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A Rothbard le agradezco: la imaginación

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¿Qué podría escribir sobre Murray N. Rothbard? Falleció el 7 de enero de 1995, antes de cumplir 70 años, en un momento de mi vida en el que aún estaba en el colegio y desconocía completamente su existencia. Sólo lo conozco de manera indirecta, a través de anécdotas escuchadas en conferencias de otros autores. Uno de ellos, Hans-Hermann Hoppe, quien merece mi mayor respeto y puede considerarse uno de sus estudiantes más rigurosos en continuar su legado, describe cómo Rothbard llevó una existencia «marginal» en el ámbito académico. Esta circunstancia es testimonio de su grandeza intelectual.

En gran medida, Rothbard fue relegado al ostracismo por las instituciones académicas tradicionales en los Estados Unidos, lo que lo llevó a ganarse la vida durante una etapa significativa como empleado a medio tiempo en instituciones de menor renombre, como el Instituto Politécnico de Brooklyn. Allí no existía un departamento de economía; lo más cercano era un departamento de ciencias sociales, que Rothbard calificó como predominantemente marxista.

Sin embargo, aprovechó el tiempo libre que esta situación le ofrecía para trabajar en su obra, logrando, a través de sus escritos, atraer a un amplio número de estudiantes y seguidores. Así, se convirtió en el creador y uno de los principales impulsores del movimiento libertario contemporáneo. Desde 1986 hasta su fallecimiento, Rothbard mantuvo un puesto en la Universidad de Nevada, Las Vegas (UNLV), donde continuó dejando su huella intelectual.

Insaciable curiosidad

Como evidencia adicional de su carácter, recuerdo un evento en el Instituto Ludwig von Mises donde un conferencista relató al auditorio cómo Rothbard, en conferencias sobre los avances más recientes de la Escuela Austriaca de Economía o sobre política libertaria, no podía contener su entusiasmo y se movía casi incontrolablemente en su silla, emocionado por las ideas que tanto lo apasionaban. Allí, entre semejantes, disfrutaba discutiendo las ideas que más lo hacían feliz.

También recuerdo otra anécdota, compartida por un expositor, que describía cómo Rothbard seguía con interés los últimos marcadores de los torneos de baloncesto, mostrando un lado mundano y afable. Además, se mencionó que tenía la costumbre de asistir a conferencias sobre temas y disciplinas ajenas a la economía o la teoría política, algo que no representaba un obstáculo para él. Solía escuchar un par de ponencias, tomar todos los textos que se estuvieran discutiendo y llevarlos a casa para leerlos con detenimiento. Este comportamiento refleja su insaciable curiosidad y su constante búsqueda de conocimiento, características que definieron tanto su personalidad como su legado intelectual.

Tomando cerveza

Todo esto nos revela el carácter de Rothbard: un hombre con gustos mundanos, posiblemente similares a los nuestros, dispuesto a compartirlos entre risas y chistes, tomándose con nosotros una cerveza, relatando anécdotas llenas de espontaneidad y calidez. Sin embargo, también era capaz de transformarse en un combativo pugilista intelectual, dispuesto a desplegar argumentos de la más alta fineza y rigor, sin reservas, para erradicar, como si usara un lanzallamas, cualquier confusión o error conceptual. Rothbard encarnaba al profesor ideal, el mentor que habría querido tener, pero que el destino no me permitió conocer.

Siendo que solo lo conozco indirectamente, mal hacía dedicándole este breve texto a su carácter. Le dejaré eso a quienes tuvieron el privilegio de haberlo conocido directamente como amigo, colega o profesor. Me resta, entonces, dedicarle este esfuerzo a su obra y, concretamente, a lo que ha significado para mí.

Reflexión malagradecida

La obra de Rothbard, compuesta por cientos de artículos y más de 20 libros sobre teoría política, economía e historia, es difícil de resumir brevemente debido a su magnitud y profundidad. Personalmente, gran parte de su producción ha sido de una relevancia excepcional para mí. Con Man, Economy, and State, avancé y profundicé mis conocimientos adquiridos al leer Acción Humana de Ludwig von Mises, un libro que releo constantemente. Power and Market es una referencia clave que utilizo como guía en mi curso de Derecho Económico. Por medio de The Ethics of Liberty, descubrí una ética basada en principios libertarios y en el derecho natural, lo que me llevó a adoptar el libertarismo y, en particular, el anarco-capitalismo.

