Desigualdad y violencia
El violento relato con el que quiere aterrorizarnos el profesor de Stanford es deficiente, y, cabe esperar que no lo prediga.
El violento relato con el que quiere aterrorizarnos el profesor de Stanford es deficiente, y, cabe esperar que no lo prediga.
Una reforma razonable, nada “ultra” y que no tiene por qué ser saludada solo por los inversores.
En el ámbito de las reformas estructurales nos jugamos mucho, nada menos que los efectos de la desaceleración de la actividad sobre el empleo.
La fatal arrogancia socialista puede ser lo que efectivamente parece y lo contrario de lo que presume.
Esto sólo puede significar más impuestos para la mayoría del pueblo.
La demagogia del gasto abrirá un agujero aún más grande en las cuentas públicas.
Siendo equivocada, la identificación de liberalismo y socialismo tiene un argumento histórico en su favor.
Es entretenido pensar qué habrían escrito si los Koch fueran de izquierdas, y financiaran al Partido Demócrata.
El lío de estos tres años se ha debido a que los parlamentarios no acordaron por mayoría aplicar lo que el pueblo había aprobado por mayoría.
Recordemos la definición de locura, erróneamente atribuida a Einstein: hacer siempre lo mismo y esperar resultados diferentes.