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Petro y sus opositores: dos versiones de la misma hipocresía

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¡Sí qué gasta la izquierda en Colombia! Es y seguirá siendo ésta una de las más mentadas críticas de la oposición -al menos de lo que por ello pasa- en ese país contra el gobierno de Gustavo Petro hasta que termine su mandato en el 2026.

El presupuesto de la izquierda

La crítica no está fuera de lugar. Con un gobierno abierta y francamente socialista, que viene cumpliendo la promesa de que el Estado colombiano se encargue de cada vez más cosas en la vida de los individuos, claramente esperamos que aumente su tamaño y, por ende, su gasto. Así, reflejando esa intención, y al contar con ingresos mayores, hechos posibles en gran medida por la última reforma tributaria, el presupuesto aprobado para el 2024 promete un Estado más grande y de un espectro de acción más amplio.

El presupuesto presentado por el Ministerio de Hacienda, por un total de 502 billones de devaluadísimos pesos, unos ca. 127 millones de dólares, refleja las prioridades del gobierno nacional para el 2024. Se destaca un aumento general en todos los sectores, impulsado en parte por el gasto inflexible, como salarios de empleados públicos. La única reducción (-15,9%) se dio en la cartera de Inclusión Social y Reparación, siendo compensada por una adición de 10,8 billones de pesos para el nuevo sector de Igualdad Social, liderado por la vicepresidente. Agricultura y Minas y Energía experimentaron aumentos significativos, alineados con las reformas propuestas por el gobierno en la reforma rural y la transición energética.

Medidas «contra cíclicas»

Los sectores de salud y educación tienen los mayores presupuestos, pero la atención del gobierno para el 2024 se refleja mejor en el presupuesto de inversión en cada cartera. Obviamente, con una recesión que se anuncia desde hace varios meses, el gobierno de Petro recurrirá a medidas “contras cíclicas,” estimulando demanda agregada en un frenesí keynesiano exuberante. Lo que el gobierno llama inversión, es, en realidad, traslado del consumo de la mano de los individuos que han creado riqueza a las de los burócratas, para que el consumo, disparado, sirva como ilusión de prosperidad -a costa, clara está, de la creación de capital en el futuro.

El presupuesto de “inversión” del gobierno Petro muestra un aumento significativo del 32%. Este incremento es casi el doble de lo presupuestado por la administración anterior de Iván Duque, alfil de Álvaro Uribe, en 2023 (18,3%). La asignación de recursos en el presupuesto de inversión refleja las prioridades del gobierno para gastar adicionalmente en distintas áreas.

Los esfuerzos notables en el presupuesto se centran en la nueva cartera de Igualdad y Educación, que experimenta un aumento de dos billones de pesos, casi un 34%. Sin embargo, la cartera de salud experimenta una pequeña disminución de 200 mil millones de pesos. Se prevé una reducción a la mitad de los ingresos del Ministerio de Hacienda, asignando recursos directamente a las entidades. Se destaca el crecimiento de la inversión en las reformas sociales clave del gobierno, con un aumento del 21% en la inversión en trabajo y más de 2 billones de pesos (34%) en educación.

Un arriendo algo caro

El mayor incremento porcentual del presupuesto se observa en la cartera de agricultura, que casi triplica su presupuesto, pasando de 3,1 a 8,4 billones de pesos, en línea con la propuesta de compra de tierras de la reforma agraria. Además, las carteras de Vivienda (1,3 billones), Defensa (2 billones) y TIC (1,5 billones) también experimentan crecimientos por encima del promedio en comparación con el año pasado.

Las muestras de gasto excesivo no paran ahí, en aquellos gastos que se pueden esperar, no solo de cualquier gobierno, sino de un gobierno impunemente socialista. En el caso del mismo país, en Colombia ha habido gastos que se han considerado un tanto más “ofensivos” por decirlo de alguna manera. Es el caso de una casa que alquiló el Gobierno de Petro en Davos, en el marco del encuentro del Foro Económico Mundial.

Se trata de la Casa Colombia, un supuesto lugar de encuentro entre el país y diversos actores como inversionistas, empresarios y fondos privados. Su -supuesto- objetivo es informar sobre las oportunidades de inversión en áreas clave como turismo, transición energética y biodiversidad. Se busca posicionar a Colombia como «el país de la belleza» en el contexto de estas oportunidades económicas. Tales oportunidades económicas, ha dicho el gobierno, se espera que superen el costo del alquiler de la casa, que ronda el millón doscientos dólares.

