Los liberales tienden a ser extremadamente prácticos. Aunque la teoría liberal es amplia, sigue siendo menos compleja que la teoría en otras doctrinas como podrían ser el comunismo y, en consecuencia, el intervencionismo en casi todas sus formas. En parte, por las contradicciones en las que estas dos últimas incurren, lo que les hace ampliar el horizonte de actuación y, por tanto, de variables a estudiar. La doctrina liberal simplifica gran parte de su contenido, y permite que la espontaneidad forme parte de la ecuación para estudiar pruebas empíricas y corregir la propia teoría.
La economía, pese a no ser una ciencia pura, se comporta como tal cuando tiene que encerrar definiciones basándose en tendencias y comportamientos. En este punto, también me atrevo a decir que los liberales suelen ser sinceros sobre el funcionamiento de los mecanismos políticos y económicos que nos gobiernan, y suelen aportar una visión objetiva y libre de sentimentalismos en temas de cierta controversia.
Discrepancias en la influencia política
Sin embargo, existen grandes discrepancias sobre cuál es el mejor camino para influir en la opinión pública y en el funcionamiento del país. Esto lleva a pensar a muchos que la divulgación es la única opción viable, e incluso honorable, para librar la batalla cultural. En otras palabras, no todos están convencidos de que la política sea el medio adecuado para transformar la política misma y, en consecuencia, la vida de las personas. Los liberales más respetados sostienen que, en un mundo ideal, no debería existir un partido político liberal. Las políticas que defienden deberían formar parte del propio mecanismo de gestión del país, sin necesidad de un partido específico para representarlas.
El punto principal es que, hoy en día, existen ideologías completamente opuestas al liberalismo que están integradas en las instituciones, lo que dificulta que medidas libertarias puedan tener cabida en ciertas formas de gobierno. Concretamente, las políticas de corte libertario resultan difícilmente compatibles con la ideología de extrema izquierda que actualmente forma parte del Gobierno en España.
El Espacio del liberalismo: entre el centro y la derecha
Por tanto, podría decirse que el espacio del liberalismo se sitúa entre el centro y la derecha. Aunque el libertarismo absoluto no sea una realidad factible, algunas medidas, como la limitación del gasto público en aras del crecimiento económico, pueden encontrar espacio en distintos tipos de gobiernos, salvo en el mencionado anteriormente. Sin embargo, al proponer políticas más radicalmente liberales, como la privatización de servicios públicos, el margen de acción libertario se reduce considerablemente en el contexto de la política actual.
Bajo este resumen tan simplificado podemos medir el nivel de influencia que podrían tener unas ideas libertarias en un gobierno, aumentando en el centro derecha y viéndose mermado en ideas extremas, tanto del lado socialista como del lado derechista.
Dicho esto, si nos centramos en el escenario con mayor capacidad de atraer a la ciudadanía, es decir, el centro-derecha conservador (aunque algunas figuras visibles provengan del progresismo), cabe preguntarse: ¿cuánto de socialdemócrata y cuánto de liberal existe realmente en este perfil? O, planteado de otra manera, si hubiera dos partidos con la misma probabilidad de gobernar, ¿hacia dónde se inclinaría la balanza?
La Falta de representación del bloque liberal: la necesidad de diversidad
España está llena de liberales que ni siquiera son conscientes de que lo son. No tienen una verdadera alternativa política. Son personas profundamente convencidas de la necesidad de reducir el gasto público, adelgazar la administración, frenar el derroche de recursos, fomentar el ahorro y priorizar el crecimiento económico. Además, sienten un profundo hartazgo hacia la política; en el mejor de los casos, votan al Partido Popular o a Ciudadanos, y en el peor, que es el más común, ni siquiera ejercen el voto. Esto deja al bloque liberal sin representación efectiva y sumido en un constante enfrentamiento interno, con escaso impacto en la política, tanto nacional como municipal.
¿Por qué no permitir, por una vez, que sean los liberales quienes abracen una mayor diversidad de ideas y caigan en sus propias contradicciones? ¿Por qué no son ellos quienes incluyan a votantes conservadores preocupados porque el partido no amplíe su intervención en asuntos de Estado, en lugar de ser siempre los libertarios los que alerten sobre el poder excesivo del mismo? En otras palabras, ¿por qué no es el liberal el que cede terreno, a modo e inversión, para atraer a más gente?
Desde mi punto de vista, la solución pasa por reconocer de manera genuina que la coalición es necesaria. Las ideas liberales absolutas no son realistas en el contexto actual, y sería necesario construir un bloque liberal que participe en el debate público bajo las mismas reglas con las que juegan el resto de los partidos.
El papel secundario del Partido Libertario
En el caso del Partido Libertario, si desea crecer de forma exponencial en lugar de proporcional, debe abrir sus puertas a votantes conservadores, tanto del Partido Popular como de Vox. Es bien sabido que en sus filas no se permite desviaciones en esta dirección, heredado (o comandado) por Juan Pina, y no hay espacio para el debate en cuestiones que preocupan a la derecha convencional, como la inmigración o el tema de Cataluña en el pasado reciente. Esta situación deja a los votantes conservadores ansiosos por cambiar su voto, pero sin encontrar un acceso abierto en este partido.
Salvando las distancias culturales y situacionales entre Argentina y España, un semejante de Javier Milei probablemente conseguiría representación en el escenario político español. Sin embargo, el Partido Libertario y ciertas asociaciones liberales han optado por mantener una postura cautelosa hacia Milei, quien ni siquiera es recibido oficialmente por ellos; esa distinción recae en Vox, un partido que, aunque poco tiene de libertario, ha sabido aprovechar la notoriedad internacional de Milei para atraer votantes en España. En lugar de colaborar, han señalado las contradicciones que surgen al intentar implementar ideas libertarias en un país de 46 millones de habitantes y sumido en la desesperación. Esta situación ha acentuado la división entre los pocos libertarios que aún consideran la política como un medio viable para llevar sus ideas al gobierno.
Un círculo vicioso: esperando un cambio
En resumen, con el Partido Libertario en contra de subirse a la ola de Milei, y muchos de los libertarios más influyentes promoviendo la idea de no votar, lo único que nos queda es esperar a que Iván Espinosa de los Monteros forme su propio grupo político con tintes libertarios, solo por un momento ilusionante hasta que la primera medida intervencionista sea tomada como una traición hacia el movimiento libertario, y volvamos a empezar en este círculo vicioso, tan alejado de esa practicidad de la que tanto se presume, y que lo único que ha conseguido es alejar al posible votante de un interés por la política y por cambiar el escenario nacional desde una perspectiva objetiva y realista.
Ver también
David Boaz (1953-2024). (Diogo Costa).
Apología libertaria del voto. (Adolfo Lozano).
¿Es Rand Paul realmente libertario? (Adolfo Lozano).
Aún no hay comentarios, ¡añada su voz abajo!