Los miembros de la MPS defienden hoy un liberalismo más rico y coherente que el que hubiesen asumido la mayoría de los asistentes a su primera reunión.
El éxito de Camino de Servidumbre convirtió a Friedrich A. Hayek en una celebridad, y más incluso en los Estados Unidos que en Gran Bretaña, donde vivía. El libro refleja la preocupación que tenía el autor por la confianza generalizada de los intelectuales en la planificación económica. Una confianza que, por otro lado, le debía mucho en Gran Bretaña a la labor en favor del socialismo que había realizado durante décadas la Sociedad Fabiana. En ese contexto, el economista concibe la creación de una asociación de intelectuales liberales, una red de apoyo de personas que defendiesen la necesidad de mantener las sociedades libres.
Su idea no carecía de antecedentes, como el Lippmann Colloquium, organizado por Louis Rougier, y al que acudió el propio Hayek, junto con varias de las personas que le seguirían en su propio proyecto. Hayek le contó sus planes a su maestro Ludwig von Mises en Méjico, en julio de 1946. Encontró la financiación necesaria en el empresario suizo Albert Hunold y en la Fundación Volker. Hunold intentó recabar fondos para la creación de una publicación sobre liberalismo clásico dirigida por Wilhelm Wöpke, pero no logró reunir el dinero suficiente, y logró el permiso para redirigir los fondos al proyecto de Hayek. Harold Luhnow, de la Fundación Volker, también decidió apoyarlo.
Hayek convocó a tres docenas de personas, entre los que destaca la presencia de numerosos economistas, como los dos ya citados o Fritz Machlup, también austríaco, varios de la Universidad de Chicago (Frank Knight, Aaron Director y Milton Friedman) o de otras instituciones (George Stigler, Maurice Allais, John Jewker, Lionel Robbins, Walter Euken, Wilhelm Röpke), filósofos (Karl Popper, Bertrand de Jouvenel, Michael Polanyi), historiadores, profesores de derecho o periodistas, entre otros. Se reunieron el 1 de abril de 1947 en el Hotel du Parc, en Mont Pèlerin, en Suiza. Y debatieron durante diez días cuáles eran los valores que debían asumir como propios de una sociedad libre, y el mejor modo de defender lo que Hayek había llamado “el camino abandonado”.
Los asistentes no fueron capaces de ponerse de acuerdo sobre el nombre de la asociación hasta que uno de ellos sugirió uno perfectamente neutro, Mont Pèlerin Society, que fue el elegido. Lionel Robbins fue la persona encargada de redactar un boceto de lo que sería una declaración de principios. Defendía ideas hoy asumibles por cualquier liberal, como “la dignidad y la libertad humanas”, “el imperio de la ley” o “la propiedad privada y un mercado competitivo”. Pero no debían de ser ideas tan obvias entonces, pues uno de los asistentes, Maurice Allais, se negó a firmarlas porque él, según cuenta Lawrence White en The clash of economic ideas, no defendía la propiedad sobre la tierra, siguiendo las ideas de Henry George.
Antes de que la asociación se pusiese en marcha, Ludwig von Mises le había advertido a Hayek, en un memorándum sobre su proyecto, de que esto podía ocurrir. Decía el gran economista: “El punto débil del plan del profesor Hayek es que recala en la cooperación de muchos hombres que son conocidos por su defensa del intervencionismo”, y en una carta posterior a su pupilo, le advertía: “Estoy especialmente preocupado por la participación de Röpke, que es abiertamente intervencionista”.
El acuerdo debió de ser mayor sobre los peligros que acechaban a la libertad de las sociedades occidentales que sobre la respuesta ante los mismos. Decía la declaración de objetivos: “Sobre grandes extensiones de la superficie de la tierra, las condiciones esenciales para la libertad y la dignidad humanas han desaparecido. En otras, se encuentran bajo la constante amenaza del desarrollo de las tendencias actuales de la política. Las posiciones del individuo y de las asociaciones voluntarias están siendo socavada por la extensión del poder arbitrario”.
Pero Hayek acabó por convencerle, al parecer con el argumento de que el objetivo de la conferencia era acabar de ganar para el liberalismo a aquéllos autores cuya defensa de la libertad no era aún plena. De hecho, en su conferencia inaugural, Hayek dijo que pretendía “purgar la teoría liberal tradicional de ciertas adherencias que se han quedado con el curso del tiempo”. Pero el objetivo no era volver al pasado, sino enriquecer al liberalismo para que “se enfrente a los problemas que un liberalismo muy simplista ha eludido”.