Con What Has Government Done to Our Money?, entendí la naturaleza maliciosa de la expansión artificial y fraudulenta de la oferta monetaria promovida por los bancos centrales. Finalmente, gracias a An Austrian Perspective on the History of Economic Thought, me encontré con el mejor recuento histórico del pensamiento económico que jamás haya leído. Esta obra moldeó mi interpretación de la ciencia económica como una lucha entre dos escuelas de pensamiento opuestas: la Escuela Austriaca de Economía y el resto.

Un profundo agradecimiento

Al hacer este recuento de su obra y mencionar brevemente la influencia que ha tenido en mí, surge en primer lugar el impulso de reflexionar sobre algunas discusiones que Rothbard pudo haber avanzado, pero que, al no darles prioridad, privó al mundo —y a todos nosotros, sus hijos intelectuales— de contar con su perspectiva sobre ciertos temas. Si me permitiera entretener esta idea, caprichosa y quizá injusta, podría señalar el retraso que representó su limitada atención a una teoría de la firma esencialmente austriaca, habiéndose enfocado únicamente en discutir los límites de las empresas como un problema derivado del cálculo económico. Del mismo modo, ese impulso me llevaría a reprocharle su reticencia a desarrollar una teoría robusta de eficiencia dentro del marco austriaco.

Pero no haré nada de esto en esta ocasión. En cambio, haré algo que nunca he hecho antes: expresar mi más profundo agradecimiento. Las enseñanzas que podemos extraer de la obra que nos legó Rothbard, junto con los testimonios sobre su carácter —que nos hacen lamentar no haber tenido el privilegio de conocerlo personalmente—, deben ser vistas como un gran beneficio externo, una verdadera externalidad positiva.

Gracias por la imaginación, profesor

No los tomamos como fallos del mercado —porque estos no existen—, sino como obsequios que Rothbard dejó a la humanidad, trabajando incansablemente, muchas veces en el silencio de la noche, en su búsqueda de la verdad en cada página que escribió. En particular, aprovecho esta oportunidad para agradecerle por algo en lo que he caído en cuenta recientemente —y estoy seguro de que no soy el único. A Murray N. Rothbard le agradezco profundamente por la constante exhortación, presente en toda su obra, a imaginar un mundo libre.

Como estudiante de Derecho, pronto me di cuenta de la constante intervención del Estado y todas sus agencias en la sociedad. Se me enseñaba que fuera de los límites del Estado solo existían monstruos furiosos, dispuestos a destruir la vida en todas sus formas y, especialmente, la civilización humana. Dentro del Estado todo, fuera de él nada, excepto oscuridad y ridiculización.

El decubrimiento de Murray N. Rothbard

A medida que avanzaba en la carrera, los profesores que encontraba reforzaban la idea de que la única fuente de orden y prosperidad era el Estado. Y ridiculizaban cualquier alternativa al estatismo. En ese momento, no tenía las herramientas teóricas ni el marco conceptual para sostener mi intuición de que algo no estaba bien. Sin embargo, tras leer The Ethics of Liberty, me encontré con su otro libro, For a New Liberty, donde Rothbard expone de manera clara y sencilla los principios del libertarismo y propone una alternativa radical al Estado y sus políticas coercitivas.

Lejos de conceder un ápice a posiciones conservadoras o estatistas, Rothbard aprovechó la única oportunidad de su vida para ofrecernos el paquete completo del libertarismo en su máxima expresión. Con esta obra, nos presenta no la reducción del Estado, ni la eliminación parcial de algunas de sus agencias, sino su eliminación total y desde la raíz. No nos propone un enfoque de asignación de derechos de propiedad con fines de eficiencia, sino la devolución al mercado libre de toda la producción, incluida la de los servicios de defensa de la propiedad. Y no aboga por reducir el Estado de bienestar, sino por su total eliminación. Con For a New Liberty, y con toda su obra en general, Rothbard no nos ofrece soluciones transicionales ni medidas intermedias, sino que nos presenta una visión de lo que podría ser la libertad, mostrando cómo se vería un mundo verdaderamente libre.

