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Algunas cuestiones disputadas del anarcocapitalismo (XCIII): Reflexiones sobre ‘Don’t Fuck the Police’

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Tuve la ocasión de leer recientemente un excelente libro de Josema Vallejo y Samuel Vázquez sobre el declinante papel de la policía en nuestro país y en otros como Francia de dos policías que honran a su profesión. Es el citado en el título de este artículo. Lamentan que buena parte de sus esfuerzos sean malgastados al servicio del poder político de turno.

Problemas de la Policía

Según ellos, y yo les creo, la policía moderna gasta buena parte de su tiempo en tareas burocráticas. Y sólo es un porcentaje relativamente pequeño de agentes los que se encaran con los problemas de criminalidad en nuestro país. Señalan, con varios ejemplos, el mal diseño de las fuerzas operativas. Y destacan el hecho de que en las horas y días en que los datos dicen que hay más crímenes, las noches de los fines de semana, es cuando menos agentes están disponibles. Y sobre todo que los mandos policiales no acostumbran a estar disponibles en ese momento.

Los autores también inciden en el hecho de que las policías modernas no están sabiendo afrontar las nuevas realidades delincuenciales que se comienzan a dar en nuestro entorno. Los autores achacan esto también a causas políticas y en este caso también a razones ideológicas. Son ideologías que tienden a explicar o justificar las razones del delincuente, por opresión o injusticia social, mientras que se desatienden los derechos de las víctimas de sus crímenes.

Interés para el lector del Instituto Juan de Mariana

Estando de acuerdo con la mayor parte de lo que dicen, no puedo resistirme a comentar el contenido del libro. Busco integrar sus reflexiones en el marco que inspira este conjunto de artículos. Me interesan mucho los temas policiales, y les hemos dedicado incluso, algún trabajo. Porque, como es sabido es, quizás, junto con la defensa, el problema más importante que tendría que afrontar una hipotética sociedad ancap. Y mientras no esté bien resuelto, no se podría defender como una forma de organización viable.

Quede claro que los autores del libro no expresan apoyo a este tipo de idearios. Respaldan en todo momento un modelo policial público, aunque sin hostilidad alguna, más bien al contrario, hacia las distintas formas de seguridad privada que se ejercen en nuestro país. Pero dado el subtitulo del libro Un modelo policial que protege al poder y no a los ciudadanos, creo que merece cuando menos atención. Un interés que debe alcanzar al lector tipo de este tipo de libros: personal de las fuerzas de seguridad y defensa y personas interesadas en estos temas. Pero también al tipo de lector habitual que pudiera tener la página del Instituto Juan de Mariana.

Servicio al poder, no a los ciudadanos

La tesis del libro es que el actual modelo policial español está pensado para servir al poder y no a la ciudadanía como parecería lógico. Por lo que apunta el libro, sería también el de otros modelos policiales próximos. Esto no sería de extrañar, pues tienen diseños parecidos, al menos en sus orígenes. Cualquier lector de estas páginas no se sorprenderá de lo que afirman los autores, pues la mayoría de los servicios públicos necesarios como el de policía están diseñados para ese fin. Y su prestación está monopolizada por los gobiernos.

Otro debate sería si deben o no los estados prestar este tipo de servicios. Pero esta claro que si son los gobiernos quienes los diseñan y hacen operativos, es muy probable que los organicen de acuerdo con lo que a ellos les interesa. O bien de acuerdo con lo que ellos consideren que es importante para la población. Atendamos al matiz de esta última afirmación. Pues aún cuando la clase política pensase en las necesidades del pueblo, algo que puede ser discutido pero que podríamos aceptar en principio, siempre será lo que ellos entienden que debe o puede querer la ciudadanía. No lo que ella realmente quiere.

Recordemos que una de las premisas de cualquier buen liberal o libertario es que estado y sociedad son colectivos distintos. Que tienen lógicas de funcionamiento e intereses distintos. Tampoco debemos olvidar que los policías comunes, incluyendo mandos intermedios no forman parte del estado. Forman parte de su aparato y trabajan para él como cualquier otro funcionario. Sólo de sus máximos jefes podemos predicar que lo conforman. 

El mal funcionamiento de los servicios públicos

El aparato del estado, policía, jueces, profesores, médicos o funcionarios de ventanilla, trabajan para quien domina el estado en cada momento. Y ello sea cual sea la orientación ideológica del mismo o la forma que este tenga. Siguen fielmente sus indicaciones, sea por el sueldo sea por el sentimiento de honor o de  lealtad. La asignación de tiempos y medios para la prestación de sus servicios son determinados por quienes integran el estado y se hace atendiendo a sus criterios e intereses, que es lo que los autores afirman.

