Como este artículo será publicado en plena Navidad, no me resisto a hacer algunos comentarios desde el punto de vista ancap sobre estas fiestas. Como parece obvio yo soy muy partidario de la celebración de estas fiestas, aunque entiendo bien a quien pudiera no gustarle, dado que son festejos tradicionales, de origen religioso, poco dependientes de los estados, y que aún despiertan la ilusión de los niños y contribuyen a resguardar valores familiares. De ahí los furibundos ataques que reciben desde medios progresistas, que buscan con mil y un pretextos designificarlas, dado que de momento no han podido con ella.
Hasta los regímenes comunistas, que quisieron acabar con ella declarando laborables estos días, tuvieron que dar marcha atrás. Incluso Stalin y sus sucesores tuvieron que revivir al viejo Ded Moroz, la versión rusa del santo, eso sí, sovietizándola al asociarlo a la carrera espacial y colocando una estrella roja en su gorro. Para ser justos con el Santa Claus soviético, conviene recordar que buscaba fomentar el espíritu de trabajo entre los niños comunistas, al asociar los regalos a su laboriosidad y cumplimiento de las tareas encomendadas.
Adaptación a los tiempos modernos
Las fiestas navideñas han sido, entre las de origen cristiano, las que mejor han sabido adaptarse a los tiempos modernos, camuflándose con el consumismo imperante, que si bien desvirtúa sus principios originarios de celebración del nacimiento del Niño Jesús, por lo menos lo mantiene vivo y presente, pues es inevitable incluso para el joven más descristianizado, el preguntarse cuál es la razón de tales festejos. Al mismo tiempo, aunque cada vez más en un lugar secundario, los referentes cristianos en forma de belenes, villancicos o felicitaciones con motivos religiosos son omnipresentes y contribuyen sutilmente a la preservación de esta herencia cultural.
Las fuerzas del mercado y la publicidad ayudan con todo su potencial a mantener un espíritu, que muy probablemente decaería de no contar con tal apoyo, y aún no siendo algo buscado, mantiene vivo el espíritu de la cristiandad. La historia del cristianismo nos muestra que siempre ha sabido incorporar los valores imperantes en cada época y liarse con ellos. Al igual que santificó en su momento los lugares de culto paganos y les dió forma cristiana colocando santos donde antes había deidades paganas, conservando en parte los ritos y los lugares de devoción, hoy bien pudiera estar haciendo lo mismo con los valores consumistas, que por desgracia, imperan en el presente.
Felices fiestas por el solsticio de invierno
Los intentos por parte de los estados modernos de cambiarles el nombre, en forma de celebraciones del solsticio (si hacer una contraparte con el otro solsticio el de San Juan o con los equinoccios), el uso impersonal de felices fiestas o belenes y adornos de Navidad posmodernos, no han triunfado y se ven cada vez más desfasados. Es además una celebración que mantiene vivo el espíritu de la cultura occidental-cristiana, pues se celebra sin excepción en todos los países de nuestro entorno cultural, siendo incluso exportado fuera de este espacio.
En el caso español, las fiestas comienzan con la lotería de Navidad, que marca el punto de salida. En una hábil apropiación del espíritu de las fechas el estado hábilmente usa una herramienta fiscal como son las loterías de dos formas, la primera como una inteligente forma de recaudar, pues al ser una aportación voluntaria no se percibe como un impuesto, es más parece ser incluso un instrumento de redistribución de la renta hacia los más necesitados, cuyas desgracias son publicitadas con gran apoyo mediático así como la alegría que experimentan al que solventadas de repente por la bondadosa administración de loterías estatal.
Nacionalismo
La segunda tiene que ver con el nacionalismo banal al que ya nos hemos referido en otras ocasiones. La lotería nacional se compra y comparte en todo el territorio español, y los ritos a ella asociados en el sorteo y después, forman parte del imaginario colectivo de todos los españoles, independentistas, incluidos, que incluso usando del tradicional recargo en las participaciones. Las usan para financiar sus actividades, pero cooperando sin quererlo con el estado central. La construcción simbólica de la nacionalidad española actual no podría entenderse sin este tipo de ritos comunitarios y es muy eficaz a la hora de reforzar la legitimidad estatal. Incluso yo mismo, que soy consciente de esto, no dejo de adquirir alguna participación. Lo hago a pesar de que sé de su significado y de que matemáticamente lo invertido se pierde. Tal es la fuerza de la tradición aprendida desde niño.
