Una de las obras de referencia para entender este periodo es Feudalismo tardío y capital mercantil, de Peter Kriedte. Nos encontramos en un momento de expansión económica, pero también de crecimiento demográfico. La economía de la época era eminentemente agrícola. Dado el crecimiento de la población, se necesitaban más tierras cultivables, por lo que los campesinos fueron conquistando nuevos terrenos, como tierras marginales utilizadas para el pastoreo. Esto provocó la destrucción del equilibrio entre la agricultura y la ganadería, esencial para mantener la fertilidad del suelo.
Las crisis de subsistencia comenzaron a aparecer en el mundo rural, lo que generó una división del trabajo entre la ciudad y el campo. La producción agraria quedó reducida al agro, mientras que la ciudad concentraba la producción de mercancías manufacturadas. Las ciudades comenzaron a crecer en población, importancia y riqueza. Es en este momento cuando los medios artesanales alcanzan su máxima expresión. A pesar de que la división del trabajo entre campo y ciudad era patente, no se puede negar que determinados oficios urbanos y rurales estaban interconectados, no debemos imaginarnos dos mundos estancos sin relación. La ciudad y el campo dependían la una del otro y requerían cierta coordinación productiva.
Otro factor fundamental es que la mano de obra de las ciudades era la excedente del campo. Una ciudad moderna solo podía subsistir si previamente el campo había sido capaz de crear excedentes de población. Por eso el excedente poblacional del mundo rural fue clave para Kriedte. Ya en esta época comenzaron los instrumentos de control poblacional, uno de esos instrumentos era la institución del matrimonio. De esta forma, los Estados atrasaban la edad del matrimonio a través de leyes, atrasando así el nacimiento del primer hijo. En el siglo XVI, el trabajo y la familia eran cuestiones indistinguibles, y pertenecían a una etapa de la vida muy concreta.
El papel de la agricultura
Las sociedades de la baja edad media y los comienzos de la modernidad eran mucho más carnívoras de lo que podríamos creer. Por lo visto, en las últimas etapas de la Edad Media se comía mucha carne, incluso más que ahora. Pero poco a poco los hábitos alimenticios fueron cambiando, siendo la base agrícola esencial en la dieta. El aumento poblacional necesitaba de un aumento de la productividad de la tierra y de la agricultura. En Europa tendremos dos realidades distintas: por una parte, la realidad occidental, que se estaba adentrando en un mundo capitalista y mercantil, y por otro la oriental, que seguía en la economía feudal con una nobleza muy poderosa.
En los países orientales vemos una refeudalización, conforme occidente se iba volviendo más capitalista, los países de oriente se iban volviendo cada más feudales. No hablamos de masas empobrecidas de campesinos, sino de la existencia de una servidumbre propia de la plena Edad Media. La divergencia ciudad/campo también se dejó ver en oriente, como el caso de Polonia, donde ciudades como Danzing pasaron a ser lugares florecientes con una gran actividad mercantil.
El aumento de la capacidad agrícola vino determinado por tres cuestiones principales: la postergación del barbecho, la explotación agropecuaria rotativa, y el cultivo de forrajes. La combinación de estas actividades permitía aumentar la productividad y seguir alimentando la industria ganadera al mismo tiempo. Cada país se fue especializando en una actividad económica concreta, lo que determinaría, en parte, el desarrollo político y social de la región.
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