La verdad es que este aniversario ha pasado un poco desapercibido en nuestro país, pienso que debido al pseudo referéndum celebrado en Cataluña ese mismo día. Lo que no deja de ser una ironía de la Historia: levantar muros cuando se está celebrando la caída de otros…
Pero no hablemos de ese tema. Lo que iba a recordarles es cómo el Muro de Berlín ha tenido algo de vergonzante para muchos protagonistas del panorama cultural, académico o político de la vieja Europa, que durante treinta y ocho años estuvieron mirando hacia otro lado hasta que Ronald Reagan le espetó a Gorbachov: "Tear down this Wall". Y ocurrió el Mauerfall, debido a un cúmulo de coincidencias, la presión social y la determinación política de algunos personajes del momento. Vuelvo a citar aquí ese interesante libro de John O’Sullivan sobre el Presidente (Reagan), la Primera Ministra (Thatcher) y el Pontífice (Juan Pablo II), cuya conjunción en el tiempo seguramente fue decisiva para la Caída del Muro.
Por otra parte, todo ese bloque oriental comenzaba a resquebrajarse. Carlos Alberto Montaner ha escrito que fueron días de ira e ilusión: "en Hungría el propio Imre Pozsgay, un reformista decidido a liquidar el sistema, abría sus fronteras para que los alemanes de la RDA pasaran a Austria y de ahí a la fulgurante Alemania Federal, la libre. En Checoslovaquia, Vaclav Havel y un puñado de intelectuales valientes animaban el Foro Cívico como respuesta a la barbarie monocorde de Gustáv Husák. En junio, cinco meses antes del derribo del Muro, los polacos habían participado en unas elecciones maquiavélicamente concebidas para arrinconar a Solidaridad, pero, liderados por Lech Walesa, la oposición democrática ganó 99 de los 100 escaños del senado". Montaner se refiere al Pan-European Picnic promovido por Otto de Habsburgo y Pozsgay ese verano del 89, una excusa festiva en la frontera de Austria y Hungría que permitió el paso a Occidente de muchos alemanes del Este.
Me quejaba de un cierto olvido de este aniversario, aunque también diré que sí se han emitido algunos programas en la televisión recordando la construcción y la caída del Muro (además de esa acelerada película de Willy Wilder con James Cagney: One, two, three). Tengo que reconocer que esas imágenes de la gente subida en el Muro con martillos y cinceles me siguen emocionando, como las de los que saltaban las primeras alambradas, la desolación ciudadana ante los tanques en Praga o el discurso de Kennedy en Berlín ("Ich bin ein Berliner").
Estamos considerando la importancia histórica de los 25 años del Muro; a lo que podemos añadir una pregunta sobre su reconocimiento presente: Alejandro Chafuen (http://www.forbes.com/sites/alejandrochafuen/2013/11/06/tear-down-this-wall-celebrating-victories-over-communism-on-world-freedom-day/ ) escribía sobre la poca atención que le prestan los políticos actuales a este aniversario, y creo que tiene razón (¡hay que celebrar ese Día de la Libertad!). Y así, el Presidente del influyente Think Tank Atlas Economic Research citaba, entre las personas que se dirigieron a él para reflexionar sobre la importancia del nueve de noviembre, a Vicente Boceta, director del Centro Covarrubias. Seguramente por este motivo es que se ha elegido esa fecha para la entrega de los Premios Diego de Covarrubias, que anualmente se otorgan a un trabajo en el que se aborde algún aspecto de "la compatibilidad del liberalismo económico con los principios y valores de la civilización judeo-cristiana", según se lee en las Bases de la convocatoria.
Lo que me permite hablarles de la segunda edición, que tuvo lugar el pasado 13 de noviembre en la Fundación Rafael del Pino. Su ganador ha sido José Ramón Ferrandis por un ensayo con el título de Globalización y generación de riqueza. Como explicaba en esa ceremonia, su objetivo era desmontar varios mitos y lugares comunes, a su juicio equivocados, respecto a la realidad económica de nuestro mundo globalizado. Comenzando por una enfermiza fijación de la ONU contra la expansión del comercio internacional y la inversión extranjera directa en los países subdesarrollados. Al contrario, las naciones han crecido económicamente cuando se han integrado en los procesos de intercambio global: esto es algo que se puede demostrar teóricamente, pero es también una evidencia -nos contaba- demostrable empíricamente desde su experiencia profesional en la Administración Pública.
Ferrandis explicó convencido la ineficacia de las transferencias directas a países del Tercer Mundo, que benefician más a todo un lobby de intermediarios (y, desgraciadamente con mucha frecuencia, a los propios gobernantes) que a los ciudadanos. También nos alertaba contra el mito de la "redistribución forzosa": es una utopía confiar en la intervención económica omnisciente de no se sabe qué organismos para que, como alguien señaló con ironía "los pobres de los países ricos transfieran dinero a los ricos de los países pobres". Recordando finalmente que lo propio de la condición humana es la diversidad; se debería partir, es cierto, de una igualdad en el origen: pero no en los resultados. Conocemos bien que la pobreza de una mayoría social no se debe a la riqueza de unos pocos. Porque hay que respetar el esfuerzo personal, que sí genera bienestar siempre que se realice en un entorno de justicia y libertad.
Por supuesto, en las bases de todo progreso económico están, necesariamente, los principios del buen gobierno que el pensamiento occidental ha desarrollado con voluntad, tiempo y no pocas contrariedades: el imperio de la Ley, el respeto a la propiedad privada, la estabilidad institucional, la división de poderes o la seguridad en los contratos. Esto no significa, añado yo, que las democracias europeas cumplan todos estos requisitos: hay mucho que corregir y demasiada corrupción, como nos publicitan los Medios casi a diario. Pero esto no es una consecuencia del liberalismo, sino todo lo contrario: es un resultado de la abusiva injerencia del Estado en la vida privada, y de la cada vez más lamentable educación moral de nuestras sociedades avanzadas. Lo que nos llevaría a hablar de un relativismo ético y filosófico casi idéntico en los políticos de izquierdas o de derechas… cosa que dejo para otra ocasión.
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