No podía saberse: prensa, poder y naufragio socialista

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Con Santos Cerdán enviado a prisión tras su declaración en el Supremo, la maquinaria socialista se ha parapetado detrás de sus grandes éxitos: “esa persona de la que usted me habla”, “esto no tiene nada que ver con el PSOE” o “actuamos con contundencia, y ahora es el turno de la justicia”.

Tras el dantesco espectáculo en la OTAN, el presidente del Gobierno sigue empecinado en vendernos la imagen de un partido que actúa contra la corrupción cuando la conoce. Pero lo que se desliza de todo esto son dos posibilidades, a cada cuál peor. Por un lado, que todo este entramado esté en conocimiento del presidente, y sólo ante la inminente consecuencia se haya tomado cartas en el asunto para escurrir el bulto. Por otro –y peor aún–, que efectivamente, nadie supiera nada. Lo cual pondría de manifiesto que estamos siendo gobernados por una panda de tuercebotas incapaces. Maldad o inutilidad. Ninguna de ellas digna de admiración.

Pero lo verdaderamente llamativo no es que el poder se aferre al sillón y trate como deficientes mentales a sus votantes. Eso podemos achacarlo al costumbrismo político. Lo relevante es que, en paralelo, desde hace un par de semanas se ha activado la maquinaria interna entre los medios de comunicación. Los estómagos agradecidos de los últimos años comienzan a otear una posible hecatombe socialista y, ahora sí, empiezan a echar leña al fuego. Quienes durante años han sido los grandes defensores de Pedro Sánchez, son ahora los que, por conveniencia política y económica –porque filtrar audios e informaciones puede dar mucha audiencia– se encomiendan a la nueva consigna: pedir explicaciones y entonar el “no podía saberse”.

El periodismo es esa profesión que se ha prostituido y adulterado hasta niveles inimaginables. Aunque quedan grandes profesionales en ella, la caricatura que muchos periodistas y el aparato mediático actual han acabado haciendo de sí mismos, no son más que una sombra de lo que alguna vez significó hacer periodismo.

De apuntalar el régimen a sorprenderse

La carrera por reestructurar el relato a la oficialidad que se dictaba desde Moncloa ha venido siendo una constante desde hace años. La Cadena Ser, El País, La Sexta, eldiario.es y demás palmeros, han retorcido la narrativa mediante corrupciones semánticas que harían temblar al mismísimo Goebbels. Una prensa totalmente alineada con el poder de turno, pues cuando la supervivencia pasa por quien controla el BOE, todo está perdido. Es así como estos medios han pasado a ser una elongación del poder. Cada escándalo, cada corruptela, cada investigación independiente de otro medio, ha sido minimizado, o negado categóricamente, por la guardia pretoriana socialista.

Como escribió Georges Bernanos en Francia contra los robots, la libertad no debe encomendarse a los burócratas, técnicos y mecánicos de la democracia. Y sin faltarle ni un ápice de razón, deberíamos añadir, tampoco a los medios de comunicación.  Porque esos que ahora asoman la patita de la sospecha son los mismos que ayer tachaban de propagadores de bulos a los medios independientes. No lo hacían por amor a la verdad –impracticable para ellos– sino por conveniencia narrativa. Que medios como la Cadena Ser o La Sexta simulen hoy una mínima crítica hacia el PSOE no es más que la enésima muestra del rastrerismo que impera en ellos. Semana tras mes, y mes tras año, han elevado a categoría de verdad absoluta las palabras de quienes los regaban con dinero público. Pero ahora, como quien de repente ve las orejas al lobo, comienzan a entonar el ‘no podía saberse’ y demás mantras prefabricados para evadir responsabilidades… Incluso algunos personajes llegaron a deslizar la idea de que la culpa de todo esto era de las malvadas empresas capitalistas que tentaban a los bondadosos políticos socialistas.