La primera dama recomienda comer pastel…

Para aumentar incluso más el grado de escandaloso de los gastos del Estado colombiano bajo la presenta administración, no está demás mencionar que la esposa del presidente Petro ha sido sorprendida haciendo un uso particularmente alegre de la chequera estatal, estimulando la demanda de un agregado de maquilladores, fotógrafos y acompañantes de -bastantes- viajes internacionales en una intensidad de 250 mil dólares.

Los escándalos en gastos han sorprendidos a varios -incautos. La promesa con la que llegó al poder Petro implicaba, entre otras cosas, no gastar dinero del Estado sino en cosas “necesarias,” las cuales, según él y su séquito de considerable tamaño, serían cosas como erradicar la pobreza, aumentar la educación y demás, haciendo uso del Estado y los monopolios que vienen con él para ese fin.

Los gastos de los que gobernaron antes

Yo creo que las críticas de la oposición colombiana -sea lo que sea eso en el momento, que desafía en verdad cualquier identificación y definición- vienen a lugar. El gasto público, a pesar de esperar que aumentara significativamente con Petro, está disparado y nunca es mal momento para gritarlo desde cualquier terraza. Ello supone lógicamente más impuestos por parte el Estado en el futuro; mayor grado de distorsiones en el mercado, en la medida de que el grado de intervención estatal aumenta, gravitando la asignación de recursos hacia cursos de acción que no se habrían emprendido en libertad.

También contribuye a la dañina noción de que la pobreza se supera, no con la producción fundamentada en intercambios voluntarios entre agentes del mercado, sino reclamando violentamente, por medio del Estado, el privilegio de utilizar la riqueza por otros – por solo mencionar algunos efectos directos e indirectos sobre la utilidad que supone un Estado cada vez más grande. Ahora bien, si se trata acaso de denunciar a un gobierno por socialista, debido a los nefastos efectos que el socialismo genera en una -y cualquier- sociedad, por parte de quienes pretende hacer oposición en el momento, lo que sí hay que decir es que la hipocresía y confusión de la oposición no es menos que hilarante.

Aquellos que esperan contrastar el gasto excesivo del gobierno actual no pueden dejar de lado que el gasto del gobierno anterior de Iván Duque no es que fuera precisamente el equivalente a dos bolsas de cacahuates.

Los pecados del gobierno anterior

Durante el gobierno anterior, el gasto público se repartió en varias funciones arrebatadas al proceso del mercado, incluyendo seguridad, asuntos económicos, protección del medio ambiente, vivienda y servicios conexos, salud, actividades recreativas, cultura, deporte y otros servicios sociales, educación y protección social. Además, se tuvo una importante categoría adicional para el servicio de la deuda pública. En 2021, el gasto total del Gobierno General fue de $404.8 billones, unos ca. 100 millones de dólares, con un crecimiento del 10,3% respecto al 2020.

Además de esto, no se pueden dejar de mencionar de corrupción en los cuales el gasto público se fue a honrar contratos irregulares. Durante ese tiempo se identificaron 12,245 contratos irregulares durante la administración de Duque, sumando un total de 3.8 billones de pesos. Estas acciones habrían supuesto gasto estatal de unos 380 en corrupción, influencia impropia sobre agentes estatales.

Finalmente, y no muy lejos de los gustos de la esposa de Petro, en 2020 se utilizó uno de los dos -¡dos!- aviones de la presidencia de Colombia para llevar a niños con sus respectivas madres a una fiesta infantil de la hija de Iván Duque al otro lado de la cordillera central, en un parque llamado Panaca, diseñado para fantasear de manera segura con las durezas de la vida agropecuaria.

Socialistas de todos los partidos

Dos cosas se me vienen a la mente con todo esto. La primera sería, si para Iron Maiden es suficiente un solo avión, manejado por su vocalista, ¿cómo es que el presidente de una república bananera tiene no uno, sino dos, y el imberbe del presidente no es capaz de manejarlo?

Lo segundo que se me viene a la mente es: ¡socialistas de todos los partidos! Si la crítica al gobierno actual proviene de un grupo de personas, cuyo único argumento para oponerse es en realidad “ustedes no deberían gobernar viviendo de los demás y acabando con todo, sino nosotros,” ambos grupos, gobernantes y aquella fracción de gobernados, son dos versiones de la misma hipocresía.

