Tenía razón Peter Singer cuando afirmaba que ser ciego a la realidad de la naturaleza humana es arriesgarse al desastre. Por ese motivo proponía a sus correligionarios izquierdistas la renovación de las premisas, de los medios y de los fines que, constreñidos a esa realidad, pudiera asumir una renaciente izquierda, una izquierda darwinista que, en cualquier caso, debería ser fiel a sus valores tradicionales de defensa de los débiles, pobres y oprimidos.
Hay que recordar que el propio Stalin se encargó de que los darwinistas soviéticos acabaran sus días en el Gulag y que científicos izquierdistas como Gould, Lewontin, Rose y otros no tuvieron empacho en escarnecer a colegas suyos como E.O. Wilson, por el pecado de defender la existencia de una naturaleza humana desde postulados evolucionistas. Así, reivindicando tal condición, Singer liberaría a la izquierda de la carcunda marxista, advirtiendo a los iluminados de que no es posible pasar por encima del ser humano para transformar la sociedad. En lo sucesivo, la izquierda darwinista, según Singer, debería abstenerse de, por supuesto, negar la existencia de dicha naturaleza y de suponerla infinitamente maleable; lo que, en consecuencia, supone abandonar la idea de que todos los conflictos terminarán mediante la revolución o una mejor (y progresista) educación o de que todas las desigualdades son producto de la discriminación y de la opresión.
Pero, entonces, ¿qué queda de la izquierda? La cooperación. La solidaridad. La esperanza de que en el largo plazo nuestra razón "pueda llevarnos más allá de las limitaciones darwinianas convencionales sobre el grado de altruismo que una sociedad puede fomentar". En el tablero de las ideologías la izquierda de Singer se enroca; su darwinismo es oportunista, espera el momento para recuperar fines más ambiciosos. Volver a lo de siempre, tal vez al horror profiláctico de un Mundo Feliz o al que imaginara Houellebecq en Las partículas elementales, un mundo confiado al Gobierno y a la ciencia. Singer:
Por primera vez desde que la vida emergió de la sopa primitiva, hay seres que comprenden cómo han llegado a ser lo que son. Para aquellos que temen sumar el poder del Gobierno y el del estamento científico, esto puede parecer más un peligro que una fuente de libertad. En un futuro distante que apenas podemos vislumbrar, esto puede ser el prerrequisito para una nueva clase de libertad.
Como nos recuerda Larry Arnhart, antes que Singer, un anarquista, Bakunin, advirtió de que la marxista dictadura del proletariado se convertiría en un gobierno despótico, afirmando que quien lo dudara (Marx, por supuesto) desconocía la naturaleza humana.
Precisamente Arnhart ha publicado un extenso artículo en el que desarrolla un marco teórico para una ciencia biopolítica, esto es, una ciencia para el estudio de animales políticos. Como resume Eduardo Robredo en La Revolución Naturalista:
Arnhart propone una metodología pluralista; la historia política evolucionista debe envolver la historia natural [de las especies], la historia cultural [del grupo] y la historia individual [de quienes conforman dicho grupo]. Éste esquema serviría para intentar explicar la historia de la Proclamación de la Emancipación, incluyendo en este caso la historia de la cooperación natural de la especie humana, la historia cultural de la esclavitud en Norteamérica, y la historia individual de Lincoln.
"Si queremos comprender la naturaleza humana de la política", nos dice Arnhart, "debemos entender la unidad de los universales políticos, la diversidad de las culturas políticas y la individualidad de los juicios políticos", tres niveles de estudio que es posible identificar en el comportamiento (político) del ser humano.
Creo que el trabajo de Arnhart ofrece una buena oportunidad para elaborar una defensa del Estado mínimo, una forma de organización social más cercana al anarcocapitalismo que al moderno Estado del Bienestar. Es necesario que, al igual que hizo Singer con la izquierda, se exponga la forma en que el liberalismo del siglo XXI es, de hecho, "compatible" con la naturaleza humana. El socialismo, la izquierda, no es ni será un estrategia evolutiva estable. El liberalismo puede serlo.
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