Skip to content

Bitcoin en perspectiva histórica

Compartir

Compartir en facebook
Compartir en linkedin
Compartir en twitter
Compartir en pinterest
Compartir en email

Cavilando sobre qué tema tocar en mi artículo mensual, he reparado en un hecho que a los humanistas nos pilla bastante lejos: las criptomonedas. Había pensado que era oportuno tratar la última polémica de Disney, la cultura de la cancelación, la revocación de la infausta Roe vs Wade o Israel, tema al cual me he dedicado largo y tendido en estos últimos meses. Sea como fuere, el caveat que lanzo al lector es: no he invertido en Bitcoin, de hecho, no sé ni cómo hacerlo. No soy un especialista en el tema y, a lo sumo, aquello que puedo ofrecer es una perspectiva histórica del dinero. Ergo, lo que busca este escrito no es más que un análisis desapasionado del “fenómeno cripto” alejado de los aspavientos de detractores y halagadores.

Sin más preámbulo, la primera pregunta que podría hacerse el interesado en el tema es si Bitcoin, per se, constituye una moneda o no. Basándome en el manual de “Principios de la Economía” (1997) de Gregory Mankiw, hay un notorio consenso entre los especialistas en que para que un ente sea considerado dinero debe de tener tres funciones: medio de cambio, unidad de cuenta y depósito de valor (podría añadirse una cuarta, patrón de pagos diferido). A lo largo de la historia ha habido activos que en un principio no eran dinero pero que se convirtieron en elementos monetarios.

Partiendo de ahí, se me antoja complicado afirmar, en la actualidad, cuál de las funciones cumple Bitcoin. Si su valor se hubiera mantenido estable y con un crecimiento exponencial como el que experimentó desde septiembre del 2020 (10.764$ por Bitcoin llegando a los 58.734$ – su valor más alto -, en apenas cuatro meses), podría considerarse un depósito de valor. El problema es evidente, dada la volatilidad que atesora, su valor desde marzo del 2021 hasta hoy ha sido más un electrocardiograma que un activo seguro. Esta subyugación a las fluctuaciones de precio relativos a la oferta y demanda que experimenta, hacen difícil que pueda cumplir el requisito mencionado.

Aun así, su precio ha ido manteniendo valores alcistas a lo largo del tiempo, excepto en la semana en la que escribo esto, hoy 26 de junio, su valor está en 20,494$. La historia muestra que, a la larga, las monedas tienden a devaluarse, un ejemplo es el dólar, puesto que en 100 años se ha devaluado (respecto a él mismo) en un 99%, en buena medida por la emisión a mansalva de la FED a lo largo del siglo. Es de menester postular que actualmente hay monedas que tampoco cumplen esta función, como podría ser el bolívar, el peso argentino o el rial iraní.

En cuanto a unidad de cuenta, esta característica está muy vinculada a la volatilidad mencionada y para identificarla en Bitcoin, sería necesario una unidad de cuenta estable. Por último, el medio de cambio tampoco lo cumpliría en la mayoría de bienes y servicios (exceptuando algunas empresas bohemias como Tesla – la cual no tardó en renunciar a él como método de pago-, escasas tiendas digitales e informáticas y ciertos lugares de ocio). Aún no es aceptado como medio para adquirir todo tipo de bienes, ergo difícilmente puede tener esta función.

Para identificar las propiedades de Bitcoin, se debe postular el marco de referencia económico del cual se parte, es decir, qué escuela de pensamiento o teoría monetaria se usa para analizarlo, puesto que, el chartalism (y el MMT) lo rechazaría como dinero porque el estado no acepta la criptomoneda como pago de impuestos. Menger y los austríacos pondrían en foco en la estabilidad relativa del valor (que podría derivar en considerarlo como moneda). Otros como el Nobel de economía, Robert Shiller, postulan la narrativa económica que subyace en las “criptos”, la cual no deja de ser un ataque frontal contra el estado. Desde su perspectiva, una criptodivisa puede funcionar como dinero siempre que las personas valoren los intercambios realizados a través de ella y la consideren válida para la compraventa o el ahorro (Shiller, 2019, pág. 3).

Otro punto serían las analogías históricas respecto a las innovaciones monetarias. Por ejemplo, las letras de cambio. Estos documentos provenían de la Baja Edad Media y estaban impulsados los por las vicisitudes del comercio a larga distancia. Se trataba de datos mercantiles (activos-pasivos financieros) muy vinculados a las transacciones comerciales puesto que, con ellas se proporcionaban medios de pago que superaban las rémoras físicas, temporales y se disminuían riesgos. Habría que destacar también que, esta innovación financiera era una promesa de pago entre los distintos agentes que operaban en los mercados, naciendo así de acciones privadas, en cambio, no hay endoso ni promesas de pago relativos al bitcoin.

