Abolir la banca: la disparatada propuesta de MAFO

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¡Acabemos con los bancos! Es lo que sugiere Miguel Ángel Fernández Ordóñez (MAFO), exgobernador del Banco de España, en su libro Adiós a los bancos: Una visión distinta del dinero y la banca.

Para evitar las crisis bancarias, MAFO propone una revolución monetaria: sustituir los medios de pago creados por los bancos por un nuevo dinero digital, emitido de forma centralizada por un ente bajo control estatal. Este nuevo dinero digital sería similar a las actuales reservas emitidas por los bancos centrales, pero con una gran diferencia: no serían pasivos del ente emisor, sino activos reales, unidades virtuales en un registro centralizado que no serían pasivo de nadie ni estarían respaldadas por activo alguno.

En este sistema, cada ciudadano podría realizar sus cobros y pagos utilizando estas unidades virtuales, prescindiendo así de los bancos. Para MAFO, la banca desaparecería sin necesidad de prohibirla: considera (a mi juicio, erróneamente) que sería incapaz de competir contra su nuevo sistema digital centralizado.

Según Fernández Ordóñez, la gran ventaja sería contar con un dinero completamente “seguro”: al no ser promesas de pago, como los depósitos bancarios actuales, no tendrían riesgo de impago nominal. El nuevo sistema, por tanto, no podría colapsar como le pasa al sistema actual cuando estalla una crisis bancaria. Las crisis, según él, quedarían conjuradas para siempre.

El exgobernador acierta parcialmente en su diagnóstico. El sistema bancario actual disfruta de privilegios que, para maximizar sus beneficios, lo llevan a operar de forma ilíquida e inestable, como un castillo de naipes sostenido artificialmente por la refinanciación perpetua del banco central.

La solución propuesta por MAFO parece lógica y tentadora. Pero esconde una verdad incómoda: el exgobernador del Banco de España nunca entendió el papel esencial que cumple la banca en el sistema monetario. Su propuesta crearía un sistema monetario disfuncional y, de paso, arrasaría con nuestras libertades.

En un sistema monetario sano, los bancos cumplen un papel vital. La propiedad fundamental de un buen dinero es la estabilidad de su valor para realizar los pagos y cobros diarios, y para ello es importante que su oferta se ajuste constantemente a la demanda monetaria. Esta demanda nunca es constante, sino que fluctúa continuamente para liquidar los millones de pagos que se producen a diario. El sistema monetario “respira”, como dice Perry Mehrling, expandiendo y contrayendo los medios de pago a lo largo de cada día, absorbiendo estas oscilaciones de la demanda. Y no solo hay que absorber las fluctuaciones de demanda diarias, sino también las oscilaciones estacionales, y las imprevistas y abruptas variaciones causadas por cambios en la incertidumbre económica.

Para que el sistema monetario funcione correctamente, es imprescindible que la banca responda, de forma descentralizada, emitiendo o retirando sustitutos monetarios que absorban estas fluctuaciones de la demanda monetaria. Este es el papel primordial del sistema bancario.

Si la banca desapareciera, como propone MAFO, también desaparecería esta función clave. Ninguna autoridad central puede realizar esta tarea, por problemas de incentivos y de información. Su incentivo, al no emitir promesas de pago que tiene que honrar, es a expandir la oferta para financiar al Estado, generando un sistema crónicamente inflacionario. Pero incluso aunque no tuviera este problema de incentivos, tampoco podría disponer en tiempo real de la información dispersa necesaria para realizar esta función estabilizadora.

De hecho, el diseño propuesto por MAFO ni siquiera contaría con las herramientas para intentarlo. El nuevo ente emisor no tendría activos en su balance para defender el valor de este nuevo “dinero seguro”. Podría crear nuevas unidades monetarias y ponerlas en manos del Gobierno, pero no podría retirarlas del mercado ni defender su valor vendiendo activos financieros, divisas fuertes u oro, como hacen incluso los disfuncionales bancos centrales actuales.

En resumen, el sistema monetario que propone MAFO, sin banca y centralizado por una autoridad estatal sin balance, sería incapaz de realizar una de las funciones esenciales del sistema monetario: la de ajustar continuamente la oferta de medios de pago a su demanda real. El problema actual de la banca no es su existencia, sino operar bajo reglas distorsionadas por la intervención política.

El sistema actual es disfuncional, pero no porque los bancos expandan y contraigan el volumen de medios de pago, sino porque lo hacen adquiriendo de forma sistemática activos ilíquidos, como deudas a largo plazo o de alto riesgo. Esto hace que el sistema bancario actual sea frágil, incapaz de honrar sus promesas de pago ante una pérdida generalizada de confianza, de no ser por el rescate del banco central. Además, por su propio funcionamiento, el sistema actual provoca distorsiones acumulativas en la estructura productiva, causando los ciclos económicos.

La solución pasa por que los bancos se limiten a emitir medios de pago contra activos líquidos, seguros y a corto plazo, calzando sus activos con sus pasivos. Es lo que ocurre cuando los bancos tienen que competir entre sí sin privilegios, sin rescates ni la respiración asistida del banco central. Esta era la esencia de la doctrina de las letras reales, un mecanismo que permitía adaptar la oferta monetaria a las fluctuaciones de la demanda sin fragilidad ni distorsiones.

Además de este problema fundamental, a la propuesta de MAFO se le suman los peligros que comparte con las otras variantes de dinero fíat digital que pretenden implantar las autoridades monetarias. Centralizar el sistema de pagos en una entidad estatal otorgaría al Estado un poder descomunal: sabría cuánto gastamos, cuánto ahorramos y a quién pagamos; podría decidir qué pagos estarían permitidos y cuáles no; podría establecer fecha de caducidad para el dinero, confiscar nuestros fondos, aplicar multas automáticas, restringir el ahorro o imponer tipos de interés negativos. La propuesta de MAFO pondría en serio riesgo nuestras libertades más básicas, sacrificadas en el altar de una todopoderosa entidad monetaria estatal.

La solución, por tanto, no es abolir la banca, sino reformarla correctamente. El remedio contra los males del sistema monetario actual pasa por la banca libre, sin privilegios ni refinanciación estatal perpetua, y por un dinero sano y que no esté controlado por el poder político; un remedio que garantizaría el buen funcionamiento de la economía y sería respetuoso con nuestra libertad.

Ignacio Moncada
Author: Ignacio Moncada

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