El futuro de las Américas

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En noviembre de 2005, se desarrolló la IV Cumbre de las Américas en Buenos Aires, Argentina. En ella, se suponía que los mandatarios de todo el continente americano aprobarían el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), un bloque comercial con reducciones arancelarias sin precedentes en la historia moderna. Su capitán, Estados Unidos, promovía dicha medida como motor de desarrollo económico bilateral y extensión de su poder blando en lo que siempre han llamado su “patio trasero”. Sin embargo, lo ocurrido en tierras bonaerenses distó mucho de los objetivos americanos; jaleados por el líder venezolano, Hugo Chávez, muchos países pasaban del ALCA a “Al Carajo”.

La iniciativa fracasó y con ello las esperanzas norteamericanas de contener a las fuerzas izquierdistas de la región, luego reagrupadas en la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA). Veinte años después, las cosas han cambiado. Estados Unidos bajo el mando de Donald Trump parece haber renunciado al multilateralismo y diplomacia comercial; las Américas parecen virar a la derecha política con vuelcos importantes en Argentina, Bolivia, algo que a todas luces parece se va a reproducir en Brasil, Chile, Colombia… y hasta Venezuela, bastión del Socialismo del Siglo XXI (un simple y chévere comunismo tropical).

Es sabido, sin embargo, que el aislacionista Trump, no acepta en ninguna circunstancia que las cosas ocurran fuera de su dominio. Esta paradoja se vio claramente cuando Estados Unidos decidió bombardear hace unos meses las centrales nucleares de Irán, y ahora, con el acercamiento de varios buques militares y 4000 marines a costas venezolanas. Nunca, un hecho había tambaleado tanto al régimen comunista de Venezuela, desde que Hugo Chávez fue sacado temporalmente del poder en 2002.

Y es que, paradójicamente, puede ser que la presión norteamericana, capitaneada por un hombre harto de la inseguridad en las calles de su propio país (promovida en buena medida por el flujo constante de drogas proveniente del Cártel de los Soles… es decir Venezuela) y un secretario de estado visceralmente comunista (como buen hijo de exiliados cubanos) … puede hacer más por la región que muchos esfuerzos diplomáticos y comerciales anteriores. ¿Por qué? Porque no hay esfuerzo más efectivo para lograr un cambio de régimen (bueno o malo) que la fuerza militar de un país poderoso. En circunstancias normales, sería difícil justificar una intervención extranjera en un país soberano que no representa una amenaza directa. Pero, la soberanía venezolana ha sido socavada desde adentro y repetidamente por sus líderes durante 25 años; lo cual permite deducir, que la mayoría del país apoyaría un cambio forzado de gobierno, lo cual anhela desde hace algunos años.

Si esto ocurriese, habría un cambio importante en la región. No sólo porque se iría el segundo mayor régimen (en términos de duración) comunista del continente, sino porque se le acabaría el oxígeno financiero al resto. Es bien sabido que Nicolás Maduro y sus lugartenientes abastecen con petróleo y dinero del narcotráfico a distintas naciones latinoamericanas con opresivos regímenes de extrema izquierda como Cuba, Nicaragua y de manera más indirecta el Brasil de Lula y la aparentemente extinta Argentina Kirchnerista.

Un cambio de régimen venezolano traería prosperidad inmediata a su país. No es raro pensar que un gobierno democrático de unidad nacional podría atraer inversión extranjera directa y explotar sus cuantiosas reservas de crudo vía empresa privada para reconstruir su tan dañado país. Aunado a ello, el cierre del flujo de dineros calientes del narcotráfico vía el Cartel de los Soles a estados satélite y partidos de extrema izquierda en la región, podría ayudar al desarrollo económico y democrático de muchos otros países del orbe.

Resulta evidente que todo esto se basa en escenarios eventuales, una especie de lista de deseos… pero es posible. Y todo gracias de nuevo a un poder coercitivo, que refuerza las buenas intenciones y gallardía de tantas personas que día a día luchan contra los oprobiosos regímenes del hambre y la miseria que campan a sus anchas en todo el mundo. Ello no quiere decir que no haya que luchar por medios democráticos y estar día a día manifestándose pacíficamente; sólo hay que ver el “éxito” que una iniciativa unilateralmente militar como la Operación Condor ha tenido.

Es quizás la mezcla de ambos; un país poderoso utilizando su poder militar y un pueblo que se niega a morir dispuestos a recobrar la tea de la libertad lo necesario para volver a la senda de la prosperidad. Aún está por ver, si esto puede convertirse en realidad.

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