¿Felipe González Márquez o Marco Aurelio?

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Pendientes de conocer los fundamentos de la liviana sentencia que condena al fiscal general del Estado, “como autor de un delito de revelación de datos reservados, art. 417.1 del Código Penal” y de las vicisitudes procesales de los casos de corrupción que plagan la cleptocracia autoritaria de Pedro Sánchez Pérez-Castejón, dos llamativas efemérides dieron lugar a sutiles movimientos por parte de otros actores que habitualmente actúan entre bambalinas, más que en el teatro político abierto.

Me refiero a los quincuagésimos aniversarios del fallecimiento del dictador y general Francisco Franco Bahamonde el 20 de noviembre de 1975 y de la reinstauración de la monarquía con la proclamación como Rey de España de Juan Carlos I de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, dos días después. En honor a la verdad, las celebraciones por ambos hechos llevaban el camino de convertirse en espectáculos anodinos, cuando no absurdos y contradictorios.

Por un lado, concurre un gobierno de su Majestad (suponiendo que la Constitución española instaura, con matices, una monarquía parlamentaria donde el titular de la Corona  “reina, pero no gobierna”) que promueve – en línea de continuidad con su predecesor de Jose Luís Rodríguez Zapatero – la criminalización de la figura de Francisco Franco Bahamonde y su régimen[1], la eliminación de todo vestigio de su larga dictadura, así como la imposición de una interpretación histórica totalitaria del siglo XX y la proscripción de otras[2].

Su delirante persecución de los fantasmas del pasado y su voluntad purgadora han impulsado la vuelta de tuerca de la “Ley de Memoria Democrática[3]. Este texto farragoso, autodefinido como ley habilitante, situada de facto por encima de la Constitución, se halla todavía formalmente en vigor, a pesar de atentar flagrantemente tanto contra la Constitución española como contra la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea y el Convenio Europeo de Derechos Humanos. No es cuestión menor, por lo que se verá, que sus disposiciones, profundizan en la destrucción de la reconciliación nacional y la paz civil entre españoles, auspiciadas por la transición política y la Constitución de 1978.

A grandes rasgos, transcurridos decenas de años, precisamente cuando apenas viven personas que sufrieran o presenciaran la Guerra civil[4] y la posguerra coetánea a la Segunda Guerra Mundial, un movimiento político maniqueo que se proclama heredero del gobierno de la II República vencido [5] pretende cimentar su poder sobre la imposición de una versión manipulada de unos hechos históricos complejos y la persecución de quiénes no compartan la doctrina oficial, convertida en ley de obligado cumplimiento[6].

Por otro lado, la ausencia de Juan Carlos I en los fastos oficiales por “la reinstauración de la monarquía” rechinó a quiénes guardan un recuerdo cabal de la historia reciente de España. Después de todo, fue a él a quién se proclamó Rey, se le nombró expresamente en la Constitución democrática de 1978 (Art. 57.1) y ostentó el título hasta su tardía abdicación en junio de 2014. Y, lo más importante, pese a su extraño ostracismo y avanzada edad, vive.

Poner tanta tierra de por medio para sortear las presiones[7] que el gobierno de Pedro Sánchez Pérez-Castejón puso en circulación en 2020, mientras que, paralelamente, él mismo, sus parientes y colaboradores más cercanos disfrutaban de la corrupción más vil, podría tener consecuencias injustificables en un inmediato futuro.

Así quedó de manifiesto en poco tiempo el juego de dominio del presidente del gobierno. El mismo que da muestras de anhelar un estatuto de inviolabilidad para él y su consorte, similar al que goza el titular de la Corona (Art. 56.3 CE) mantuvo dos años entretenidos a sus periodistas de cámara hasta que la Fiscalía archivó las “diligencias informativas” contra el Rey emérito, Juan Carlos de Borbón, precisamente con este argumento[8].

Pues bien, volviendo a los actos de conmemoración de la restauración de la monarquía, es muy probable que su contenido se negociara entre las muy desiguales fuerzas de los emisarios del Rey Felipe y la pléyade de burócratas de la Presidencia del gobierno. A estas alturas, no es ningún secreto que, aparte del culto negativo de Francisco Franco Bahamonde, otra arma efectiva para pastorear los distintos rebaños de extrema izquierda y nacionalistas viene dada por la constante reivindicación de la República como forma de gobierno.

En su visión marxista, la contradicción manifestada por el origen no democrático de la monarquía se salvaría con una síntesis republicana, acaudillada (¿no lo imaginan?) por quién convulsiona los cimientos del sistema, presiona, transgrede los principios del imperio de la Ley y la separación de poderes y, además, se burla de las normas de protocolo que le relegan a una posición secundaria en los actos oficiales. Al menos la amenaza está ahí.

Es por esto por lo que, dentro de su margen de actuación, la decisión del Rey Felipe VI de acompañar su discurso con la entrega de los collares de la Insigne Orden del Toisón de Oro a Felipe González Márquez, Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón y Miquel Roca i Junyent, así como a su madre, la Reina Doña Sofía, revistió un significado especial.