Fueron diez días para un programa en realidad muy ligero. Tampoco hubiera tenido sentido un programa más concreto cuando de lo que se trataba era de reflexionar sobre qué era el liberalismo después de la II Guerra Mundial, qué espacio se podía dar a la libre interacción humana y cómo se podía responder ante los retos del momento desde el respeto, mayor o menor, por la libertad del hombre.
White contrasta la Mont Pèlerin Society (MPS) con el movimiento fabiano no sólo por su posición ideológica sino por los medios a los que acude para lograr sus últimos objetivos. En la declaración de objetivos queda clara cuál es la estrategia: “El grupo no aspira a emitir propaganda. No busca establecer una ortodoxia meticulosa y obstaculizante. No se alinea con ningún partido. Su objetivo consiste, simplemente, en facilitar el intercambio de ideas entre mentes inspiradas por ciertos ideales y concepciones generales en común, para contribuir a la preservación y la mejora de las sociedades libres”. Unas palabras que reflejaban la fe que tenía Friedrich A. Hayek en el poder de las ideas.
¿Ha tenido éxito la MPS? De la primera reunión cuenta Milton Friedman, muy divertido, la siguiente reacción por parte de Ludwig von Mises: “Nuestras sesiones estaban marcadas por controversias muy vivas sobre cuestiones como el papel de la religión y de los valores morales para hacer posible y preservar una sociedad libre, el papel de los sindicatos y de la idoneidad de las acciones del gobierno para influir en la distribución del ingreso. Yo, en particular, recuerdo una discusión sobre esta cuestión, en medio de la cual Ludwig von Mises se levantó y anunció a la asamblea: ‘Sois todos una panda de socialistas’, y se fue airadamente de la habitación; una asamblea que no contenía una sóla persona que, incluso por el más bajo de los baremos, podría considerarse socialista”.
Leonard Read dijo, tras asistir a aquélla primera reunión: “Por lo que a mí respecta, no puedo atisbar esperanza alguna de que (la MPS) se convierta en una fuerza útil en la lucha por la libertad (…), las filosofías van de los que están a medio camino, a uno que es abiertamente socialista”, probablemente en referencia a Mairice Allais. Tras salir de la reunión anual de 1949, su impresión era aún peor, “ni una sóla vez he oído la expresión de una idea a favor de la filosofía liberal”.
Pero la comunicación entre estos intelectuales parece que sí acabó dando sus frutos. En 1958 escribió Leonard Read a Pierre Goodrich: “En numerosas ocasiones he estado tentado de abandonar la Sociedad, pero he notado una creciente tendencia hacia un pensamiento libertario año tras año, y he decidido que la Sociedad probablemente sí merezca la pena”.
Lo cierto es que el liberalismo ha recobrado espacio y reconocimiento en los círculos intelectuales y en los medios de comunicación desde los años posteriores a la II Guerra Mundial. El mayor contribuyente a ese cambio de tendencia es el socialismo, que ha fracasado en todas sus formas, y en todas las ocasiones en las que se ha practicado.
Pero sería injusto restarle relevancia al esfuerzo intelectual de quienes defienden la prevalencia de las sociedades libres, y al foro que los ha mantenido comunicados durante estas siete décadas. Hayek escribió años después de la creación de la MPS: “Los americanos me han otorgado el honor de considerar la publicación de Camino de Servidumbre (1944) como la fecha decisiva” para el “cambio de tornas” del que hablaría en su trilogía Derecho, Legislación y Libertad. “Pero es mi convicción”, añadía el economista, “que el empeño verdaderamente serio entre varios intelectuales para rehabilitar la idea de la libertad personal, especialmente en el ámbito económico, data de la fundación de la Sociedad Mont Pèlerin en 1947”.
M. R. Hartwell, presidente de la MPS de 1992 a 1994 e historiador de la institución, cree que “la Sociedad fue importante en el cambio de objetivos políticos, primero al defender las ideas liberales cuando se ignoraban y eran impopulares, y segundo al ponerlas en circulación de manera amplia y acrecentar su influencia”.
Hoy, la MPS la forman medio millar de intelectuales procedentes de todas las partes del mundo, y defienden un liberalismo más rico y coherente que el que hubiesen asumido la mayoría de los asistentes a su primera reunión. Aunque es difícil calibrar su contribución a la rehabilitación del liberalismo, sí se puede decir que ha sido positiva.
1 Comentario
Bravo, José Carlos: siempre
Bravo, José Carlos: siempre es bueno recordar el papel de la MPS en defensa de la libertad. Pero más ahora, a casi un año de celebrar su próxima reunión en las Islas Canarias, después de la Presidencia del gran profesor español Pedro Schwartz. Yo estoy haciendo un poco de “lobby” para que se incluya alguna sesión sobre nuestros doctores escolásticos… ¿te apuntas?