El problema de fondo con esta discusión es que se quiere llegar a gobernar por medio de un Estado democrático. Dentro de este contexto, cualquier ciudadano gobernado puede llegar a gobernar. Cualquiera que lo quiera, logrará gobernar prometiendo, con el uso de la legislación, una mayor redistribución de riqueza, no solo que sus antecesores, sino también que sus competidores para gobernar. Mientras el que gobierna, como Petro, promete gastar no en B sino en A, la oposición, promete hacerlo en A -y en mayor cuantía de lo que lo habría hecho Petro en B.

La condición humana

Siendo la condición humana lo que todos sabemos que es, aumentando el gasto público, mayor el número de beneficiarios de transferencias gratuitas de riqueza y, por ende, mayor el número de personas que quieren participar de esa agencia de expolio sistemático y a gran escala que es el Estado colombiano. Por otro lado, aquel que está de cabeza de ese Estado, el presidente de la república, sabe muy bien que su tiempo al frente de tal agencia criminal es finito.

En el caso de Colombia, lo que no gaste el presidente Petro dentro de ese periodo, lo dejará para gastar al próximo presidente. Ello se traduce en que los beneficios de cualquiera medida de austeridad no se percibirán por el presidente actual sino por los que vienen. La propensión marginal de gasto público es altísima en un Estado democrático. Esa propensión no es otra cosa que el consumo en manos del estado, que ha sido arrebatado de las manos de los consumidores que son pagadores netos de impuestos. Ni la izquierda ni la derecha -como las conocemos hoy en día- tendrá incentivos suficientes para restringir el gasto público. No lo ha hecho en el pasado y no se puede esperar que el próximo gobierno colombiano, que muy seguramente será de otra variedad de socialismo -como el de derecha, sea menos alegre con el gasto público que el actual.

La revelación de los juegos que no fueron

De las muestras más patentes del acuerdo en lo fundamental que guardan tanto Petro con sus de que son, de nuevo, versiones diferentes de la misma hipocresía; de que tanto unos como los otros son, si bien en grados marginalmente distintos, tan solo amigos de la propiedad cuando de su socialización se trata, ha sido la controversia que se ha desatado por el hecho de que, al parecer por incompetencia del gobierno, no se financiarán los Juegos Panamericanos en el 2027.

Barranquilla no será la sede de los Juegos Panamericanos 2027. Estos juegos tenían un costo estimado de 569 millones de dólares en 2023 y planteaban recibir a unos 9,000 atletas en sus dos modalidades, así como construir una Villa Panamericana y varios recintos, incluida una pista de ciclomontañismo.

Conocida la noticia, un importante sector de la que pasa por ser oposición ha sido ¡qué se perdió la oportunidad de hacer los juegos y, con ella, la de gastar ca. 500 millones de dólares! Lo que podría haber sido un alivio, pudiendo haber sido presentado por aquella oposición como la posibilidad de no tener que gastar tanto dinero el Estado colombiano. Y, por ende, de poder preservar algo de riqueza en manos de sus propietarios legítimos en el futuro.

Ello fue un grito herido que consistió en afirmar que, de haber estado ellos en el poder ¡sin duda y reparo alguno se habrían gasto ese dinero -y más aún! Así, conociendo sus descontentos actuales con el gobierno, se conoce que, de volver a gobernar ellos la diferencia sería, no menos, sino más Estado. Más expropiación, más intromisión del Estado en la vida de un número cada vez mayor de individuos, en un número cada vez mayor de asuntos que antes.

De no ser libertario, no hay futuro…

Me temo que, siendo realistas, Colombia permanece un país sin futuro, donde las creencias que se encuentran arraigadas solo apuntan hacia un escenario en el que nadie aspira envejecer. Nada diferente a una verdadera propuesta de estrategia libertaria, consistente en denunciar al Estado por lo que es, una casta de parásitos sin alma, y que proponga drásticamente disminuirlo, cercenando varias y muchas de sus agencias, podrá devolvernos la imagen positiva del futuro que tuvimos alguna vez.

Me temo que, si el futuro no es libertario, en Colombia no hay futuro.

Ver también

Revisionismo estratégico libertario. (Santiago Dussan).

Gustavo Petro busca el voto de los incautos atacando a Nicolás Maduro. (Antonio José Chinchetru).

Caos en Colombia. (Edgar Beltrán).

El agotamiento de la nueva ola populista. (Mateo Rosales).

Ponerse la soga al cuello. (Santos Mercado).

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