Peter Pan es un personaje ficticio creado por el escritor escocés James M. Barrie para una obra de teatro a principios del Siglo XX cuya popularidad se hizo mundial cuando Disney dio vida al personaje en su película animada en 1953. El cuento trata de un niño que no quiere crecer y vive en un país de fantasía denominado Nunca Jamás. En la historia encontramos a su amiga Campanita; un hada, que con su polvo mágico logra que Peter Pan pueda volar y a su archienemigo Garfio, el malvado capitán al que le falta una mano.
Peter Pan no tiene ningún anhelo por crecer porque para él, hacerlo, significa dejar de volar, jugar y ser feliz. Significa quedar atrapado en la realidad, el trabajo y el esfuerzo. Desde lo psicológico, podríamos decir que se rehúsa a asumir responsabilidades y su escape a la realidad es vivir en ese mundo infantil y de fantasía. No desea crecer porque teme perder la magia de la infancia eterna. Por supuesto, esto tiene un costo y muy alto.
30 años más tarde del estreno animado de Disney, en 1983 el psicólogo estadounidense Dan Kiley publicó su obra “El Síndrome de Peter Pan” haciendo referencia a aquella manifestación psicológica de ciertos adultos que se niegan a asumir responsabilidades a la que podemos adherir de endilgar permanentemente la culpa a terceros en una actitud infantil.
Peronismo (socialismo marca argentina) y la Fábrica de Peter Pan
“Donde hay una necesidad nace un derecho” frase tan imprecisa y errónea como destructiva que se le atribuye a la infame Eva Perón, que más allá de desconocer la escasez como primera ley de la economía, ha causado caos en la mentalidad de generaciones. Desde luego, la primera ley de la política es desconocer la ley de la economía. Sin embargo, las consecuencias fueron más que desastrosas. Se puede atribuir, sin dudas, al peronismo como al incubador y propagador de la idea de un papá estado proveedor, que ha infantilizado a varias generaciones desde entonces bajo la bandera de la justicia social.
Así, nace la idea de que los ciudadanos tienen derecho a una vivienda, a educación, a la salud, y a un sinfín de derechos que en primera instancia están mal comprendidos. Se concibe a estos últimos bajo la interpretación positiva de los derechos, según la cual alguien debe brindar(me) o proveer(me) una casa, educación, alimento, etc. Es decir, exigen una acción por parte de otro ser humano semejante, lo cual, para el socialista, esto no constituye un problema, dado que si ese otro no desea realizar esa acción es válido recurrir a la violencia. Está en su esencia socialista.
En este contexto, una visión estática de la economía -en un sentido paretiano- ligada a la creencia y profesión del dogma de Montaigne según el cual “la pobreza de los pobres es consecuencia de la riqueza de los ricos“, ha sido el cóctel necesario y suficiente para moldear la realidad en la mente de muchas personas. En suma, una escasa y paupérrima educación en las ciencias sociales en general y económicas en particular (adoctrinamiento impulsado por el propio ministerio de educación).
La realidad es que ninguna persona le debe nada a nadie. El progreso se logra con producción, ahorro e inversión. En suma, Capitalismo, ahorro y trabajo duro (diría el profesor Anxo Bastos). La interpretación correcta es la negativa de los derechos, es decir, “no existe tal cosa como -el derecho a una casa-, sino únicamente el derecho a trabajar en Libertad para construir una casa o comprarla” (Ayn Rand). Si aquello a que llamamos derechos, otro lo tiene que financiar o proveer entonces no es un derecho, es un caprichoso privilegio. Y la solidaridad es voluntaria, o no es solidaridad.
Nunca Jamás, justicia social, derechos y cositas gratis.
En la sociedad argentina, atrapada en la trampa de la democracia, pasa algo bastante similar a la historia de Peter Pan. Cabe decir que, aún existe un porcentaje de la población que se resiste a pasar a la vida adulta, aunque, afortunadamente son cada vez menos. Y esto es gracias a que las redes sociales dinamitaron gran parte del poder mediático que repetía el relato oficial del peronismo (por eso en Europa quieren censurar y controlar las redes sociales, porque se les cae el cuentito del estado de bienestar).
Para el argentino de bien (aquel que se levanta a la mañana a trabajar, no corta calles, no pide ni espera nada de terceros, se responsabiliza de su propia vida y resultados, y persigue la búsqueda de su propia felicidad) es muy tangible la frase “remar en dulce de leche” en alusión a la consistencia espesa de este dulce, y que en tal caso haría que mover el remo para avanzar sea sumamente dificultoso. Los argentinos de bien tienen el lastre de los Peter Panes del país. Como un lastre, que, por ignorancia, malicia, o estupidez, se resisten a reconocer que han vivido en un cuento de hadas y que llegó la hora de despertar y hacerse adulto.
También puede decirse que existen Peter Pan trabajadores, que verdaderamente creían que antes les iba mejor. Esto es debido a que estaban (están) hechizados con el polvo mágico de hada, sin saber que ese mundo de fantasía (típico relato socialista) estaba dilapidando el futuro de sus hijos, nietos y demás descendientes.
Milton Friedman: inflación, alcoholismo y edad adulta
Para cerrar, viene adecuado traer la analogía que realiza Milton Friedman entre el Alcohol y la Inflación. El premio Nobel (1976) dice que ambos al principio generan efectos placenteros (una euforia inicial al beber alcohol o un impulso económico por emitir dinero) que hacen difícil detenerse. La emisión de dinero es el equivalente a beber alcohol, y las consecuencias negativas de ambos surgen más tarde.
La inflación financiaba ese cuento de fantasía de Peter Pan o, dicho de otra forma, pseudo-derechos, justicia social y cositas gratis para todos. La dificultad para detener la inflación o detener la bebida es igualmente comparable ya que, decía Friedman, primero se observan los efectos negativos que son inmediatos y a la gente no le gusta pasar por esta fase estrictamente necesaria para curarse. No gusta la abstinencia. No gusta despertar de un cuento de fantasía y chocar con la realidad.
En la Argentina de hoy, el presidente Milei, contra viento, casta y marea, vino a parar con este relato de fantasía, cortar con la inflación, y sentar las bases para una Argentina próspera, libre y productiva. Y lo está logrando. Ha puesto a Argentina en la pista de despegue para que en una década sea potencia mundial. La inflación (con la que se financiaba la fantasía) está controlada. Ahora resta volverse adultos, y en un marco de Libertad producir, trabajar, ahorrar e invertir. El país de Nunca jamás quedó atrás, y solo existe en la mente de Peter Pan.