No es la policía la única que padece este desinterés por parte de sus máximos dirigentes. Creo que podría predicarse, en mayor o menor medida, a la práctica totalidad de los servicios públicos, mal llamados sociales. Las quejas que se escuchan en el ámbito de la educación, la sanidad, el ejército o la atención social van casi todas, en mayor o menor grado, en la misma línea. Pero no están tan elaboradas como en este libro. Pero todos ellos piensan que lo que les pasa es algo que acontece sólo en su respectivo sector y no lo perciben como un rasgo esencial del propio sistema. Y eso que cada uno de ellos no es más que un caso particular del funcionamiento general de los servicios estatalizados.

Por desgracia la policía no es una excepción y digo desgracia porque se así fuese aún podría tener algún tipo de arreglo. Va en la lógica del sistema, concepto que ellos usan entiendo que en referencia al aparato de poder, que sea así, no es por tanto una disfunción específica. Lo que tiene de interesante es que describe muy bien  en su ámbito con numerosos ejemplos lo que a ellos le acontece. No abundan libros de este tipo y de ahí su interés.

Nuevas formas de delincuencia

Tiene interés también para el liberal-libertario la cuestión de la falta de adaptación de las policías contemporáneas a las nuevas formas de delincuencia. Se quejan, con razón, de que las bandas organizadas dedicadas al crimen cuentan con mejores medios para hacer sus fechorías que los policías para combatirlas. También destaca la evolución organizativa de estas bandas, cada vez más sofisticada.

Recuerdo haber leído que uno de los grupos delictivos y que más rápido han evolucionado en su desempeño es el de los tratantes de esclavos. Tratantes de “blancas” o de personas. Es una de las actividades criminales más antiguas de la humanidad. Ahora operan con todo tipo de artilugios técnicos y formas de pago tipo pay-pal. Conocen en cada momento las legislaciones de cada país, la dureza relativa de cada gobierno en relación a su actividad e incluso las ayudas sociales y otro tipo de protecciones con que cuenta su “sector”.

Nuestros autores no se refieren tanto a este sector como al del tráfico y transporte de droga desde el norte de África a los grandes centros de consumo. Esos centros están situados casi siempre en los países más desarrollados del viejo continente, y que disponen de mayor poder adquisitivo para adquirirlas. Pero aquí nos encontramos otra vez con un caso particular de una teoría más general.

El historiador y teórico militar israelí Martin van Creveld, escribió hace unos años un par de libros que hablan tanto de la transformación de la guerra (The transformation of war) como de las transformaciones del estado necesarias para afrontar las nuevas formas de delincuencia y crimen organizado (The rise and decline of the state).

Artículos que mencionan a Martin van Creveld

Los Estados-nación y la delincuencia

En ellos el autor afirma que los estados modernos están diseñados para la guerra, la vieja tesis de Charles Tilly de que el estado hace la guerra y la guerra hace el estado. Pero están diseñados para guerrear contra entidades semejantes a la suya; esto es, contra otros estados. Su tesis es que el estado no está diseñado para afrontar los nuevos desafíos de seguridad en forma de narcos, terrorismo en red, traficantes de personas o ciberdelincuencia.

Artículos que mencionan a Charles Tilly

Estos nuevos desafíos de seguridad, aparte de ser transnacionales, no tienen un territorio definido que se pueda ocupar o dominar policial o militarmente en la forma clásica. Dificultan mucho las labores de seguridad tradicionales. Tanto, que nuestro autor predice que los estados tendrán que cambiar su forma para poder garantizar su seguridad.

Vuelta a los modelos neomedievales

Recordemos que el estado nación actual es sólo una de las posibles formas de dominación posibles, y que ganó en concurrida lucha contra las ciudades-estado, las ligas o las formas imperiales medievales. Una vuelta a modelos neomedievales, con una mayor fragmentación política y una mayor flexibilidad, tendría una mejor respuesta al crimen. Las bandas de narcos, que también se describen en el libro, no son sólo una especificidad hispana. Se dan en muchos países europeos, sin que estos sean tampoco capaces de combatirlas con eficacia.

Sería más un defecto del propio estado-nación que de sus fuerzas policiales, que aunque estuviesen bien gestionadas y orientadas al servicio público seguirían  teniendo serios problemas para tratar con este tipo de bandas. Adolecen de un problema de diseño operativo. Están demasiado centralizadas a mi entender. Es más relevante ello que la calidad de los efectivos policiales.

