Uno de los activos más importantes que tiene el ser humano es su capacidad de trabajar. Aunque una persona no tenga ningún capital previo, esto no supone un inconveniente que le impida obtener recursos, ya que puede vender su trabajo a alguien que lo quiera.
Además de constituir un factor esencial para la supervivencia del ser humano, el trabajo tiene otras vertientes, como elemento de enriquecimiento, socialización o incluso de autorrealización.
Por tanto el trabajo se puede considerar como una herramienta que nos permite defender y asegurar nuestros derechos fundamentales, es decir, vida, propiedad y libertad. Para vivir o bien compramos a otras personas los elementos necesarios para el sustento y cobijo, para lo cual necesitaremos entregar una cierta cantidad de dinero que obtendremos mediante el trabajo, o bien trabajamos para nosotros mismos para proveernos de lo anterior. Otro factor a tener en cuenta del trabajo es que nos permite crear un derecho de propiedad nuevo, ya que somos dueño del trabajo creado, ya sea para emplearlo para nosotros mismos o para intercambiarlo por otras propiedades. Finalmente el trabajo es una expresión más de nuestra libertad, ya que podemos aplicarlo a aquello que consideremos conveniente, y otras personas son libres de aceptar intercambiar el fruto de nuestro trabajo por otros bienes.
Es por todo ello que el trabajo se vuelve algo imprescindible para el hombre, ya que es una parte esencial de su humanidad. Es éste el motivo por el que una situación de desempleo se puede convertir en todo un drama a nivel personal, ya que si ésta se ha impuesto, se estaría cometiendo una violación de los derechos fundamentales de la persona.
La idea de impedir a alguien trabajar puede resultar extraña, ya que con la excepción de los penados en determinadas legislaciones, nadie debería ser privado de trabajar. No obstante, esta prohibición puede establecerse por medios indirectos y como consecuencia de medidas que no van buscando ese efecto. Así, por ejemplo, una prohibición de explotación de un monte concreto tendría como efecto que no se puedan realizar labores en el mismo, tales como la recolección de leña o el pastoreo. Si las personas que realizaban dicho trabajo carecían de otro tipo de experiencia y no existen terrenos similares en los que realizarlo, pueden quedar condenadas a perder su empleo.
La única barrera que puede impedir a las personas ejercitar su trabajo es de origen legal, ya sea prohibiéndola directamente, elevando los requisitos necesarios para ella, o subiendo los costes de ejecución de manera que haga imposible su ejecución de manera rentable. Además pueden imponerse requisitos adicionales que si bien no impidan la ejecución de dicho trabajo, lo compliquen sobremanera, haciendo que mucha gente desista.
En tiempos de crisis económica generalizada como los que estamos atravesando, en los que la tasa de desempleo se eleva a un ritmo vertiginoso, debido a que determinados sectores que habían demandado gran cantidad de mano de obra han dejado de hacerlo, debería buscarse todas estas barreras legales de manera que se eliminen todas aquellas que no sean estrictamente necesarias, para facilitar el derecho que tiene cada persona a trabajar. La cifra de desempleados no es simplemente una estadística; tras este dato se encuentran personas, muchas de las cuales desean trabajar pero no pueden hacerlo por barreras artificiales de origen legal. Cuando éste es el origen de su situación no se puede hablar de una mera situación desafortunada, sino de un atropello a sus derechos fundamentales.
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