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Assange, ni héroe ni villano, pero poco honesto

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¿Es Julian Assange un hombre al que le gusta abusar de las mujeres? Seguramente no. Todo apunta a que algún servicio secreto se ha aprovechado del despecho, o incluso lo ha alentado, de dos mujeres que se han podido acoger a las estrambótica legislación sueca sobre relaciones sexuales para poder acusar al que para muchos es un héroe de la libertad. Sobre esto último, ¿lo es en realidad? La respuesta es que tampoco. O, al menos, no más que cualquier periodista que no esté al servicio de los gobiernos. El fundador de WikiLeaks es simplemente una persona que ha utilizado internet para hacer de forma eficiente lo que los medios de comunicación han hecho desde que existe: conseguir información, seleccionar la que considera de interés (o responde a sus propios intereses) y transmitirla.

No responde a la realidad que, al proporcionar a los medios los cables de las Embajadas de EEUU, Assange estuviera cometiendo un acto de traición. Para empezar, Assange es australiano, con lo que no está traicionando a nadie al filtrar información referida a la diplomacia estadounidense. En segundo lugar, quien ha violado el compromiso de confidencialidad que exige el tratamiento de todas esas comunicaciones entre legaciones diplomáticas y Washington es el funcionario (o funcionarios) que ha pasado la información, nunca quien la haya hecho pública. Sin embargo, cabe plantearse si el fundador de WikiLeaks ha actuado con honestidad en todo este asunto. Y la respuesta es que seguramente no.

Todos aquellos que le han proporcionado información confidencial de todo tipo referente a gobiernos y entidades privadas han actuado bajo la premisa de que todos esos datos saldrían a la luz de forma abierta y para todo el mundo. Confiaron en una organización que defendía la idea de que "la información debe ser libre". Sin embargo, una vez obtenida una gran cantidad de jugosos documentos, se ha actuado en sentido contrario. Es WikiLeaks quien decide qué información se hace pública, en qué momento y a qué medios de comunicación se le ofrece. Esto no supondría problema alguno si de forma previa se hubiera avisado a las fuentes de que se iba a actuar así, pero se les dijo todo lo contrario.

Obtener información confidencial, prometiendo que esta se va a distribuir de forma libre y transparente, para después actuar de forma contraria resulta poco o nada honesto. Además, puede tener un problema añadido de índole jurídica. Si WikiLeaks hubiera difundido de forma abierta la información, o incluso hubiera abierto un sistema de suscripciones como si de una agencia de noticias se tratara, Assange podría rechazar informar sobre sus fuentes a un tribunal apelando al secreto profesional periodístico. Sin embargo, con su manera de actuar ha sido él quien se ha convertido en la fuente, por lo que no puede negarse a dar a un juez los nombres de quienes le proporcionan toda la documentación que él hace llegar a ciertos medios de comunicación.

Con su comportamiento, Assange ha traicionado los principios con los que ha conseguido la información que distribuye y, además, puede llegar a poner en peligro la confidencialidad de sus fuentes. ¿Estaría, en un hipotético y no deseable juicio por las filtraciones, dispuesto a ser condenado por mantener su anonimato? Entonces sí sería, al menos en parte, un héroe de la libertad de expresión.

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