La economía de la prohibición

El narco simplemente tiene más capacidad de adaptación. Cuenta no sólo con muchos recursos, buena parte derivados del efecto subvención a los precios del producto causados por la prohibición. Véase al respecto el excelente libro al respecto del economista austríaco Mark Thornton, The economics of prohibition. También cuentan con una estructura es más flexible y modular que la policial, más pensada para atender otro tipo de delincuencia.

Cualquier reforma en el modelo policial de prevención, que se considera la mejor respuesta, centrada en evitar que la gente consuma, sería mucho más efectiva que una reforma en el modelo operativo de represión. Esta última requiere cambios organizativos profundos y una descentralización radical de los cuerpos policiales, de modo que puedan adaptarse rápidamente sin grandes y engorrosos trámites administrativos. El narcotráfico es «empresarial», en este caso para el mal. Y se adapta rápidamente a los cambios tecnológicos, contando con dimensiones adecuadas para su negocio. Las burocratizadas policías estatales no pueden imitar esto, al menos no a la misma velocidad con la que lo hace el crimen.

Un muy recomendable libro. Aparte de los comentarios aquí realizados, es una magnífica reflexión sobre los problemas de la prestación de servicios de seguridad en nuestro tiempo. Esperamos poder disfrutar de más escritos de los autores al respecto.

Ver también

El principio del fin de la Policía Nacional. (Fernando Parrilla).

Policía y sociedad: de ovejas, lobos y perros pastores. (Fernando Parrilla).

A vueltas con la policía judicial. (José Antonio Baonza Díaz).

La Policía a las órdenes de los titiriteros. (Daniel Rodríguez Herrera).

5 Comentarios

  1. Estimado profesor; dice Vd. :

    «»Cualquier reforma en el modelo policial de prevención, que se considera la mejor respuesta, centrada en evitar que la gente consuma, sería mucho más efectiva que una reforma en el modelo operativo de represión. Esta última requiere cambios organizativos profundos y una descentralización radical de los cuerpos policiales, de modo que puedan adaptarse rápidamente sin grandes y engorrosos trámites administrativos. El narcotráfico es «empresarial», en este caso para el mal. Y se adapta rápidamente a los cambios tecnológicos, contando con dimensiones adecuadas para su negocio. Las burocratizadas policías estatales no pueden imitar esto, al menos no a la misma velocidad con la que lo hace el crimen.»»

    Estoy de acuerdo con Vd.; totalmente y no soy ANCAP; pero lo de «»empresarial» convendrá conmigo en que ,aunque esté entrecomillado, es completamente inadecuado, por la sencilla razón de que los narcotraficantes son el resultado del Intervencionismo estatal; pregunto, ¿por que no dar el paso y eliminar el monopolio, en el sentido de privilegio, en este sector? simplemente, como en el caso de la Ley Seca Americana , basta con despenalizar la producción y no el consumo para «mayores de edad»; punto; eso si, tiene que haber prescripciones de caracter cientifico-medico para los productores exactamente iguales que las que aparecen en los prospectos farmaceuticos; el «Estado» a lo que tiene que limitarse es al cumplimiento estricto de la Ley; incluso con «agencias de protección» privadas sometidas a la misma y equiparables a la policia y la guardia civil (seguramente el mejor cuerpo de protección del mundo; no lo digo yo, lo ha dicho el Mossad, que no es moco de pavo.); y para que no se desmanden las agencias, en ultima instancia y sometido a la Ley , pues sencillamente esta el EJERCITO y, fijese lo que le digo, incluso con la conscripción obligatoria para los ciudadanos que de verdad amen la libertad; le puedo poner un ejemplo obvio que seria el el ejercito de Israel, pero tambien le puedo poner el de Suiza; no me gustan los EEUU, porque la privilegiada «Asociación del Rifle» lo unico que hace es incrementar indirectamente la violencia y las matanzas, en una sociedad que hace mucho tiempo está desquiciada; que le vamos hacer, no me gustan los «Gringos» y su destino manifiesto.; yo sigo siendo un Liberal Clasico; por cierto, Von Mises, quizás porque sabia muy bien lo que es estar en una guerra (la 1ª Mundial) y porque tuvo que exiliarse a EEUU durante la 2ª, era partidario de la Conscripción; Hope, un sectario ANCAP, intento refutarlo sin exito; en estas cuestiones, lo de las contradicciones performativas y lindezas parecidas, no conduce mas que a «Non Sequiturs» ; lo mismo vale para los «ordenes espontaneos»; aparte de otras cuestiones, una de las razones por las que la Republica Romana se jodio fue cuando Cayo Mario, junto a su Sicario Sila, instituyó las Legiones Profesionales; nunca mas hubo un ciudadano como Cincinato que restaurase el orden y despues se retirase a sus labores.