La figura central de la Navidad actual es Santa Claus, figura legendaria inspirada en un santo cristiano San Nicolás, al que se le atribuye un carácter bonachón y que en principio repartía juguetes entre los niños que se habían portado bien durante el año. El intento de apropiarse políticamente de Santa Claus, aparte de la resignificación comunista que antes relatamos, se encuentra en la obra de Frank Baum, célebre experto en marketing que ya había publicado otro cuento infantil que puede leerse en clave económica (inflacionista) El mago de Oz.
Navidad y Santa Claus
Baum describe a Santa Claus como una suerte de tibio socialdemócrata, que no reparte los juguetes de acuerdo con las buenas obras, sino de acuerdo con la renta del niño. Aplicando criterios de justicia redistributiva, el Santa de Baum dará más juguetes a los niños más pobres que a los ricos, quebrando el principio de esfuerzo en aras de una mejor distribución de los regalos. Anticipa también principios de la posmodernidad, pues las hadas que lo criaron le enseñaron a ser vegetariano. Estos principios de reparto hacen al santo más un luchador por la justicia social que el ser benéfico, independiente de programas políticos, que era antes.
La potencialidad política de esta figura ha hecho que en algunos territorios españoles se hayan recuperado viejos personajes del folklore popular como el Olentzero vasco o el Apalpador gallego, para construir personajes navideños con cierto ideario político detrás, para usarlos también en forma aparentemente banal al servicio de objetivos políticos, sean de corte nacional, o de corte social. También teóricos agoristas como Sam Konkin, con su figura del Anarco-Noel, han intentado interpretar esta figura de acuerdo con principios, en este caso anarquistas, para difundir, eso sí con poco éxito, sus idearios.
El otro gran día de las fiestas navideñas, exceptuado el día de fin de año, que es más una fiesta civil derivada del calendario moderno, y que las cierra, es el de los Reyes Magos. En nuestro entorno, esta festividad ha tenido que afrontar intentos, si cabe más duros, que los de la propia Navidad de cambiar su significado tradicional. En nuestro entorno cultural se encargaron tradicionalmente de repartir regalos a los niños. La figura de Papa Noel se encarga sólo de repartir regalos menores.
Navidad y Reyes Magos
La lista de los Reyes Magos o una visita previa a su llegada oficial, en algún centro comercial, forman parte del imaginario de la mayor parte de los niños españoles aún a día de hoy. Primero se intentó, por parte de algunas cadenas de distribución comercial, trasladar a la Navidad el día grande de reparto de juguetes, quizás porque estaban interesados en el adelanto de las rebajas de invierno, algo que ha fracasado en buena medida, por la fuerza de la tradición y porque las épocas de rebajas han perdido buen aparte de su fuerza, adelantándolas incluso al Black Friday. Pero además, los gobiernos han tratado de aprovechar la fuerza movilizadora de cabalgatas y belenes para adaptarlos a los valores en moda.
Fueron polémicas en su momento las cabalgatas de Madrid, donde se quiso hacer de ellas una reivindicación de la diversidad de acuerdo con los principios posmodernos en boga, o los belenes inclusivos que de vez en cuando se ven en nuestras ciudades. Fracasaron. La tradición popular, sobre todo en lo que se refiere a los valores infantiles, se ha revelado como demasiado poderosa como para desafiarla y lentamente se ha vuelto a revivir el espíritu originario, eso si adaptados a la tecnología moderna, pues cada vez es más frecuente la presencia de espectáculos electrónicos en estas fiestas o que los reyes viajen con medios modernos como helicópteros o trenes de alta velocidad.
La epifanía de Nuestro Señor
Los reyes no sólo cuentan con una tradición mucho más desarrollada y con una literatura más elaborada que la de Santa Claus, véase por ejemplo el ensayo de Franco Cardini, Los Reyes Magos: historia y leyenda, o la deliciosa novela de un viejo católico conservador francés, Michel Tournier, Gaspar, Melchor y Baltasar, sino que representan valores muy ejemplares en su comportamiento, no sólo por ser sabios, que es como se les conoce en otros idiomas, ni por la elección de sus regalos, oro y perfumes, con lo que muestran su predilección por la moneda sana y no por medios fiduciarios, sino por su entrega a una causa y por su fé, por la que están dispuestos a sacrificar su poder y abandonar sus tronos. Creo que, como modelo para servir de ejemplo a los niños, están infravalorados y creo que merecerían algo más de atención.
Ver también
- Felicitemos la Navidad, no las fiestas. (Will Ogilvie).
- En Navidad, Israel. (Andrés Ureña Rodríguez).
- Apología atea y capitalista de la Navidad. (Adolfo Lozano).
- Viva el Capitalismo, viva la Navidad. (Adolfo Lozano).
- Dos caras navideñas del progresismo. (Carlos Rodríguez Braun).
- Navidad comunista. (Carlos Rodríguez Braun).
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