La justicia

Una de las grandes obsesiones de mi vida ha sido la producción privada del servicio de justicia. Y, en este ámbito, Rothbard ofrece una descripción fascinante de un sistema judicial en una sociedad libertaria. En su visión, las cortes son entidades privadas y competitivas, libres del monopolio estatal. Bajo este modelo, las disputas se resuelven de manera voluntaria, con las partes en conflicto eligiendo de mutuo acuerdo una corte o un árbitro para decidir el caso, fundamentándose en el consentimiento y evitando cualquier forma de coerción. Estas cortes aplican normas y principios jurídicos aceptados por la comunidad, alineados con los derechos de propiedad y la libertad individual, centrándose principalmente en la restitución a la víctima en lugar de imponer castigos estatales.

La competencia entre múltiples cortes no sólo fomenta la eficiencia y la calidad en la prestación de servicios judiciales, sino que también elimina los incentivos para el abuso de poder y promueve la innovación en la resolución de conflictos. Permite a los individuos elegir y cambiar de proveedor si consideran que una corte no es imparcial o adecuada. Este enfoque, profundamente arraigado en los principios libertarios, ofrece una alternativa revolucionaria a los sistemas tradicionales de justicia estatal.

Una visión de un mundo libre

Rothbard, a partir de su profunda y clara comprensión de los principios del libertarismo, solo puede ofrecernos una imagen de lo que podría ser el resultado del concierto de acciones libres de los individuos. Esto se debe a que nadie puede predecir con precisión cómo funcionaría el mercado libre en la producción de cualquier bien o servicio, ya sea pan, decisiones judiciales o el uso legítimo de la fuerza. Esa labor corresponde al empresario, quien, guiado por la información transmitida por el sistema de precios, ejerce su juicio, asume riesgos y enfrenta la posibilidad de pérdidas o ganancias.

Aunque eso es lo único que Rothbard puede hacer, al igual que cualquiera de nosotros, su logro radica en brindarnos una visión de un mundo libre a través de lo que imaginó sería dicho mundo. Esa imaginación, aunque sólidamente fundamentada en primeros principios y en un sistema de intercambios voluntarios, no deja de ser una proyección idealista que nos entrega a través de su obra, invitándonos a reflexionar sobre el potencial de la libertad.

Ciencia, no ficción, sobre una realidad posible

La ciencia ficción se distingue por ofrecernos imágenes de posibilidades que, aunque científicas y prácticamente plausibles, aún no se han materializado debido a la ausencia de las condiciones necesarias. De manera similar, lo que imaginó Julio Verne en De la Tierra a la Luna se convirtió en una idea que la mente humana utilizó para moldear el mundo, transformando lo imaginado en los viajes espaciales que hoy conocemos, como los proyectos de Elon Musk. Del mismo modo, aunque el trabajo de Rothbard está lejos de ser ciencia ficción, sus visiones podrían llegar a ser la base sobre la cual la humanidad, utilizando la razón y la acción libre, transforme lo dado en lo que sería un mundo verdaderamente libre.

Por esta razón, estoy profundamente agradecido con Rothbard: por haber sembrado en mi mente la imagen de un mundo libre y haber encendido en mí el afán de construir y proponer continuamente ideas para dar forma a esa visión. Él no solo nos dejó un conjunto de principios y argumentos sólidos, sino también una invitación constante a imaginar lo que la humanidad puede alcanzar cuando se guía por la libertad. Estas propuestas, aunque sujetas a las preferencias y decisiones de los hombres libres en el futuro, tienen el poder de transformar el mundo tal como lo conocemos.

Rothbard no solo fue un pensador, sino un soñador que, con su obra, nos legó una hoja de ruta para explorar los vastos horizontes de la libertad. Al terminar estas reflexiones, solo puedo agradecerle por recordarnos que la verdadera transformación comienza con la imaginación de lo posible, y que cada uno de nosotros tiene el poder de contribuir a esa visión, paso a paso, en la construcción de un mundo realmente libre.

Ver también

Polémicas sobre Rothbard: historia, epistemología, órdenes espontáneos, dinero, ética y sectarismo. (Adrián Ravier).

10 mitos sobre Murray Rothbard. (Adolfo Lozano).

Rothbard: anatomía del Estado. (Daniel Monena Vitón).

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