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Más Europa

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La pasada semana el alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y vicepresidente de la Comisión Europea, Josep Borrell, declaraba el nacimiento de la “Europa geopolítica”. Muchos llevábamos tiempo reclamando una mayor unidad europea en asuntos de política exterior, tanto a través de las instituciones bruselenses como de un reforzamiento de la OTAN. Finalmente, tras el deleznable acto de agresión de Rusia contra la soberanía del pueblo ucraniano, parece que Europa y los europeos hemos reaccionado para defender lo que de verdad importa: la vida y la Libertad. 

El ejército ruso ha bombardeado escuelas, hospitales, aeropuertos y todo tipo de infraestructuras civiles, tratando de forzar el derrocamiento del gobierno ucraniano para controlar el territorio, causando una diáspora que, de momento, alcanza algo más de cien millones de refugiados. El pueblo ucraniano, frente a estos ataques, se ha armado de valentía y ha decidido resistir y defender lo que, por imperativo democrático, les pertenece desde 1991. En este escenario, la UE, tanto por razones estratégicas como morales, no tenía otra opción (ni debía tenerla) más allá de apoyar a los ucranianos en su heroica contienda. 

Como europeísta convencido siempre me habían generado mucha rabia y tristeza las burlas hacia la UE en referencia hacia sus titubeos en política exterior, sus divisiones internas y la lentitud de sus decisiones y reacciones. Precisamente, me generaban dicha tristeza y rabia por su extrema veracidad. La UE, hasta la semana pasada, se encontraba inmersa en un proceso de acelerada división, fraccionalización y burocratización que estaban haciéndola inútil en muchos aspectos a nivel global. Aún así, muchos europeístas -frente al euroescepticismo reaccionario-, llevábamos tiempo abogando por un cambio de actitud en las instituciones europeas y una serie de reformas urgentes que dieran lugar a una acción política a escala europea más dinámica, eficaz y cercana a las necesidades reales de los ciudadanos comunitarios. La reacción de la UE ante la invasión rusa de Ucrania ha sido sin duda un paso de gigante hacia ello. 

La UE ha puesto en marcha sanciones masivas a los oligarcas vinculados al Kremlin y al circulo más cercano a Putin (incluyéndole), ha prohibido el acceso al sistema SWIFT a los principales bancos rusos y ha congelado los activos del banco central de Rusia, reduciendo la capacidad de maniobra de su política monetaria y causando una devaluación sin precedentes del rublo. Además, por primera vez en su historia, la UE está apoyando económicamente el envío de armamento militar a Ucrania por parte de sus países miembros, destinando a ello más de 500 millones de euros procedentes del Fondo Europeo para la Paz.

Pero lo más relevante no es que lo haya hecho la UE, sino que todas estas medidas se han tomado de manera coordinada con las principales democracias liberales del mundo como es el caso de EE. UU., Canadá, Japón, Suiza, Finlandia, Suecia, etc. La indignación internacional ante la guerra de Putin es tal que ha conseguido sacar de su férrea neutralidad a Suiza, despertar a Alemania de su aletargado pacifismo e incluso causar una importante reacción en Finlandia y Suecia, que llegaron a plantearse solicitar la entrada en la OTAN. Por lo tanto, el avance no es solo de la UE, sino asimismo del atlantismo y de la defensa global del modelo político que mayor paz y prosperidad ha brindado en la Historia: la democracia liberal. 

Decía Lenin que hay semanas en las que ocurre lo mismo que en el transcurso de una década, y sin duda la pasada semana fue una de ellas, pudiendo observar, tal y como afirmó con gran acierto Josep Borrell, el nacimiento de la “Europa geopolítica” y un realineamiento de las relaciones internacionales a escala global. La UE ya no es la misma que hace dos escasas semanas. Hoy las instituciones europeas y los ciudadanos de los países miembros somos más conscientes de la importancia de la solidez de los vínculos comunitarios, de la defensa de unos valores comunes y de asegurar una férrea defensa de nuestra seguridad a través de capacidades militares y logísticas conjuntas. 

Parece que el apoyo a Ucrania se mantendrá en el largo plazo, ya que no existirá seguridad ni estabilidad en Europa si Putin logra imponerse a la defensa de la soberanía ucraniana. Garantizar la supervivencia de Ucrania es defender la legalidad internacional y el orden mundial que nos dimos tras 1945. Pero no debemos engañarnos. Las medidas adoptadas hasta ahora para tratar de frenar los delirios autoritarios de Putin acarrearán un elevado coste económico que repercutirá en todos los países, aunque de manera heterogénea. 

Las sanciones actuales dan lugar a unas expectativas de menor crecimiento y mayor inflación en 2022, incrementando de manera notable el riesgo de estanflación, el cual hasta ahora los analistas de organismos internacionales no contemplaban. Aunque últimamente los principales bancos centrales del mundo hablaban de ligeras subidas de tipos y la finalización de muchos de sus programas de compra de deuda (con la consiguiente reducción de su balance sheet en muchos casos), tras la invasión de Ucrania, seguramente las subidas de tipos sean mucho menores de las inicialmente planteadas, avivando el riesgo de prolongar la elevada inflación en pro de tratar de sostener el crecimiento económico. 

Asimismo, debemos ser consciente del shock de oferta que suponen las sanciones a Rusia y el efecto que esto tendrá sobre el nivel de precios de las materias primas, encareciendo notablemente la energía, como ya estamos viendo. Aún desconocemos si se producirá una mayor restricción de oferta de gas ruso en Europa, lo cual dependerá principalmente de la duración de la guerra y su intensidad. La dependencia energética de Europa hacia Rusia es la principal debilidad europea en el actual escenario geopolítico, ya que, tal y como ha analizado el BCE, un recorte del 10% del flujo de gas ruso hacia Europa causaría de manera directa una disminución de 0,7 puntos porcentuales de la cifra del crecimiento del PIB comunitario, sin contar con la persistencia de las disrupciones de las cadenas globales de valor que veníamos arrastrando desde los primeros meses de 2020. 

Por otro lado, cabe resaltar que Putin sufrirá muchísimo más que Europa por las sanciones. Aunque es cierto que en los meses previos a la invasión de Ucrania el autoritario ruso había acumulado mayores reservas internacionales y había intensificado sus relaciones comerciales y políticas con China (sobre todo en lo referente a exportación de materias primas), aún así el 28% del valor total de las exportaciones rusas seguía dirigiéndose a países UE. Mientras los países miembros podrán encontrar nuevos suministradores de dichos insumos, resulta altamente complicado que, en el escenario actual de bloqueo económico a Rusia, Putin vaya a encontrar nuevos socios comerciales a los que exportarles dichos bienes. Tampoco conviene hacerse ilusiones al respecto, ya que gran parte de dicho volumen de exportaciones es gas, cuya importación de Rusia la UE aún no ha reducido debido a su elevada dependencia para garantizar la seguridad de suministro. 

Por lo tanto, si algo está claro es que la invasión de Ucrania supone un profundo cambio en las relaciones políticas y económicas a escala global. Europa, y en particular la UE han reforzado sus vínculos de cooperación y han exhortado más que nunca a la defensa de unos valores comunes, entre los que se encuentran el respeto por la democracia y la Libertad. Además, la guerra de Putin ha reforzado los vínculos atlánticos y la cooperación entre EE. UU. y la UE, que a lo largo de los últimos años parecía haberse debilitado. Aún así, todo esto no debe hacernos obviar los costes que la situación actual acarrea y acarreará. No olvidemos que Europa y sus vínculos siempre se han forjando y consolidado en las situaciones de dificultad. Por la democracia y la Libertad: Más Europa.

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