    Todo lo anterior, por mucho que le pese al Sr. Huerta de Soto, viene a corroborar el «dictum» de Aristoteles relativo a que hay personas (el «rebaño») que han nacido para ser «dirigidas» y otras que ,ineludiblemente, serán las elites; y no me refiero a los intelectuales de medio pelo, sino a aquellos que tienen las ideas, en suma, los medios adecuados a los fines, si entendemos por fines el respeto irrestricto a la propiedad individual , valga la redundancia, y a su corolario de la Libertad: lo demás, a mi juicio, no es mas que diletantismo.

    Un cordial saludo

    • Las repúblicas son inestables por naturaleza, inclinadas a la demagogia y al populismo: los líderes de cada facción tienden a polarizar a la población como medio para medrar y sacar partido. Ver, por ejemplo, el escrito reproducido en el minuto 42 de la siguiente conferencia de Mauricio Pastor, relativo a la actitud de Mario y compararla con la de Metelo, por el contrario, ejemplo de la virtus romana (Plutarco, Vidas paralelas 29-1). La actitud de Cayo Mario, un hombre nuevo («odiado por sus enemigos, y temido por sus amigos», consta en su epitafio), «teniendo por gracia y por virtud el contradecirse y el mentir»… (actitud que recuerda a la de «alguien» en la España actual que también no es que mienta, es que «cambia» de opinión bastante a menudo).

      — Mauricio Pastor Muñoz: «Mario y Sila: una República en crisis»:
      https://www.youtube.com/watch?v=dRkw9KqAibM
      — Wikipedia: «Primera guerra civil de la República romana»:
      https://es.wikipedia.org/wiki/Primera_guerra_civil_de_la_Rep%C3%BAblica_romana

      También es de resaltar otra singularidad de Cayo Mario que, llamativamente, carece de nomen gentilicio –dentro de los ‘tria nomina’ romanos solo tiene dos– porque, siendo cliente de Metelo, se revolvió contra su patrocinador y su propia gens. Por otra parte, reformó el ejército convirtiéndolo en profesional pagado, transformando así a los legionarios en mulas de carga, y «dependientes» en el futuro al licenciarse de la influencia política de sus anteriores mandos (con la importancia e influencia que este hecho tendría en la posterior evolución de Roma).

  2. ¡Buenas noches, Sr. Miguel! Al leer sus artículos, aprendo algo nuevo. Éste que nos ocupa, resalta algo obvio desde un punto de vista liberal-libertario. En la Policía, Educación, Seguridad Social… los funcionarios dependen del gobierno de turno. Además, si comparamos España con Alemania, este último país tiene la mitad de funcionarios, con una población que casi dobla la española.
    Algunos no comprenden todavía que el Estado es coacción y la libertad, dejando aparte ensoñaciones y utopías, significa: ausencia de coacción_raul.

  3. Es interesante la distinción que hace el profesor Bastos entre quienes «forman» el Estado —sus «máximos» jefes— y quienes forman el «aparato» del Estado —resto de funcionarios. Yo tenía entendido otra cosa: forma parte del Estado todo aquél que está en su nómina (incluyendo las empresas públicas). Esta categorización bastosiana (perfectamente entendible) me resulta problemática. Primero, la línea divisoria entre «jefes» y «subordinados» es difusa. Segundo, podría pensarse que únicamente los primeros son responsables de la violencia estatal, quedando exonerados los segundos. Un ejemplo de esto último es la eximente (o atenuante) penal de la «obediencia debida»: los jefes son condenables por ordenar la comisión de crímenes, pero no los ejecutores que «sólo cumplían órdenes». Los criminales nazis procesados en Nuremberg se defendían alegando que ellos cumplían órdenes, es decir, ellos no formaban el Estado, sino su aparato.

  4. Buenas tardes! No se si va del todo hilado con el tema, sin embargo, en mi humilde opinión gran parte de este modelo policial podía recaer en hacer llegar a la persona como individuo que la primera capa de defensa es él mismo, y así, que está en derecho y obligación de defender su persona y su entorno. Creo que esto de lo que cito hace mucho que dejó de sentirse o creerse, no se bien si por culpa del estado, por la comodidad del individuo o ambas.


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