Por Melissa Hussain. El artículo Sólo el libre mercado puede hacer que la pobreza sea historia fue publicado originalmente en CapX.
Soy el orgulloso fundador de Anti-Poverty Conservatives, una nueva organización dedicada a reafirmar la arraigada compasión que se encuentra en el corazón de los valores conservadores. Los miembros del Partido Conservador han respondido con entusiasmo, acogiendo a menudo nuestros esfuerzos como un ejemplo de «conservadurismo compasivo». Sin embargo, la etiqueta de «conservador compasivo» implica una distinción preocupante: que la compasión no es inherente a todos los conservadores. Se trata de un concepto erróneo que debemos erradicar.
El conservadurismo, tal y como lo concibieron sus antepasados intelectuales como Edmund Burke, Michael Oakeshott y, más recientemente, Roger Scruton y Russell Kirk, siempre ha contenido en su interior las semillas de la compasión, el deber y la responsabilidad hacia los menos afortunados. Scruton sostenía que la creencia primordial del conservadurismo es conservar lo que es bueno, y ¿cómo puede ser buena una sociedad si desatiende a sus miembros más débiles? Kirk, cuya profunda comprensión de la tradición y el orden moral informa gran parte del pensamiento conservador moderno, creía igualmente que la sociedad debe ser ordenada y justa, reconociendo que la dignidad de cada individuo es primordial. No se trata de una rama del conservadurismo, sino de su núcleo.
Mercados libres y prosperidad para todos: la tradición conservadora
Para algunos, el término «conservador contra la pobreza» puede parecer paradójico. Al fin y al cabo, a menudo se culpa al libre mercado de impulsar la desigualdad y dejar atrás a algunos miembros de la sociedad. Sin embargo, este argumento se basa en un profundo malentendido tanto de los principios del libre mercado como de la filosofía conservadora. Es precisamente a través del libre mercado, junto con una gobernanza pragmática y unas instituciones sólidas, como podemos crear una sociedad en la que todos tengan la oportunidad de prosperar.
Desde los tiempos de Margaret Thatcher, el Partido Conservador ha promovido políticas económicas que -cuando se aplican correctamente- potencian a las personas, las sacan de la pobreza y amplían las oportunidades. La creencia de Thatcher en el «capitalismo popular» no estaba impulsada por un frío utilitarismo, sino por la convicción moral de que facultar a las personas para poseer viviendas, crear empresas y participar en la economía como agentes libres beneficiaría a muchos, no sólo a unos pocos. Entendía que los mercados libres, debidamente regulados, generan riqueza que beneficia a todos, creando la base impositiva que financia los servicios públicos y las redes de seguridad social.
Compasión conservadora en acción
George Osborne, durante su etapa como Canciller, introdujo políticas como el aumento de la asignación personal del impuesto sobre la renta. Al elevar el umbral a partir del cual las personas empiezan a pagar impuestos, Osborne se aseguró de que los trabajadores con rentas más bajas conservaran una mayor parte de sus ingresos. Esta reforma no era un mero ajuste fiscal; era una expresión de la compasión conservadora en acción, diseñada para recompensar el trabajo, reducir la dependencia y empoderar a los individuos, dándoles un mayor control sobre su destino financiero. Esta política benefició a millones de trabajadores, sacando a muchos del impuesto sobre la renta y demostrando que el libre mercado y las reformas fiscales pueden aliviar la pobreza y fomentar la confianza en uno mismo.
Es fácil para los críticos afirmar que la izquierda tiene la razón moral en materia de pobreza porque defiende la intervención del Estado. Lo que los conservadores han entendido desde hace mucho tiempo -y lo que los Conservadores contra la Pobreza tratan de reafirmar- es que el gran gobierno y los amplios programas de bienestar a menudo hacen más mal que bien. Pueden crear una cultura de dependencia, minar la iniciativa individual y atrapar a la gente en ciclos de pobreza. La izquierda mide con demasiada frecuencia el éxito por la cantidad de dinero gastado, mientras que los conservadores se fijan en los resultados: mejoras reales en la vida de las personas, sustentadas en la libertad y la responsabilidad personales.
Una historia de la compasión conservadora
La tradición del Partido Conservador ofrece algunos de los mejores ejemplos de cómo el libre mercado y un enfoque compasivo de la gobernanza pueden ir de la mano en la lucha contra la pobreza. Disraeli, con su idea del conservadurismo de «una nación», reconoció los peligros de una sociedad dividida y comprendió que la estabilidad y el crecimiento económicos debían beneficiar a todos los sectores de la sociedad. Sus reformas fueron más allá de la prosperidad económica y abarcaron el bienestar social, la vivienda y la educación.
Winston Churchill, durante su mandato como Ministro de Trabajo, introdujo medidas para mejorar las condiciones de trabajo, limitar el desempleo y sentar las bases de un Estado del bienestar que apoyara -no reprimiera- la empresa individual. En una ocasión afirmó: «El vicio inherente al capitalismo es el reparto desigual de las bendiciones; la virtud inherente al socialismo es el reparto igualitario de las miserias». El ingenio de Churchill encierra una profunda verdad conservadora: los mercados crean prosperidad, pero es una sociedad moral la que garantiza que la prosperidad se comparta ampliamente.
La situación de un hombre es el preceptor de su deber
Más recientemente, el Gobierno de David Cameron adoptó el espíritu de la «Gran Sociedad», cuyo objetivo era capacitar a las comunidades para que tomaran el control de los servicios locales, un modelo de descentralización que defendía la sociedad civil frente al Estado burocrático. Al redistribuir el poder a las comunidades locales, los conservadores de Cameron aprovecharon el papel vital de la familia, los barrios y las organizaciones benéficas en la mitigación de la pobreza, poniendo de relieve una vez más que las fuerzas del mercado y la compasión cívica no son fuerzas mutuamente excluyentes, sino complementarias para el bien.
Conservadores contra la Pobreza no pretende crear un grupo disidente de conservadores bienintencionados. Por el contrario, pretendemos recordar a nuestros conciudadanos y a los responsables políticos que el conservadurismo siempre ha contenido las herramientas para construir una sociedad más equitativa. El pragmatismo, la responsabilidad fiscal y el patriotismo no son antitéticos a la hora de abordar la pobreza, sino que son esenciales.
Una sociedad sana debe equilibrar el libre mercado con la responsabilidad social, y este equilibrio está en el corazón del conservadurismo. Como tan sabiamente observó Burke, «la situación de un hombre es el preceptor de su deber». Es nuestro deber -nuestro deber conservador- tender la mano a los necesitados, no mediante posturas ideológicas, sino mediante políticas prácticas y eficaces arraigadas en nuestra tradición.
Los conservadores no son indiferentes a los pobres; buscamos crear las condiciones en las que todos los individuos puedan prosperar. En última instancia, es el camino conservador -basado en la sabiduría de nuestros antepasados, el poder de los mercados y un profundo sentido del deber- el que ofrece la mejor esperanza para una sociedad próspera y justa.
Ver también
¿Qué fue antes, la desigualdad o la pobreza? (María García Carrión).
Riqueza y pobreza. (José Hernández Cabrera).
La pobreza. (José Carlos Rodríguez).
Pobreza y moral. (José Carlos Rodríguez).
Círculos viciosos de la pobreza. (José Carlos Rodríguez).
Riqueza y pobreza en una lección. (José Carlos Rodríguez).
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