Cuando un inversor en la actualidad vende un Bitcoin, no necesariamente debe haber un deudor, sin embargo, la letra de cambio plasmaba las distintas posiciones en el mercado financiero con indiferencia del número de endosos que se produjeran. Entonces, la letra de cambio permitió que se pudieran adquirir muchos bienes y servicios (especialmente en el comercio), sin embargo, esto por lo pronto no ha sucedido con el tema que nos incumbe, ya que se usa ínfimamente como medio de pago.

La relación directa este las letras de cambio y el Bitcoin podría ser en lo relativo a la innovación, puesto que las letras de cambio fueron innovaciones importantes que permitieron la expansión del comercio. Así podría suceder con la tecnología que hay detrás de las criptomonedas, como apuntan Massimo Amato y Luca Fantacci en un apartado del libro “Handbook of the history of money and currency” (2018), en el cual se postula que la novedad de las criptodivisas no recae en la lógica detrás de estas, sino en el hecho de la tecnología que usan. Las operaciones algorítmicas sustituyen a las de los bancos centrales, creando “competición” entre los “mineros”, etc. De ahí se deduce que su sistema de “blockchain” podría ser tan revolucionario como los descubrimientos matemáticos que han tenido lugar a lo largo de la historia (Amato & Fantacci, 2018, págs. 517-518).

Para ir cerrando el tema quisiera señalar que una de las grandes diferencias es la construcción de la narrativa económica que se ha hecho de la aparición de Bitcoin. Este se concibió como un activo real virtual. La moneda fiat como es obvio, no lo fue en sus inicios. Asimismo, Bitcoin se articula en contra de las instituciones financieras, no nace de ellas[1]. Los bancos emisores de los primeros billetes, generalmente, eran bancos centrales avant la lettre, y es precisamente ese, uno de los factores que provocó el surgimiento de las criptomonedas.

Cabe mencionar que, las criptomonedas, tienen tintes antiestatistas. En cambio, los billetes fueron emitidos por motivaciones bélicas y muy vinculadas al estado. También se ha planteado la posibilidad de evadir impuestos mediante esta tecnología, cosa que reforzaría la tesis de ir contra el aparato estatal. Bitcoin fue creado a priori por un ciudadano desconocido (Satoshi Nakamoto) que rompió con los burócratas sin imaginación de los propios bancos centrales que se dedican a emitir moneda, por lo tanto, si la masa monetaria producida por estas instituciones son la cumbre económica del sistema, Bitcoin se articula con premisas completamente distintas, puesto que, en el dinero virtual, todo el mundo puede comprar y vender (de ahí el pier-to-pier), sin embargo, en el dinero emitido desde dichas entidades, no.

Entonces, Bitcoin se articula en contra de esos principios inflacionarios de emisión de masa monetaria, de ahí sus escasas 21 millones de monedas, configurando un potencial patrón oro virtual que confrontaría directamente con la idea de instituciones que emiten billetes. Así pues, mientras que el dinero de papel puede causar inflación, a priori, Bitcoin, no (otra cosa es la fluctuación de su valor). Además, el fiat se impone de forma vertical, es decir, de arriba hacia abajo gracias al sistema monetario. Bitcoin justo lo contrario. Quién sabe qué deparará el futuro, pero, si hemos aceptado billetes hechos con papel transgénico como medio de pago, reserva de valor y unidad de cuenta, ¿por qué no podría aceptarse, a medio y largo plazo, Bitcoin como moneda?

Bibliografía

Amato, M., & Fantacci, L. (2018). Handbook of the History of Money and Currency. New York: Springer.

Mankiw, G. (2012). Principles of Economics. Harvard: Harvard University.

Shiller, R. (2019). Narrative Economics. Princeton: Princeton University Press.


[1] Shiller hace referencia al anarquismo del s.XIX (Shiller, 2019, pág. 6). Personalmente, veo más concomitancias con el libertarismo del s.XX articulado de la mano de Von Mises, Hayek y demás autores. Básicamente por las premisas y puentes que trazan con el patrón oro y el bitcoin.

Aún no hay comentarios, ¡añada su voz abajo!


Añadir un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Más artículos

Trump 2.0: la incertidumbre contraataca

A Trump lo han encumbrado a la presidencia una colación de intereses contrapuestos que oscilan entre cripto Bros, ultraconservadores, magnates multimillonarios y aislacionistas globales. Pero, este es su juego, es su mundo, él es el protagonista.