candidatos. La sensación en el seno de la formación es que ocurrirá esto último.

El nombre que se va afianzando como posible sucesor de Rajoy en la presidencia del PP es el del presidente de la Xunta de GaliciaAlberto Núñez Feijóo. Su popularidad entre los militantes y votantes del PP, así como el indudable peso de Galicia en el seno de la organización juegan a su favor (Ver más: Galicia manda en el Partido Popular). Donde chocan la cúpula de la formación y los militantes es en la idea de si debe tener rivales o no en la carrera hacia el liderazgo del que sigue siendo el partido político con más afiliados de toda España.

En gran parte de la dirigencia popular predomina el miedo a que la presentación de varias candidaturas pueda fracturar la organización en bandos irreconciliables. La falta de experiencia en procesos donde varios candidatos se enfrenten en primarias genera el temor a que una contienda interna de este tipo pueda llevar al partido a la ruptura. En el número 13 de la madrileña Calle de Génova, donde tiene su sede central el PP, también hay quien opina lo contrario. No faltan quienes consideran que un sector de la militancia del PP “no perdonaría” que no hubiera un proceso abierto y democrático donde se enfrenten diversos aspirantes.

Los partidarios de una contienda abierta consideran que es necesario, según pudo saber este diario de fuentes del PP, que sean al menos tres los candidatos. Esta cifra no es arbitraria. Los actuales estatutos de la formación establecen un proceso de elección del presidente en dos fases. La primera consiste en unas primarias abiertas en las que pueden votar todos los afiliados que estén al corriente del pago de sus cuotas. En una segunda vuelta se tienen que enfrentar los dos candidatos que hayan logrado una mayor cantidad de apoyos en la primera. En este punto quienes votan son los compromisarios que las estructuras autonómicas de la organización hayan elegido para representarles en el congreso.

El último episodio de la contienda se dirimirá, por tanto, en un cónclave formado por miembros elegidos por los aparatos territoriales que decidirán entre dos candidatos. Por este motivo, los partidarios de mostrar una gran democracia interna defienden que es necesario que exista la posibilidad de que un supuesto aspirante oficialista (apoyado por la cúpula del partido) no logre llegar a ese duelo final.

Las candidaturas siguen siendo un misterio

Para disgusto de los dirigentes partidarios de la “candidatura de consenso”, cada vez está más extendida la idea de que se presentarán varios candidatos. Sin embargo, a estas alturas no se sabe quiénes serán. El propio Núñez Feijóo no ha aclarado si dará el paso.

La secretaria general del partido, María Dolores de Cospedal, ha insinuado que se puede presentar, pero no lo ha confirmado. Fuentes populares dijeron en privado que, sabedora de que no puede vencer en el proceso, tan sólo lo hará si antes anuncia su propia candidatura la exvicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría. La mutua enemistad es pública, y las fuentes añadieron que “Cospedal sabe que no puede ganar, sólo se lanzará si es para aplacar a Soraya y así impedir que triunfe”.

No existe en el PP un sentimiento generalizado de que Mariano Rajoy vaya a tratar de influir en el resultado final del proceso. Ya está descartado que se vaya a producir un “dedazo” como aquel con el que José María Aznar propuso a Rajoy como sucesor al frente del PP, a lo que el partido obedeció con disciplina castrense. Sin embargo, en las filas de la formación no todos confían en que este último no trate de dirigir el proceso.

Fuentes del grupo parlamentario del PP dijeron a este diario que el expresidente del Gobierno se va a abstener de hacerlo, y que sólo actuará “si todo se desmadra, para que las cosas se hagan con orden”. Otras fuentes, desde Génova, consideran que esa voluntad de actuar “para que esto no se desmadre no es más que un modo de intentar influir”.

En cualquier caso, fuentes popularesseñalaron a ALnavío que Rajoy quiere mantener a partir de ahora un perfil bajo. Han dicho que acudirá al Congreso de los Diputados como cualquier otro miembro del Legislativo hasta que se celebre el congreso extraordinario del PP en el que se elija al sucesor. Una vez superado ese punto, añadieron, es bastante probable que renuncie a su escaño y abandone la primera línea política.

La necesidad de un debate de ideas

Una acusación recurrente contra la cúpula del PP en los últimos años es que se ha desconectada de los votantes, e incluso de las bases. El deseo del aparato de que haya un único candidato “de consenso” es buen ejemplo de ello. La sociedad española reclama cada vez más democracia interna en el seno de los partidos políticos. No sólo gran parte de los afiliados rechaza las sucesiones por dedazo, también lo hace un altísimo número de ciudadanos.

Un proceso abierto no controlado por el aparato no sólo respondería a las aspiraciones de las bases del PP, y el deseo de buena parte de sus votantes. También facilitaría un debate de ideas y propuestas que la organización ha dejado de lado a lo largo de los mandatos de Rajoy, tanto en el partido como en el Gobierno. En los últimos años, los populares se han limitado a presumir de “buena gestión”, y con eso ya no es suficiente. El PP debe definir sus postulados ideológicos y ofrecer propuestas que vayan más allá de la tecnocracia. Si no quiere hacerlo por su propio bien, debe afrontar la tarea por el bien de la sociedad. Un país como España no puede permitirse el lujo de que un partido con tanto peso político y social no sepa definirse ante los ciudadanos y frente a sus rivales.

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