Asumiendo el papel de “arbitro y moderador del funcionamiento regular de las instituciones” (Art. 56.1 CE) el Rey alabó las virtudes atribuidas a la transición, la disposición al diálogo y al  pacto, y, en suma, reivindicó los principios constitucionales, incluida la separación de poderes y el respeto a la pluralidad política, con citas de los ponentes de la Carta Magna. La mayoría ya fallecidos, excepto los dos nuevos caballeros del Toisón de Oro. Tal vez faltaron llamamientos a manejar con honradez los asuntos y los recursos públicos, empero.

Como cabía esperar, en sus discursos de aceptación, los galardonados agradecieron el gesto del Rey. Fue en extremo parco Miguel Herrero y enigmático Miquel Roca[9]. Destacó, en especial, el caso de Felipe González Márquez, con cuya condecoración se reconoció “su dedicación y entrega al servicio de España, de la Corona y de la integración de nuestro país en Europa y en la comunidad internacional“. Quién fue definido por Amando de Miguel y Jose Luís Gutiérrez[10] como “César” de la peculiar democracia española fruto de la transición, dio muestras de haber captado el abismo hacia el que pueden precipitarse los españoles, si no cambian las tornas que ha activado Pedro Sánchez Pérez-Castejón. La alusión al tramo final de su vida añadió profundidad al sentido de sus reflexiones.

Como si se tratara de un moderno Marco Aurelio frente a su hijo Cómodo gobernante, pronunció unas palabras que deberían hacer recapacitar a personas de distintas ideologías, especialmente a aquellos que lo adoraron durante sus largos años como presidente del gobierno y líder o casi caudillo del PSOE:

“Recuerdo las lágrimas en silencio de los jefes de Estado Mayor republicano y de los que procedían del Régimen en un acto conjunto que presidí. Tengo clavada en mi memoria su súplica: ‘que nunca más se vuelva a repetir’. La confrontación como principio es dañina para todos los pueblos, pero ha demostrado serlo en su grado más extremo para el nuestro. Por eso, en este tramo final de mi vida, se acentúa en mí la convicción profunda de que el cometido más importante que tenemos los españoles es preservar a toda costa esta paz civil, un marco de convivencia pacífica, que sea libre, ampliamente mayoritario y duradero. Eso es lo más trascendente para el bienestar colectivo”.

Notas


[1] Por momentos la lectura del texto plantea interrogantes sobre la salud mental de los redactores y quiénes la han aprobado. Por ejemplo, en su afán por responsabilizar a la administración franquista de todos los males sufridos durante su existencia, la disposición adicional 11ª prevé la configuración de una comisión de la verdad para averiguar que aconteció en la epidemia de la polio en los años 50.

[2] La artimaña es tan grosera que, invocando solo uno de los movimientos políticos con ese carácter, se soslaya el comunista, en contra de la réplica del Comité de Ministros del Consejo de Europa, de 10 de mayo de 2006 a la recomendación de la Asamblea parlamentaria de febrero del mismo año.

[3] Recientemente, el ministro de Cultura, Ernest Urtasun Doménech, ha activado el mecanismo previsto en esta supuesta ley para instar la ilegalización de la Fundación Nacional Francisco Franco. No por casualidad, la disposición adicional 5ª establece un procedimiento ad hoc para lograr ese objetivo.

[4] Obsérvese que el texto renombra la contienda como “Guerra de España”

[5] En este punto, además, un somero conocimiento de los hechos históricos permite poner en duda que los partidarios del Frente Popular que apoyó en un primer momento al gobierno de la II República formaran un grupo monolítico. Por el contrario, las luchas internas, la revolución que emprendieron grupos como la CNT/FAI o las purgas alentadas por los asesores soviéticos se cobraron miles de vidas.

[6] El Tribunal Constitucional admitió a trámite sendos recursos de inconstitucionalidad interpuestos por diputados de Vox y Partido Popular en febrero y abril de 2023, respectivamente. Hasta ahora.

[7] Se pueden recabar situaciones históricas análogas a la presente para esta cohabitación que está a punto de estallar. Sin embargo, Pedro Sánchez Pérez-Castejón parece emular a Benito Mussolini en su relación con Víctor Manuel III de Italia.

[8]  La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad (Art. 56.3 CE). Sin embargo, (art. 64) el presidente del Gobierno y sus ministros controlan “los actos del Rey”, ya que los refrendan y se convierten en responsables de los mismos. Asimismo, el artículo 59.2 prevé el reconocimiento de la inhabilitación del Rey para el ejercicio de su autoridad por parte de las Cortes Generales, con entrada inmediata a ejercer la Regencia del príncipe heredero. Esta vía permite, a mi juicio, inhabilitar al Rey en casos de extrema gravedad, si no abdica antes.

[9] Ambos con muy discutibles puntos de vista. Roca manifestó en una entrevista en la Vanguardia dos días antes de recibir el Toisón de Oro que la amnistía es “absolutamente constitucional”

[10] Autores de “La ambición del César”, un retrato radiografía de los años jóvenes de Felipe González Márquez que les costó muy caro, pero que conviene releer para estar alerta de los sempiternos problemas de los megalómanos que se erigen como caudillos irrestrictos.

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