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Bolivia: la construcción de un proyecto político

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La democracia es el sistema a través del cual diversas posiciones ideologías y visiones del mundo se someten a un ejercicio de diálogo para construir una sociedad, donde las mayorías y minorías sean emplazas a coexistir en el marco del respeto y la convivencia entre distintos. Este ejercicio democrático se practica por medio de los partidos políticos y sus representantes, que son los que tienen la obligación de hacer valer las ideas e intereses de sus representados, votantes o afiliados que confían en su opción política, entendida como su propuesta material y alternativa que contiene una respuesta clara sobre cómo considera que deben hacerse las cosas para conseguir el objetivo que se proponen.

Normalmente, en un Estado democrático, este objetivo no es otro que mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, que es la finalidad de la política en sí misma: otorgar al ciudadano una solución a lo que este conjunto de representantes considera que es un problema.

Los partidos políticos como empresas

Un partido político es algo similar a una empresa que actúa en un mercado complejo. Ofrece un producto que debe resultar atractivo para que tenga éxito y esto se consigue con un análisis de mercado exhaustivo: encontrar una respuesta fehaciente a una necesidad latente. Por su parte, la clientela querrá probar el producto, conocerlo, familiarizarse con él y, si se puede, incorporar la oferta en su día a día. A partir de ahí, esta misma clientela tenderá a la fidelidad, pero he aquí el riesgo: si una persona se siente traicionada, reaccionará desde su instinto más sentimental.

Solo los grandes partidos han podido sobrevivir en el tiempo. Sin perder su esencia, han sido capaces de adaptarse a los tiempos que corren y seguir siendo una alternativa de poder viable en un entorno volátil de cambio constante y donde las relaciones entre las personas y, por lo tanto, de estas con las organizaciones conlleva un esfuerzo adicional. La construcción de la identidad entre las personas y los partidos es el desafío más importante de estos últimos a la hora de asumirse como alternativa política y perdurar en el tiempo, incluso más allá de su periodo de mandato.

Pero es algo más

En un mundo sometido cada vez más a las transformaciones, la conservación de la identidad es todavía más difícil y es uno de los rasgos que más caracteriza el vínculo emocional que se construye entre las personas y las organizaciones. Es aquí donde se constata la diferencia esencial: un partido político es algo más que una empresa y tiene una función más profunda y trascendental para la democracia. Un ciudadano puede perdonar o ignorar un problema que a la luz de las dificultades puede adquirir diferentes motivos y soluciones, pero una pérdida de la identidad puede significar el fracaso absoluto.

Más allá de la crisis de partidos que existe en Bolivia –que es fácilmente extrapolable a otro caso en la región– desde hace mucho tiempo y todo lo que conlleva su reforma y la del sistema electoral (sobre esto se puede debatir cuestiones como la democracia interna, la participación, los límites o exigencias para condicionar la perduración de una organización, etc.), el componente político y social de los partidos permanece, a pesar de las dificultades del contexto. Es decir, tanto el liderazgo y como el proyecto son independientes de la coyuntura hostil que pueda atravesar un país y su sistema democrático en un determinado momento, como es el caso de Bolivia.

Movimiento al Socialismo

Liderazgo y proyecto son dos elementos fundamentales de cara a la construcción de una alternativa y un vínculo ciudadano-organización. El primero hace referencia a la confianza que el representante o candidato es capaz de transmitir a “su” representado, que se traduce en seducción y convencimiento. El segundo supone que el partido debe ser capaz de interpretar correctamente la realidad y establecer una línea de acción coherente con lo que está proponiendo a la ciudadanía.

En momentos en los que las circunstancias son complejas y adversas, es cuando la toma de decisiones adquiere un peso más trascendental. El Movimiento al Socialismo (MAS) es un claro ejemplo de un partido en quiebre que no tiene un proyecto político consecuente a los desafíos que demanda el contexto nacional y global actual. Carece de legitimidad para la mayoría de los bolivianos y los últimos años ha experimentado una pérdida de identidad que puede ocasionar el fin definitivo del proyecto político de 2006.

Si lo que se pretende es ofrecer una alternativa política al MAS es necesario construir un proyecto de cara al ciudadano sobre la base de la legalidad, pero no quedarse ahí. Sin un proyecto atractivo de país, sin la ilusión de una meta que nos permita avanzar como comunidad, un partido político y, por lo tanto, su liderazgo, estará incumpliendo su primera y fundamental obligación.

Vencer a Evo

Para ganar es ineludible ir más allá de la denuncia política y de la defensa de la democracia. Si la oposición no es capaz de entender que para alcanzar el objetivo es necesario que Evo y Arce no sean el único horizonte del debate, no sólo se estará perdiendo una oportunidad de cara al 2025, además se estará trasmitiendo al conjunto del país que el partido/oposición/líder no es capaz de avanzar con un proyecto propio, que es carente de un proyecto ilusionante para Bolivia acorde con los nuevos tiempos.

Un partido es una comunión coherente entre el liderazgo y el proyecto, su éxito dependerá de quienes lo nutran e impulsen para alcanzar el poder. El partido se fortalece con la gente, los ciudadanos, los votantes, en un contexto donde la oferta y la demanda (también políticas) no se detienen y continúan avanzando.

Ver también

El camino autoritario de Bolivia. (Mateo Rosales).

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