Este martes se producía uno de esos datos redondos que ofrece la estadística. Era el día en que la población de los Estados Unidos alcanzaba los 300 millones de almas. Por mandato constitucional, se realiza un censo cada 10 años, y el primero tuvo lugar en 1790. Poco después se realizó uno en Gran Bretaña, y la población temía que fuera un paso previo a una dictadura militar. La población de Estados Unidos creció a niveles sorprendentes en el cambio del XVIII al XIX, que despertaron los miedos y la imaginación de Malthus.
No es mala ocasión para hacer una breve reflexión sobre la población, especialmente cuando ciertos ecologistas se plantean (como expresión de su insaciable inquina por el género humano), qué bueno sería para la Tierra que la especie humana se extinguiera. Lo plantean como una extinción voluntaria, pero me temo que la desean como una eutanasia asistida. Hay ejemplos dramáticos de esa actitud antihumana.
La de Estados Unidos es una buena noticia. No es que estén creciendo a un ritmo alto, ya que, como el resto de países desarrollados, su población ha ido moderando su ritmo natural de crecimiento con el paso de las décadas. Pero el resultado es que seguramente nunca había vivido una población tan grande en un entorno de libertad tan amplio. Tenemos la suerte, además, de que los Estados Unidos importan a numerosos pobres (y no tan pobres), que acuden a esa sociedad en la que su trabajo es mucho más productivo. ¿Qué es lo que hace que una población amplia sea más una bendición que la causa de desastres sin fin?
Adam Smith vio en la división del trabajo la causa del desarrollo económico. Es cierto, como le reprochó Carl Menger, que hay otra pata del desarrollo, que es la acumulación de capital, que el primero no tuvo en cuenta. Pero entre sus mejores hallazgos se encuentra que la división del trabajo está limitada por la extensión del mercado. Si logramos engrandecer éste por el volumen de la población o por la ampliación de las comunicaciones entre los ciudadanos, estamos favoreciendo una de las causas del desarrollo económico. Con una mayor población, se pueden hacer colaboraciones mucho más productivas. Mises explicó en La Acción Humana que "el hecho social fundamental es la división del trabajo y su contrapartida, la cooperación humana", que se explica en dos hechos naturales: "Primero: la innata desigualdad de los hombres, por lo que se refiere a su capacidad de realizar distintos tipos de trabajo. Segundo: la desigual distribución de las oportunidades de producción ofrecidas por la naturaleza, no humanas, sobre la faz de la tierra."
Esa desigualdad interpersonal no se limita a las capacidades, sino también (como desarrolló Hayek) en el conocimiento. Y cuanto mayor es la población, más pronunciadas son las diferencias que explotar y más amplio es el conocimiento que se puede compartir y coordinar. Dice el austriaco en La Fatal Arrogancia: "Los hombres nos hemos vuelto poderosos porque hemos llegado a ser muy diferentes: nuevas posibilidades de especialización –que dependen no tanto de un incremento en la inteligencia humana como de una creciente diferenciación de los individuos– provee la base para un uso más exitoso de los recursos de la tierra."
Se puede pensar que, de todos modos, tenemos que crear riqueza con los medios materiales que tenemos, y éstos están dados. Pero es un error, porque el valor que sepamos crear de ellos depende del uso que le demos, y de la posición que le otorguemos en el proceso productivo. Y de cada recurso podremos ampliar su productividad, bien incardinándolo en una sociedad más amplia, con una división del trabajo más profunda, bien haciéndole partícipe de un proceso productivo más capitalista. Cada nueva persona no es sólo un nuevo devorador de bienes; es también un nuevo productor. Es más, dado que la producción no es una cuestión física (recordemos a Lavoisier y la ley de la conservación de la materia, luego materia-energía), sino de valor, que es un fenómeno de la mente. Y "las mentes importan económicamente tanto o más que las manos o la boca. Los seres humanos creamos más de lo que utilizamos, de media".
Pero una población abundante no asegura nada. Necesita poder cooperar en libertad, y no todos los entramados institucionales sirven a esa libertad de igual manera. Por eso la llegada del estadounidense 300 millones es una excelente noticia.
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