 
Del ‘es mejor que roben los buenos, a que roben los malos’ de Marta Nebot, hemos pasado a esta huida hacia adelante que ha colocado a los periodistas del régimen como víctimas de las engañifas del Gobierno. Ahora tienen que pedir explicaciones, y audios filtrados mediante… mantener la audiencia. La rueda ha girado. Da signos de necesitar un cambio, y para seguir en ella, ahora sí, deben señalar a los que antes ponían la alfombra. Pero ahora, estos medios parecen haber empezado a oler el cadáver. No por deontología. No por dignidad profesional. Sino porque si, de repente, algo cambia, puedan decir que ellos siempre estuvieron del lado de la verdad. Verdad que ahora es la que más audiencia da.

Del bulo al escándalo, según convenga

La ley de hierro de las oligarquías formulada por Robert Michels comienza a sentirse en las carnes de Pedro Sánchez. Figuras como Antonio García Ferreras o Angels Barceló, anteriores acólitos sanchistas, piden ahora explicaciones y dignidad democrática. Pero en realidad, lo que ocurre, es que cuando una élite empieza a dar signos de desgaste, sus aliados –incluidos los medios– no se desmarcan por principios, sino por puro instinto de supervivencia. Porque lo que estos periodistas y medios no quieren, es que cuando Sánchez no esté, nadie pueda decir que ellos no defendieron la verdad del momento.

Joseph Ratzinger escribió que la renuncia a la verdad es el núcleo esencial de nuestra crisis. Una crisis que lleva años asolando al periodismo. La verdad, ni está, ni se la espera. Años apuntalando mentiras. Años señalando al del equipo contrario. Pero ahora, estos mismos lamebotas pretenden convencernos de que lo suyo ha sido una epifanía periodística. La venda se ha caído. Por fin, han podido ver la luz.

Lo que antes se calificaba como ‘bulo’ ahora se llama ‘escándalo’. Un recálculo tan oportuno, como falso. Estos medios, estos periodistas, no han cambiado en absoluto, tan solo ha cambiado el miedo a que su estabilidad económica y presencia mediática se vean reducidas de no defender lo que en cada momento resulta más conveniente. La prensa que señaló a Ketty Garat cuando destapó el caso Ábalos es la misma prensa que señala a Vito Quiles y a Bertrand Ndongo por propagar bulos. Y es la misma que hoy empieza a comprar el relato. Lo que antes se silenció, luego se justificó, y hoy, cuando el hedor es ya insoportable, sirve para simular haber sido los más íntegros y críticos con el régimen. Una jugada que solo podría ser realizada por aquellos que, o no tienen nada que perder, o pueden perderlo todo.

Corrupción moral: el verdadero cáncer

El socialismo es la ruina de todo aquello cuanto toca. Y como si del mejor ejemplo del libro de Manuel Llamas se tratase, hoy la prensa española quiere envolverse en un halo de supuesta valentía, cuando lo que hay detrás es cobardía y oportunismo. Pero tras todo este disfraz hay algo peor, algo que no se ve en el corto plazo, algo que aboca a una sociedad a un estado terminal: la corrupción moral.

Una sociedad que no castiga la corrupción económica es una sociedad abonada a la miseria, pero una sociedad que no castiga la corrupción moral está destinada a la metástasis. El mal actual se concentra en la falta de memoria y moral de la sociedad civil. Cada vez que el poder cambia de manos, o de perfume, la población empieza desde cero con la connivencia de una prensa que ayer aplaudía al poder, y hoy, cuando es necesario para su supervivencia, se proclama heroína de la democracia.

Una sociedad que ha depositado su soberanía moral en aquellos que la corrompen… jamás podrá decirse ‘libre’ a sí misma. El problema no es Ferreras, ni Angels Barceló o cualquier personaje de la corte mediática. El problema son quienes hoy los escuchan y no señalan que ayer no decían lo mismo. Porque lo que hoy dicen no es por ética o moral, sino porque cuando se hunde, las ratas son las primeras en abandonar el barco.

Adrián Ortiz
Author: Adrián Ortiz

"Adrián Ortiz es licenciado en Comunicación Audiovisual y cofundador, junto a Mario F. Castaño, de El Punto Ancap, un proyecto de pensamiento libertario que confronta las narrativas estatales desde la crítica cultural y la ética de la libertad."

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