En los últimos meses y semanas hemos podido observar cómo los datos y tendencias que las principales instituciones y casas de análisis hacían públicos contribuían a alejar la imagen de crisis en la economía europea. A diferencia de lo que se podía esperar en 2022 y 2023 con la inflación disparada, problemas en el mercado energético o disrupciones en la industria, durante la primera mitad de 2024 parece que gran parte de estos problemas se habrían solucionado parcial o totalmente.
Cabe destacar que este no ha de ser un discurso triunfalista -ni el tono de esta columna lo pretende-, dado que las estimaciones de la Comisión Europea aún son muy modestas (crecimiento del PIB de la UE del 1% en 2024 y del 1,6% en 2025). Sin embargo, sí cabe afirmar que estamos ante un cambio de tercio en lo que a dinámicas económicas se refiere.
Política de tipos y política fiscal
En primer lugar, uno de los principales cambios que estamos observando es la política económica del BCE, con Lagarde bajando los tipos por debajo del 4,5% y con una tendencia que se espera a la baja, dando lugar a una mayor laxitud monetaria en la Eurozona durante los próximos años. Esto no afectará únicamente a los consumidores y empresas, sino también a los gobiernos, que tendrán mayor margen para una política fiscal de carácter expansivo, sin que esto se vea necesariamente reflejado en la calificación crediticia, por un menor coste de endeudamiento.
De la misma manera, los gobiernos tendrán mayor margen de política fiscal, no solo por el menor coste de la deuda, sino también por las nuevas reglas fiscales europeas que, como bien sabe el lector, fueron relajadas de manera notable tras su reciente reforma. Por lo tanto -aunque no sea ni remotamente lo idóneo- durante los próximos meses y años veremos un significativo aumento del consumo público, sobre todo en un entorno en el que tanto China como el gigante norteamericano han pisado el acelerador en lo que a políticas de estímulo fiscal se refiere. “Gracias” a las nuevas reglas fiscales (que no se focalizan en realizar ajustes de gasto inmediatos al superar la barrera de déficit y deuda establecida) los gobiernos europeos tratarán de compensar el irrisorio crecimiento de la productividad y los ingresos per cápita con mayores inyecciones de gasto público.
Empleo y cadenas de valor
Otro aspecto que ha mejorado notablemente en la economía europea son los niveles de empleo, no porque hayan descendido hasta cifras extraordinarias, sino porque en un contexto como el de los últimos años -de elevada incertidumbre y riesgo geoeconómico- han resistido sorprendentemente bien en la mayoría de los países europeos. De hecho, una de las tendencias económicas más sorprendentes de 2023 fue que, con un crecimiento del PIB testimonial en la Eurozona, se generaron más de dos millones de empleos. La explicación real, más allá de que en determinados países como España se generaran un gran número de empleos públicos, se halla en la evolución a la baja de los salarios reales en un entorno de elevada inflación, reduciendo el coste real de contratación.
Por otro lado, uno de los principales factores que han contribuido a la estabilización de la economía no solo europea, sino asimismo global, ha sido la normalización del funcionamiento de las cadenas globales de valor, con el comercio volviendo a niveles medios en lugares últimamente tan problemáticos como pueden ser el Mar Rojo o el estrecho de Ormuz.
La energía
Además, si uno de los principales dolores de cabeza económicos de los últimos años fueron los costes de la energía, su relajación ha contribuido asimismo de gran manera a la estabilización económica. Además, mientras que durante las pasadas décadas la seguridad energética europea se fue deteriorando paulatinamente por una mayor dependencia de Rusia y otras potencias ajenas a la UE, tras la invasión de Ucrania la UE ha ido ganando cada vez más independencia energética, significando un importante cambio estructural. Todo ello unido a unos mayores precios del carbono, una regulación energética más efectiva y una mayor licitación de permisos para renovables han contribuido a estabilizar la oferta y los precios de la energía en Europa.
La seguridad energética se ha convertido, de hecho, en un factor clave en la economía europea, siendo casi la principal razón para la mejora de las expectativas económicas. De hecho, si observamos el estado de la economía basándonos en el Índice de Sentimiento Económico, veremos que tanto Francia, Alemania, España o Italia -por nombrar algunos países- ya se encuentran por encima de 100. Esto que muestra que las perspectivas económicas en estos países son superiores a la media de las dos últimas décadas.
Cambio de tercio
Es la industria la que lidera la tendencia al alza, por la moderación de los precios de la energía y garantía de suministro. También y el sector servicios, con preponderancia del crecimiento del turismo. De hecho, si analizamos una estadística alternativa, como puede ser el PMI (Purchasing Manager Index), veremos que las cuatro mencionadas economías se encuentran por encima de los 50 puntos, es decir, en zona de expansión.
Para los próximos semestres la expectativa es que la situación económica sea positiva, principalmente por la moderación del crecimiento del nivel de precios. Aunque es verdad que el IPC aún se sitúa en el 2,6% -seis décimas por encima del objetivo del BCE-, la reciente bajada de tipos indica que el BCE espera que la contención del avance del nivel de precios se mantenga en el tiempo. Todo ello facilitaría la financiación de nuevos proyectos al disminuir el coste de la deuda y tornaría más atractiva la inversión en la Eurozona, unido a los múltiples factores comentados con anterioridad.
Por lo tanto, aunque Europa no afronte una de las épocas de mayor crecimiento económico de las últimas décadas, sí cabe afirmar que tras la incertidumbre y volatilidad pasadas con la pandemia primero y la invasión de Ucrania después (con sus múltiples consecuencias geoeconómicas), en Europa parece que vuelve la estabilidad.
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